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Número 305-306

Serie XXXI

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Filosofía política y ciencias políticas

FILOSOFIA POLITICA Y CIENCIAS POLITICAS
POR
FREDERlCK D. WILHELMSEN (*)
En el mundo occidental de hoy, las ciencias políticas están
presentes en todas las grandes universidades, públicas y privadas.
Después
de hacer un inventario de los catálogos de una docena
de universidades americanas y europeas, confirmé lo que hace
tiempo había sospechado.
En algunos departamentos de ciencias
políticas figuran una o
dos asignaturas o en filosofía política d
en teoría de la política. Supongo que, en este caso, la palabra
«teoría»
se corresponde más o menos con la palabrá «filosofía».
Pero en muy
pocas universidades puede un alumno especializarse
en filosofía política,, a menos que lo haga
so capa, de una carrera
en filosofía «a secas». Personalmente
sóld conozco tres universi­
dades en el mundo anglo-sajón donde un departamento entero se
dedica a la filosofía política: Oxford, Clairmont en California, y
la universidad donde enseño yo, la de Dallas, Tejas.
Y estas dos
últimas están ddminadas por la escuela-de Leo Sttauss y, por tan­
to, son
parciales en su desarrollo de lo que es filosofía política.
De todas formas no creo que reporte
más utilidad seguir por esta
línea de repaso de departamentos y facultades. Hace
falta ir al
grano.
(*) Es un honor para Ver_bo publicar la segunda de, las intervenciones
del profesor Frederick D. Wilhelmsen, Ph. D,, de la Universidad de Dallas,
en el Seminario organizado por nuestro amigo Miguel Ayuso e impartido
en la Universidád Pontificia Comillas el pasado mes de marzo. El texto ha
sido escrito directamente en· castellano por nue8tro ilustre colaborador nor­
teamericano y lo damos a la estampa con levísimas correcciones· sintácticas
de nuestra redacci6n. ·
Verbo, núm, 305-306 (1992), 575-587 575
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FREDERICK D. WILHELMSEN
En el mundo clásico y medieval, la misma palabra scientia no
significaba
lo que hoy se entiende hasta en las conversaciones de
hombres cultos y formados académicamente. El episteme griego
tanto como la
scientia latina apuntaban principalmente a un co­
nocimiento o una serie de conocimientos cuyas metas eran el en­
tendimiento de las cosas. El ideal era netamente especulativo.
Alcanzando su perfección en la metafísica, la ciencia en todas sus
ramas era el desarrollo de un
eros, un amor a la verdad de las
cosas. No existía una distinción clara y muchos menos la separa­
ción casi hostil, entre
«filosofía» y «ciencia». En el mismo Aris­
tóteles,
la palabra «ciencia» recibía una matización, ya que el
hábito de ciencia se aplicaba a la capacidad de razonar desde unos
principios hasta lograr una serie de conclusiones. Aristóteles.
dis­
tinguía un hábito de «sabiduría» de un ha'bito de «ciencia» en
el hecho
de que el sabio sabe descubrir el orden o poner el orden
en las
cosas ya investigadas por el científico. Sapientis est ordinare
es una de las primeras frases en la Summa Contra Gentiles de
Santo Tomás
de Aquino.
Siguíelldo aquí la pauta
de Aristóteles, Santo .Tomás notó un
paralelo entre
la. obra del arquitecto y la obra del sabio. J acques
Maritain solía dar énfasis a
la distinción entre una ciencia espe­
culativa-práctica y el último juicio práctico: el mandato de obrar
ahora mismo en pro del bien
.. Pero el mismo Maritain, que siem­
pre filosofaba con la .sombra de Juan de. Santo Tomás detrás de
su silla, insistía en el carácter especulativo
de las ciencias morales
y, por lo tanto, de la filosofía pol!tica. Entender es entender, aun
cuando el entender
sea un entender práctico. Si yo fuera un co­
barde, este hecho lamentable no quitaría cualquier entendimiento
filosófico que pudiera tener sobre la virtud
de la fortaleza. Ciencia
no es acción aun cuando la ciencia en cuestión trate de
la acción.
Lo importante aquí es la distinción muy clara que la tradición
clásica
y escolástica mantenía entre la acción y la contemplación.
La filosofía pol!tica
es ciencia y por la tanto consiste en un cuerpo
de
doctrina que trata del hombre social .. Aunque hay diferencias
entre la
parte ontológica y la parte normativa de la filosofía polí­
tica ( de las cuales hablé en mi primera conferencia), ambas se
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FILOSOFlA POLITICA .. Y CIENCIAS POLITICAS
presentan al filósofo como temas para ,investigar en sus principios
y en
las conclusiones que. podernos deducir de ellos.
La separación de la «ciencia,vde la «filosofía» se producía
lentamente a, lo largo de la historia moderna. Solamente hace un
siglo, las «ciencias naturales» tenían en machas universidades el
nombre de «filosofía natural». Así, en las universidades america­
nas
de Harvard y Y ale, los estudios de la naturaleza que hoy día
llamamos «ciencias» se englobaban en el siglo pasado en un· de­
partamento o facultad llamado «Filosofía Natural». En la Alema·
nia del siglo XVIII, Goethe denominaba su estudio sobre los colo­
res una parte de
la «filosofía natural». Hoy, en cambio, nadie
diría que un estudio de los colores fuera parte de la filosofía. ·
El divorcio entre el sentido dado a la palabra «filosofía» y
la palabra «ciencia» es, claro que sí, anterior a los ejemplos dados.
Goethe, Harvard y Yale eran sobrevivientes reaccionarios que re­
clamaban el sentido clásico de lo. que es «filosofía» y deJo que es
«ciencia». Desde los tiempos de Descartes y las primeras décadas
de_ la época moderna, la «ciencia» ha aband de entender lo .que es. Ha abrazado. up.jdeal demiúrgico de la
ciencia: ciencia es poder, El hombre descubrió la posibilidad de
cambiar el mundo.
q.¡anclo aplicaba. el método foi:n:ial de la mate·
mática a las cosas físicas. Aristóteles sábfa. _algo de este método,
pero el desarrollo
de su inteligibilidad -~ encontraba por primera
vez en Santo Tomiís de Aqnino; en su. comentario. spbre la obra
De Trinitate de B!>eciP, Quaestio Quinta y Sexta. Que yo sepa,
Tomás invent6 la frase S<;ientias medias a fin de expresar .y ~li­
car una situación nP típicamente clásica perP advertida por Aristó,
teles: a saber, la _aplicación.del tnétod!> de razonar en las m_atemá­
ticas a .realidades físicas; Tenú a su' alcance tres «ciencias ínter,
medias», a sabet: la música, la 6ptica, y la astrPnomía. Todas
tratan de realidades
físicas: sonidos, cuerpos celestiales, etc. l'ero
estas realidades físicas .,- dias»-se entienden matemáticamente: reciben tina simbcilizaci6n
matemática. En el mismo siglo trece, Santo Tomás notaba que
esta
matematizaci6n de lP físico daba cie'rtP poder al hombre.
l'odlá afilar ctistales, producir gafas y así ver mejor. El hrn:nbre
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FREDERICK D. WILHELMSEN
podía matematizar los sonidos y así producir mus1ca. El hom­
bre podía cdnstruir una carta de navegar y así cruzar un mar u
océano. Mientras que las matemáticas puras son puramente inúti­
les, las matemáticas aplicadas abrieron paso a cierto dominio
sobre el mundo físico.
Pero estas posibilidades
-cuyas estructuras epistemológicas
ya habían sido estudiadas brillantemente por Santo Tomás-no
suscitaron mucho interés en el Occidente hasta el Renacimiento
y el comienzo de la Edad Moderna. Con la matematización de
todo
el universo y de las ciencias por Descartes y el racionalismo,
el ideal científico, su meta, cambió. En vez de entender el mun­
do, el
hombre anhelaba dominarlo. Conocer ahora es poder.
No
voy a entrar aquí en li1l estudio histórico de cómo la cien­
cia como entendimiento dio paso a la ciencia como poder. Basta
decir, a los propósitos
de esta conferencia, que estamos viviendo
dentro
de un cuadro· ;rt,eptal que puede datarse a mediados del
siglo
xv. Cuando estoy en Florencia me doy cuenta de que en esa
ciudad italiana catorce siglos después de Cristo -de una· manera
todavía
no perfectamente entendida-· el mundo moderno em­
pezó. El hombre se haría: Dios. Este cambio enorme -ocurtido
más o menos rápidamente-'--hizo que el Occidente en gran parte
perdiese el antiguo sentido de la ciencia. Ciencia, en ese momen­
to histórico, no significaba
un conocimiento de las cosas, sino un
dominio sobre ellas. Prometeo sin cadenas. Prometeo
-haciéndose
Dios.
La distinción entre las llamadas «ciencias naturales» y las
«del
espíritll» es una degeneración en el Occidente debido a la
influencia hegeliana e idealista, sobre todo en Italia y en el
mlln­
do hispánico. Pero esta distinción, por defeétuosa que sea, refle­
jaba una convicción de que la ciencia verdadera obra en el mundo,
produce cambios, hace posible la industrialización y se desarrolla
gracias a las matematizaciones del cosmos
y dé nuestra manera
de entenderlo.· Hoy en
día toda la ciencia es práctica ( casi toda
la ciencia es práctica), obra :un cambio en ·el lilundo, o -si no
es directamente práctica-· puede ser utilizada para la praxis.
Precisamente en este cambio en el uso del lenguaje, que reflejá un
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FILOSOFIA. POLITICA.. Y CIENCIAS POLITICAS
cambio en los conceptos, podemos notar que los saberes prácticos,
científicos
-en el sentido moderno-, se han. convertido en la
práctica
artistica. En pocas palabras: · la prudencia ha dado paso
a la
techné, «lo que debe» a «lo que puede».
Emmanuel Kant, en plena modernidad a la cual pertenecía,
trató de salvar la moralidad o
la ética. Pero lo hiro poniendo toda
la vida moral del hombre fuera de la ciencia, basándola en un
empuje de la voluntad que no manaba de ningún acto de la inte­
ligencia. Sin darse cuenta de la influencia enorme
de Kant, nadie es
capaz
de entender el mundo contemporáneo. La moralidad de
Kant,
y con esa moralidad su teoría de la política, hizo un daño
enorme
en Alemania. La ética, hasta en sus dimensiones políticas,
dejaba de tener
un contenido, una serie de conclusiones deduci­
das de unos principios. La ética kantiana no tienen ningún con­
tenido. Puesto que las universidades alemanas estaban dominadas
por esta ética, era casi imposible que la clase militar prusiana
rechazara
la imposición de la barbarie nazi en sú país. Había
dado
promesa; su juramento de obedecer a Adolf Hitler y ·no
tenía ninguna ética capaz de anular ese juramento. ¡ Vamos hacia
la destrucción del pueblo alemán! ¡No podemos
ha= otra cosa!
¡Hemos dado nuestra palabra! Una ética sin la posibilidad de ha­
= distinciones, de matizar, de salvar a su patria. La ética kan­
tiana fue la negación de la filosofía política en su sentido tradi­
cional de la palabra. Es interesante notar que los
pocos oficiales
que
se levantaron en julio de 1944 casi todos eran católicos que
no sufrían el dominio de esa ética, una ética que no permitía nin­
guna
matización, y que ya había negado la posibilidad de que un
hombre pudiera pensar racionalmente sobre la politica
en aras del
bien común: la ética de Kant
-por ser vacía, sin contenido-­
paralizó a la oficialidad del ejército alemán. Hacia falta una en­
señanza como la de los jesuitas españoles del Siglo de
Oro.
Si la escolástica del Siglo del Oro Español hubiera dominado
en las universidades alemanas
de nuestra centuria, con su doctrina
sobre la licitud del tiranicidio en aras del bien común, los milita­
res habrían echado a Hitler, las consecuencias horrorosas
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FREDERICK D. WILHELMSEN.
más millones de muert95--hubieran, p;isado a. ser una pesadilla
en vez de set la realidad histórica que ocurrió. Los filósofos, como
dije antes, a menudo son hombres abstraídos de la. política prác­
tica, pero en este caso la filosofía política de Kant es indirecta­
mente
responsable· de la muette· de unos treinta, ó cuarenta millo­
nes
de personas, Si el cuadro· mental apuntado hacia lo .político
está vacío
(doctrina de.Kant), el diablo puede dibujar los horrores
que quiere.
No tengo tiempo aquí
para concentrarme en la ética de Kant,
pero
seria imposible prescindir de su epistemología. Desde Kant
hasta Hüsserl el
entendimicmto humano no alcanza el ser sino sólo
el fenómeno. Un fenómenó no es una cosa ei pacto de un desconocido -DIJS Ding an Sich..c.,. en la sensibilidad
humana donde está organizado. por las formas;
a priori, de la sen­
sibilidad; el espacio y eLtiempo: Si la ciencia tiene un objeto,
ese objeto es el
fenómeno.' Recl,azando una metafísica del set, .la
ciencia es incapaz de conseguir el bien. Es necesario. que note
aquí que «el bien», la bondad,
:en Santo Tomás, no se separa del
ser. Al contrario, el bien es
'el mismo ser cómo deseable. Es el
aspecto agónico del·ser y el existir
es :capaz de perfeccionar a los
demás seres debido
a una des.eabilidad que en último término se
identifica edil el mismo ser·. Resulta que la fenomenología alema­
na, más tarde fue capaz.de separar'el.«valor» del «bien». Es casi
imposible evitar este error y he incurrido en el tnismo varias. ve­
ces en esta serie de conferencias. Indica elimpacto profundo que
el idealismo alemán ha tenido en todo el occidente. ¡Traten uste­
des de evitar el uso de
L,. palabra «valor» en sus conversaciones
diarias ¡ Es
difícilt. Pero, ¿ qué_ es .un «valor»? Según Etienne Gil,
Son, que tenia UII sentido deJ 'humor .. muy fino, un «valor» es UD
trascendental que ha perdido su base en el ser. Flota en el aire.
No
es ni el ser como deseable riiel hombre frente alser. Es algo
intermedio que flota. De todas formas,
desde:· aquel momento en·
el desarrollo de la fenomenológfa; el «valor» tenía que hacét las
veées del «bien». Ya .que un «sustituto» generalmente no puede
desempeñar el papel tao bien como el protag,ínista de una obra
artística, resultaba bastaote fácil, en el 'pensamiento de Max We·
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FILONOFIA POLITICA. y-_: CIENCIAS POLtTJCAS
her, desprenderse de ese famoso «valor». Su Werturteilfreiheit
forma el centro del pragmatismo político que todavía domina el
estudio
de las llamadas· «ciencias pollticas» ·de hoy.
El investigador de la polltica, según Weber y sus seguidores,
tiene que negarse a
dar un juicio' afirmativo o negativo de tipo
moral sobre
los fenómenos ( en sentido kantiano,. claro) que es­
tudia .. Las nuevas ciencias pollticas, por lo tantó, no hacen ·nada
más que describir los fenómenos colocándolos en un momento
histórico,
y hacer que esos fenómenos sean inteligibles para el
investigador. Pero está prohibido cualquier juicio sobre su «va­
lor». «Valor» es un pobre sustituto para el «bien», pero no te­
nemos
otro; Y ahora, hasta este pobre simulacro desaparece. Se­
gún Weber, un investigador de la política no puede decir que el
canibalismo en una tribu africana sea una abominación. Al con­
trario, tiene que colocar el canibalismo al lado de otras manifes­
taciones políticas del hombre, como -por ejemplo-la fiesta
del Corpus en Toledo: ambás son manifestaciones sociales y po­
líticas y como hechos no podemos decir más. Todo es igual, ya
que todo
cae dentro de' la sensibilidad como fenómenos que los
estudiosos · tienen · la obligacion . de entender. El juicio liberado de
cualquier «valor» es la meta de las ciencias políticas. Este prag­
matismo, sin duda, ha dominado el
desarrollo de las ciencias
políticas.
·en .este siglo.
¡Nada de valores, simplemente hechos! Es interesante notar
que la filosofía occidental
durante dos mil quinientos años se
desarrollo sin la necesidad de hablar de «valores». No háy valo­
res ni en Platón, ni en Aristóteles, ni en Cicerón, ni en Santo
Tomás la tarea de desprenderse del
v_alor. Sin embargo, hoy día cada
político pregona sus· «valores». La palábra, 'por .ejemplo, sale de
la boca del presidente de mi país por los ·menos una vez cada
dos minutos. Todos hablan de sus «valores» .. ¿Pero qué es un
valor?
En el sentido clásico el valor tenía un sentido netamente
económico: esta
cosa vale tanto dinero. Pero, como he indicado,
nadie hablaba de «valores» en el mundo moral o pol!tico. Todos
hablaban de
«bienes». Quitan ,s1
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FREDERICK D. WILHELMSEN
les --estoy pensando en Etienne Gilson y en Alvaro· d'Ors­
casi nadie ha notado el cambio en el. sentido de -la palabra. En
la escuela fenomenológica
de donde vienen los «valores», el valor
es «algo» que no
es el ser y tampoco es el hombre; aunque de
una manera u otra mana. de él.. Como una cortina entre las res­
puestas del hombre al ser, el «valor» --como elijo Gilson en su
Real.ismo met6dico-«flota» en el cielo. Frie fácil prescindir de
los «valores», ya que el pragmatismo los entendía tal y como la
filosofía de su tiempo los comprendía. Por eso, el famoso juicio
liberado de valores
no era tan difícil de hacer. Pero si hablamos
del «bien», entendiendo
por «bien» el mismo ser, el existir en
su faceta de ser deseable, prescindir de él es prescindir del mismo
ser. Y prescindir del ser es caer en la nada.
Todo
el mundo tiene sus «valores», hasta los criminales, pero
la pregunta sigue siendo la misma: estos valores,
¿están o no
están arraigados en el ser? Una ética de los «valores» es, a la
fuerza, una reducción
de lo moral a lo que pienso yo: mis valores
contra los de otro.
Un juicio, según Weber, «liberado del bien»,
en último tér­
mino es un juicio liberado de la realidad ontológica. Para Weber
hay que notar dos aspectos de un juicio político
y, más amplia­
mente, de cualquier juicio moral: a) uno, declarativo: ¡hay que
hacer esto!, y
b) orro moral. A saber, las ciencias políticas pueden
y deben entender
a) pero, a la fuerza, tienen que prescindir del
carácter normativo o moral del juicio (b). Weber y compañía
pien­
san y dicen que las ciencias políticas pueden entender un manda­
miento moral
como hecho, sin entenderlo como mandamiento.
Niego la proposición. A fin de entender el juicio moral como tal
juicio, tengo que entenderlo tal y
como es: una decisión moral.
Y
si entiendo esta decisión en su carácter metafísico, óntico, es
necesario que la entienda desde ·dentro del mismo iuicio. Enten­
der el hecho
como nada más que un hecho no es entenderlo tal
y como existe, un acto humano. Entenderlo así dentro de su es­
,tructura, exige que me ponga o de acuerdo o en contra. Si no lo
hago, no he entendido la proposición, ya que es una proposición
moral, apuntada hacia la acción. Vamos a poner ·un ejemplo níuy
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FILOSOFIA POLITICA Y CIENCIAS POLITJCAS
contemporáneo. En gran parte, los Estados del occidente han re­
conocido la licitud del aborto. Si no soy un fi!6sofo, puedo leer
el hecho en un peri6dico. Empleando el vocabulario del pragma­
tismo, el aborto
es un hecho legalizado. ¡Ya ésta! Pero si quiero
entender la proposici6n,
hace falta entrar en los actos de razonar
que han alcanzado la conclusi6n que
pertnite el aborto. Si entro
en el razonamiento a fin de entender la
propdsici6n por dentro
y no como un mero «hecho», me encuentro en una · situación den­
tro de la que tengo que afirmar la licitud del aborto o negarla.
Si no lo hago, no he entendido la proposici6n. Una ciencia po­
lítica que trate de separarse ele los juicios morales simplemente
no entiende lo que pretende entender. Estamos hablando de una
contradicci6n en los términos. Un juicio moral no puede enten­
derse comd si fuese un hecho empírico «desde fuera». El «desde
fuera» no
es nada más que un hecho que ni siquiera como «he­
cho» es inteligible puesto que el llamado hecho
es un juicio prác­
tico, una decisi6n moral, para hacer
algo. Este «algo» es un bien
o un supuesto bien.
Si no coíd esto, no he entendido la proposi­
ción.
Un hecho meramente físico no goza de ninguna «interiori­
dad», pero una decisi6n político-moral
como decisión no es nada
más que «interioridad».
Si por ciencias políticas hoy queremos decir unas disciplinas
académicas que estudian los datos políticos
de una variedad de
comunidades, entonces sí hay ciencia política que no es filosofía
política. Por eso, me supongo, las ciencias políticas en
su sentido prag­
máticd, pueden estudiar cualquier
romunidad social en un· labe­
rinto
de circunstancias. Pueden dedicarse a las instituciones, cos­
tumbres, actitudes, o lo que quiera que marca una sociedad. Para
unos, la tarea
es fascinante y seguramente es totalmente lícita.
Sin este tipo de estudios,
no habríamos alcanzado el entendimiento
de las culturas no occidentales que tenemos. Pero la
{ilosofía
emplea la facticidad simplemente como un trampolín. Lo que
quiere lograr un filósofo
de la política es un entender por dentro
y eso -muy a menudo-- exige . un juicio normativo: es bueno
o no
es bueno.
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FREDERICK D. WILHEI.:MSEN
Mientras que muchas llamadas ciencias políticas se quedan
dentro
del pragmatismo que prohíbe que el investigador entre en
el espíritu
dela sociedad estudiada, un filósofo de la política -en
la medida posible--tiene la obligación de entrar hasta en el in­
fierno
~Y, por ejemplo, la civilízación azteca era un infiero~
a fin de juzgar lo bueno y lo malo. ¡Esto es digno del hombre y
esto
no es digno! El filósofo de la política entra en la inteligencia
de
otros hombres y rehace los actos de razonar que llegan a for­
mar lo que
ya hace · años yo nombraba «la ortodoxia pública» de
una sociedad.
Por .«ortodoxia pública» quiero decir esa red de
doctrinas, costumbres, eté., que hacen que una sociedad política
sea lo
que es. Trazando la inteligibilidad de una comunidad, por
buena o mala que pueda
ser; pero poniéndose por enciina de ·ella
gracias a ser un filósofo, el sabio de la política rriuy a menudo
tiene que juzgar: ¡esto se conforma con la naturaleza humana,
y
lo' otro,-'no!
SegÚn Platón, una tarea para el filós.ofo .de la política es ser
un patólogo del espíritu humano. Es un
diagnóstico del estado
de salud o, más a menudo, de
la enfurmedad moral de una socie­
dad. Puede serlo porque entiende los principios :básicos que rigen
la
vida del hombre en sociedad y se ha sometido a la disciplina
de entender, a veces,
los det.Ues más concretos de dicha comu­
nidad
.a fin de entenderla y evaluarla. Pero -si quiere permane­
cer fiel a su
vocación-, nunca debe petderse en lo idiosincrásico
y -.hora segÚn Aristóteles-si busca lo particular, lo hace a fin
de encontrar en ello. algo universal, un nomos o inteligibilidad
capaz de iluminar lo que está pasando históricamente delante· de
los ojos. de su hábito filosófíeó.
Si tratamos de poner cierto orden en la confusión que reina
en· el uso y abuso del vocabulario de la política, yo diría lo si­
guiente: mientras que las ciencias' políticas :....Cn su sentido mo­
dero~ estudian las instituciones formalmente, en cuanto a sus
estructuras,
la filosofía política ·se dedica á un estudio dé las
instituciones solamente
en cuanto a sus finalidades, a las tenden,
cias· que es capaz de descubrir, segÚn las cuales los hombres se
institucionalizan en aras de sus bienes comunes respectivos. Ya
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FILOSOFIA POLITICA · Y CIENCIAS P_OLITICAS
que una con;mnidad wlítica sin instituciones es una contradicción
--sería el, caos y. el caos no es una cQmunidad;-c-, el fi)ósQfQ no
puede prescindit de ellas. Pero
-siendQ un filósofo, 4.ua filóso­
fo--no , tiene ni el tiempo ni el. derecilo de perderse en, por
ejemplo, un estudio de
la ley c<;>nstitucional o de sus varias espe,
cificaciQnes. O .,-si lo hace-lo hace para .log¡:ar .captar las ten­
dencias que dichas instituciones
encarn,an.
Por lo tanto, creo que podemos log¡:ar un principio de dife­
renciación
entre las llamadas. ciencias políticas y la filosofía po­
litica: las ciencias políticas estudian las formalidades políticas
y
la filosofía política busca sus finalidades. Es seguro que ni siquie­
ra la filosofía
o la ciencia política sean capaces de lograr lo que
pretenden
hacer sin el estudio de la historia. Yo digo a los alum­
nos míos que ,quieren dedicarse a la filosofía política, que previa­
mente estudien la historia
,o, si esto es 'imposible, c¡ue estudien
la historia simultáneamente con la filosofía. La historia se intro­
duce en este· tema~ puesto que ni iristituciones ni tendencias que
apuntan hacia lo universal pueden realizarse , sin úna base histó­
rica, concreta. Mi amigo de toda esta conferencia, el viejo Aris­
tóteles, nos enseña que
la scientia, episteme, resulta de un enten­
dimiento de las cuatro causas. Ahora bien: la historia nos pro­
porciona la
causa material y las causas eficiemes de, todos los
órdenes, políticos ; la ciencia política en· su sentido moderno puede
proporcionamos las causas formales; y la filosofía política las
causas finales. Si un hombre fuera c:apaz de lograr tal síntesis,
sería
un sabio de verdad. V ale la pena notar: ·aqui -puesto que
soy un profesor-que cualquier formación política global que
tratara de separar una
de. estas dimensiones de los demás, sería,
en el
grado de hacerlo, una formación defectuosa. Distinción .no
es separación.
Pero, dicho esto, queda algo trágico en la vida del filósofo de
la
politica que nos encontramos en los hombres que. simplemente
estudiáh las instituciones y hasta la historia de los pueblos. Aqui,
al final de esta 'conferencia, me gustaría déstacar algo que a ve­
ces· se olvida en la vida intelectual. No háy' ninguna cosa que se
llama «filosofía política». Siendo un hábito de la intelJgencia, la
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F REDERICK D. WILHELMSEN
filosofía -sea aquella especulativa o práctica-es la determina·
ción de un sujeto, el hombre
de carne y hueso como dijo Unamu­
no, el sujeto del ser como dijo Santo Tomás, el único hombre
que hay. En
cada abstracción de una cualidad humana, de un há­
bito, queda detrás pero sin desaparecer el hombre que conoce, el
hombre que subsiste en el ser con tcidas sus circunstancias ( como
diría Ortega). La filosofía política entendida como un cuerpo de
doctrina en sí no existe. ¡Ningún cuerpo de doctrina subsiste,
existe! Una doctrina es una red de juicios, de verdades, y esta
red existe en uno o más hombres que ejercen los juicios, hacen
las conclusiones, ordenan las cosas.
Aunque podemos
-y hasta cierto punto tenemos qu~ abs­
traernos . de las personas que filosofan, cada hombre que filosofa
tiene que darse cuenta de que él es un ser, una persona filoso0
fando. Históricámente los pensadores filosóficos de la política
que destacan en la historia, en gran parte, han sido
políticc,s fra­
casados. Trataban de tener el poder político, pero no podían ha­
cerlo. En la vida política práctica, ninguno consiguió ni el trono
ni el pápel de eminencia gris detrás del trono. (Solamente puedo
pensar en
dos excepciones: los émperadores Marco Aurelio y Ju­
liano el Apóstata: Marco Aurelio era un mal filósofo
y snob;
Juliano era un bufón). Aristóteles tuvo que huir dos veces al
extranjero y, refugiándose en Atenas, dijo secamente, ¡que un
mártir para la filosofía -Sócrates-era suficiente! Aristóteles
murió· en su propia cama. Se pueden leer las obras de Platón en
torno a esta tragedia:
la imposibilidad de que la sabiduría alcan­
ce el poder. La amargura de Platón corre a través de todos sus
diálogos, Si el Poder no se casa con la sabiduría, no hay posibi­
lidad para la felicidad
.del hombre. ¡ Y esta boda nunca se con­
siguel
Plat6ri, Aristóteles y Cicerón ~los tres clásicos paganos de
nuestra tradición sobre la política-'-fracasaron en la vida política
práctica de sus tiempós. Cicerón acabó asesinado,· La filosofía
moderna desde Maquiávelo
buscó el poder y tarde o temprano lo
encontró. Pero los
-clásicos, lio. De una contémplaci6n de sus vidas
posiblemente podemos
aprénder por lo meno$ dos tosa~: Una és
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FIL"OSOFIA. POLITICA Y CIENCIAS POLITICAS
un consejo: «Hombre, si buscas el poder, tienes que decírtelo, por
los menos,
a ti mismo. Pero, si buscas la verdad, no tienes nin­
gún derecho a quejarte si no encuentras el poder».
El consejo pertenece a la tentación perenne de convertir
la
vida filosófica en la acción pofüi.éa. Y a he hablado de esta ten­
tación. ¿No
es ést,i la misma situación indicada por Aristóteles
cuando dijo que
la filosofía política es la rama menos filosófica
que hay, pero la
más humana?
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