Índice de contenidos
Número 385-386
Serie XXXIX
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Dos reflexiones en torno a los confines del derecho
-
Charles Maurras, modelador de una época
-
La crematística
-
La petición de perdón, (San Pedro del Vaticano, 12-III-2000)
-
Memoria y reconciliación: la Iglesia y las culpas del pasado
-
La Iglesia y los pecados del pasado
-
La vocación apostólica del padre Orlandis
-
La muy singular perfidia del soberanismo
-
Permanencia del pensamiento clásico. Las meditaciones de Marco Aurelio
-
Rehabilitación del 11 de septiembre. Homenaje al pueblo catalán
-
- In memoriam
-
Crónicas
-
Festividad de San Fernando 2000
-
Homilía del P. Agustín Arredondo [San Fernando 2000]
-
Discurso de María José Fernández de la Cigoña [San Fernando 2000]
-
Discurso de Antonio Muñoz Junguito. San Fernando, caballero de Santa María. [San Fernando 2000]
-
Las XI Jornadas de la Unidad Católica de los Seglares Católicos Españoles
-
III Premio Elías de Tejada de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
-
-
Información bibliográfica
-
Narcís Juanola Soler: Paseos por la vida y el pensamiento
-
Vida de D. Andrés Manjón y Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María, por un maestro de dichas escuelas
-
Francisco Sanllorente Barragán: La masonería en las Islas Baleares, 1800-1940
-
Salvador Abascal: La espada y la cruz en la evangelización; La verdad sobre Chiapas y el comandante Samuel; El matrimonio; La Inquisición en Hispanoamérica
-
José Antonio de Sobrino: Antonio Amundarain. Desafío y esperanza
-
Federico Súarez Verdaguer: Que los buenos no hagan nada
-
Manuel Soler Palá, M.SS.CC., y Manuel Amengual Batle, M.SS.CC.: Joaquim Roselló i Ferrá, un misionero de corazón
-
Juan Ignacio Fernández Marco, S.J.: La obra social de Vicenta María y los jesuitas
-
Héctor H. Hernández: Valor y derecho
-
Enrique Díaz Araujo: Maritain y la Cristiandad liberal
-
Estanislao Cantero: El concepto de derecho en la doctrina española (1939-1998). La originalidad de Juan Vallet de Goytisolo
-
Francesco Gentile y Pietro Giuseppe Grasso (eds.): Costituzione criticata
-

Autores
2000
La crematística
LA CREMATÍSTICA
POR
ÁLVARO D'ORS
En el primer libro de sus "Politicos", que dedica a la Econo
mía, distingue Aristóteles esta ciencia de la
que él llama Crema
tística (kremastiké). Ya Platón había caracterizado esta téklme
como el arte de hacer dinero, pero es Aristóteles quien señala
bien la diferencia entre esta ciencia y
la Economía.
Como la
polis se compone de familias (1253 b), Aristóteles ve
una correspondencia entre los elementos que componen una y
otras: libres y esclavos; pero
la familia cuenta con dos clases de
libres, los cónyuges y los hijos. En consecu¡,ncia, la Economía
de
la familia (nomos del oikos) consta de tres "relaciones: la despoti
ké sobre los esclavos, la gamiké de los cónyuges, y la teknopoie
tiké
sobre los hijos; es lo que la tradición de los moralistas cris
tianos ha conservado con los nombres de "sociedad eril" (del ser
vicio doméstico), "sociedad conyugal" y "sociedad paterno-filial".
De la Economía, dice Aristóteles, hay
que distinguir "la lla
mada Crematística". Hace, en los capítulos IV-VII, algunas consi
deraciones sobre la
despotiké, entre las que se encuentra la muy
trascendental de que, siendo la vida
praxis y no poiesis, conduc
ta y
no producción, "el esclavo es un servidor para la praxis" y
no un instrumento de producción (1254 a). Sobre este principio
fundamental he insistido
en mis críticas del Capitalismo, pues
éste considera a los trabajadores
-hoy libres, y no esclavos
como destinados a producir más que a servir. Tras estas conside
raciones sobre la esclavitud, pasa Aristóteles
en su capítulo VIII
(1256 a) a distinguir la Economía de la Crematística: la primera se
refiere
al "uso" de los bienes, lo que podemos entender como
Verbo. núm. 385-386 (2000), 383-386. 383
Fundaci\363n Speiro
ÁLVARO D'ORS
"administración", en tanto la segunda, a su "adquisición". Bajo el
concepto de "adquisición" distingue todavía la adquisición según
la naturaleza (1256 b), consistente
en la previsión de aquellos bie
nes que son necesarios para la vida de
la polis o de la oiláa, adqui
sición que entra
en el concepto de la Economía, de la adquisición
sin
lúnites de la riqueza, que es Jo propio de la Crematística: aqué
lla es 'natural", y esta última, en cambio, no lo es (ou physeb, sino
"témica", resultado de
cierta experiencia
témica. Asimismo distin
gue Aristóteles entre
el cambio natural de bienes, cuando se inter
cambian cosas útiles
por otras útiles 'y no más", y el comercio en
que interviene el dinero como medio de valoración para el inter
cambio; aquel trueque de bienes "no es contrario a la naturaleza"
(1257 a), y por eso aquel intercambio sigue perteneciendo a la
Economía, como modo
de completar la "autarquía natural"; sin
embargo, de esa experiencia procede la Crematística. Supone ésta
la intervención del dinero
(nómisma), y éste es su objeto: procu
rarse dinero como manera
de aumentar ilimitadamente la riqueza,
la "poiética de dinero
y riquezas" (1257 b). Asi, dice Aristóteles,
"todos los hombres de negocios aumentan su dinero sin limites".
La confusión entre la adquisición natural de la Economía y la
no-natural de la Crematística se debe a la
que se quiere hacer
entre
"vivir" (to zm) y el "vivir bien" ('tó EÚ zm). Es claro que
Aristóteles (n. 57 b) entiende por 'vivir" el vivir sin mesura; no la
satisfacción natural de la necesidad ordinaria, sino el aumento ili
mitado de los medios para satisfacer todos los posibles apetitos;
en especial, la adquisición de dinero para los "placeres corpora
les". Podemos decir, pues,
que el 'vivir" sin más de Aristóteles es
el de los "vividores",
y el "vivir bien", de los "honestos".
Si la Economía procura la felicidad, y ésta no consiste en la
riqueza, la Crematística anhela la riqueza que favorece el placer:
aquélla
es eudemonística y la segunda es hedonística.
Con el fin de satisfacer el placer de lo superfluo, se perturba
el fin de los bienes, contra su destino natural,
y toda la actividad
humana se endereza a la adquisición del dinero como propio
y
único fin de la vida placentera.
Es curioso advertir cómo, en tanto, para Aristóteles, el "vivir
bien" es vivir conforme a la naturaleza y no según los apetitos
Fundaci\363n Speiro
LA CREMATÍSTICA
desordenados, los capitalistas modernos han tergiversado ese
concepto al erigir ¡el "bienestar" o "welfare' en el principio fun
damental de su ciencia; pero no se trata ya del vivir razonable
mente feliz, sino
de la máxima producción y máximo consumo
como ideal de
la vida. Han confundido la Econonúa de la admi
nistración de bienes según las necesidades naturales
con una
Crematística de desarrollo ilimitado de una riqueza destinada al
goce ilimitado de la vida.
Así el Capitalismo convierte al hombre en un instrumento de
producción, contra lo que Aristóteles
de su época, pero, al mismo tiempo, en un voraz consumidor,
también contra la idea más elemental de la naturaleza humana.
Es una más de las contradicciones en que incurre; como otra es
la de que, al aumentar excesivamente la producción, viene a caer
en el desempleo laboral; o la de defender la competitividad y
facilitar, al mismo tiempo, el monopolio. Pero la raíz de toda la
falacia capitalista está
en el principio de que el dinero está desti
nado a reproducirse: la usura.
Con toda consecuencia, Aristóteles condena toda usura (
obo
Jostatiké) como contraria a la naturaleza de las cosas, concreta
mente, a la del mismo dinero (1258 b). Porque el dinero tiene
como fin el servir para el intercambio de bienes y
no el de repro
ducirse, como parto
(tókos) de sí mismo; los intereses del dinero
son, pues, "hijos del dinero"
(nómisma nomísmatos). Son, por lo
tanto, el modo
de adquisición más contrario a la naturaleza, y,
por ello, justamente odiado.
A esta misma conclusión
debe llegar la teoría jurídica no per
turbada por la influencia crematística. Porque, siendo el dinero una
cosa consumible, cuyo fin es su consumición jurídica, el "gastarse",
y
no siendo posible que las cosas destinadas al consumo se repro
duzcan en forma de frutos, se concluye que el dinero no puede
prbducir más dinero, a modo
de fruto civil, es decir, de "renta".
No se tratra aquí de
poner un límite al préstamo de interés,
como
ha hecho la doctrina tradicional, sino de negar que el inte
rés sea
fruto del dinero prestado; la consecuencia principal de
esto está en negar que el inversionista aporte a la sociedad un
bien productivo que le pueda justificar como "socio"; siendo así
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Fundaci\363n Speiro
ÁLVARO D'ORS
que sólo es un prestamista, un acreedor que queda fuera de la
sociedad empresarial.
Si el préstamo va acompañado de una obligación de intere
ses, tenemos
una promesa que aumenta la cantidad prestada en
razón del aplazamiento de su devolución, casi como una pena,
, aunque convencional, por el retraso; es la misma razón que jus
tifica los intereses moratorios
que puede fijar un juez, o el ·
aumento del precio de
una compraventa por el convenio de su
pago
"a plazos", porque también el precio aplazado es dinero
acreditado, es decir, prestado.
Lo que aquí importa dejar aclarado es que el dinero, por su
misma naturaleza de bien consumible, no puede, en buena medi
da, rentar intereses.
El fraude doctrinal a esta evidencia juridica puede atribuirse
a la Ética calvinista
y, concretamente, a Demoulin, que llegó a
negar el carácter consumible del dinero
por la engañosa razón de
que las monedas no se consumen ffsicamente por su uso, sin dis
tinguir que la consumibilidad puede ser, no sólo fisica, sino tam
bién juridica. Pero su doctrina
ha sido fundamental para toda la
Ética económica de la modernidad.
La palabra latina reddere significa "dar algo en propiedad a
alguien".
La lengua española deriva de ella dos verbos distintos:
"rendir" y "rentar".
El objeto propio de "rendir" son los "servi
cios";
el de "rentar", el "dinero". Tenemos en esta distinción la
misma
que debe hacerse entre los "servicios" de la Economía y
las "rentas" de la Crematística, e, indirectamente, entre la felici
dad y el placer: un gran reto para el hombre de nuestro tiempo.
El Capitalismo, partiendo de que el dinero ha de rentar, no
sólo ha erigido al dinero -un dinero ya abstracto, no corporal
en patrón y medida del valor de todas las cosas, sino en estímu
lo y fin de toda la actividad humana. De este modo, el hombre
ha dejado de ser considerado
por sus "virtudes", para serlo por
la rentabilidad de sus "valores". Consecuentemente, la "filosofü
de los valores"· debe ser entendida como la propia del Capitalis
mo. Cuando hoy se habla tanto de "valores",
no conviene olvidar
la genealogía y la malicia de este concepto, incluso, para seguir
la expresión de Carl Schmitt, su "tiranía".
Fundaci\363n Speiro
POR
ÁLVARO D'ORS
En el primer libro de sus "Politicos", que dedica a la Econo
mía, distingue Aristóteles esta ciencia de la
que él llama Crema
tística (kremastiké). Ya Platón había caracterizado esta téklme
como el arte de hacer dinero, pero es Aristóteles quien señala
bien la diferencia entre esta ciencia y
la Economía.
Como la
polis se compone de familias (1253 b), Aristóteles ve
una correspondencia entre los elementos que componen una y
otras: libres y esclavos; pero
la familia cuenta con dos clases de
libres, los cónyuges y los hijos. En consecu¡,ncia, la Economía
de
la familia (nomos del oikos) consta de tres "relaciones: la despoti
ké sobre los esclavos, la gamiké de los cónyuges, y la teknopoie
tiké
sobre los hijos; es lo que la tradición de los moralistas cris
tianos ha conservado con los nombres de "sociedad eril" (del ser
vicio doméstico), "sociedad conyugal" y "sociedad paterno-filial".
De la Economía, dice Aristóteles, hay
que distinguir "la lla
mada Crematística". Hace, en los capítulos IV-VII, algunas consi
deraciones sobre la
despotiké, entre las que se encuentra la muy
trascendental de que, siendo la vida
praxis y no poiesis, conduc
ta y
no producción, "el esclavo es un servidor para la praxis" y
no un instrumento de producción (1254 a). Sobre este principio
fundamental he insistido
en mis críticas del Capitalismo, pues
éste considera a los trabajadores
-hoy libres, y no esclavos
como destinados a producir más que a servir. Tras estas conside
raciones sobre la esclavitud, pasa Aristóteles
en su capítulo VIII
(1256 a) a distinguir la Economía de la Crematística: la primera se
refiere
al "uso" de los bienes, lo que podemos entender como
Verbo. núm. 385-386 (2000), 383-386. 383
Fundaci\363n Speiro
ÁLVARO D'ORS
"administración", en tanto la segunda, a su "adquisición". Bajo el
concepto de "adquisición" distingue todavía la adquisición según
la naturaleza (1256 b), consistente
en la previsión de aquellos bie
nes que son necesarios para la vida de
la polis o de la oiláa, adqui
sición que entra
en el concepto de la Economía, de la adquisición
sin
lúnites de la riqueza, que es Jo propio de la Crematística: aqué
lla es 'natural", y esta última, en cambio, no lo es (ou physeb, sino
"témica", resultado de
cierta experiencia
témica. Asimismo distin
gue Aristóteles entre
el cambio natural de bienes, cuando se inter
cambian cosas útiles
por otras útiles 'y no más", y el comercio en
que interviene el dinero como medio de valoración para el inter
cambio; aquel trueque de bienes "no es contrario a la naturaleza"
(1257 a), y por eso aquel intercambio sigue perteneciendo a la
Economía, como modo
de completar la "autarquía natural"; sin
embargo, de esa experiencia procede la Crematística. Supone ésta
la intervención del dinero
(nómisma), y éste es su objeto: procu
rarse dinero como manera
de aumentar ilimitadamente la riqueza,
la "poiética de dinero
y riquezas" (1257 b). Asi, dice Aristóteles,
"todos los hombres de negocios aumentan su dinero sin limites".
La confusión entre la adquisición natural de la Economía y la
no-natural de la Crematística se debe a la
que se quiere hacer
entre
"vivir" (to zm) y el "vivir bien" ('tó EÚ zm). Es claro que
Aristóteles (n. 57 b) entiende por 'vivir" el vivir sin mesura; no la
satisfacción natural de la necesidad ordinaria, sino el aumento ili
mitado de los medios para satisfacer todos los posibles apetitos;
en especial, la adquisición de dinero para los "placeres corpora
les". Podemos decir, pues,
que el 'vivir" sin más de Aristóteles es
el de los "vividores",
y el "vivir bien", de los "honestos".
Si la Economía procura la felicidad, y ésta no consiste en la
riqueza, la Crematística anhela la riqueza que favorece el placer:
aquélla
es eudemonística y la segunda es hedonística.
Con el fin de satisfacer el placer de lo superfluo, se perturba
el fin de los bienes, contra su destino natural,
y toda la actividad
humana se endereza a la adquisición del dinero como propio
y
único fin de la vida placentera.
Es curioso advertir cómo, en tanto, para Aristóteles, el "vivir
bien" es vivir conforme a la naturaleza y no según los apetitos
Fundaci\363n Speiro
LA CREMATÍSTICA
desordenados, los capitalistas modernos han tergiversado ese
concepto al erigir ¡el "bienestar" o "welfare' en el principio fun
damental de su ciencia; pero no se trata ya del vivir razonable
mente feliz, sino
de la máxima producción y máximo consumo
como ideal de
la vida. Han confundido la Econonúa de la admi
nistración de bienes según las necesidades naturales
con una
Crematística de desarrollo ilimitado de una riqueza destinada al
goce ilimitado de la vida.
Así el Capitalismo convierte al hombre en un instrumento de
producción, contra lo que Aristóteles
también contra la idea más elemental de la naturaleza humana.
Es una más de las contradicciones en que incurre; como otra es
la de que, al aumentar excesivamente la producción, viene a caer
en el desempleo laboral; o la de defender la competitividad y
facilitar, al mismo tiempo, el monopolio. Pero la raíz de toda la
falacia capitalista está
en el principio de que el dinero está desti
nado a reproducirse: la usura.
Con toda consecuencia, Aristóteles condena toda usura (
obo
Jostatiké) como contraria a la naturaleza de las cosas, concreta
mente, a la del mismo dinero (1258 b). Porque el dinero tiene
como fin el servir para el intercambio de bienes y
no el de repro
ducirse, como parto
(tókos) de sí mismo; los intereses del dinero
son, pues, "hijos del dinero"
(nómisma nomísmatos). Son, por lo
tanto, el modo
de adquisición más contrario a la naturaleza, y,
por ello, justamente odiado.
A esta misma conclusión
debe llegar la teoría jurídica no per
turbada por la influencia crematística. Porque, siendo el dinero una
cosa consumible, cuyo fin es su consumición jurídica, el "gastarse",
y
no siendo posible que las cosas destinadas al consumo se repro
duzcan en forma de frutos, se concluye que el dinero no puede
prbducir más dinero, a modo
de fruto civil, es decir, de "renta".
No se tratra aquí de
poner un límite al préstamo de interés,
como
ha hecho la doctrina tradicional, sino de negar que el inte
rés sea
fruto del dinero prestado; la consecuencia principal de
esto está en negar que el inversionista aporte a la sociedad un
bien productivo que le pueda justificar como "socio"; siendo así
385
Fundaci\363n Speiro
ÁLVARO D'ORS
que sólo es un prestamista, un acreedor que queda fuera de la
sociedad empresarial.
Si el préstamo va acompañado de una obligación de intere
ses, tenemos
una promesa que aumenta la cantidad prestada en
razón del aplazamiento de su devolución, casi como una pena,
, aunque convencional, por el retraso; es la misma razón que jus
tifica los intereses moratorios
que puede fijar un juez, o el ·
aumento del precio de
una compraventa por el convenio de su
pago
"a plazos", porque también el precio aplazado es dinero
acreditado, es decir, prestado.
Lo que aquí importa dejar aclarado es que el dinero, por su
misma naturaleza de bien consumible, no puede, en buena medi
da, rentar intereses.
El fraude doctrinal a esta evidencia juridica puede atribuirse
a la Ética calvinista
y, concretamente, a Demoulin, que llegó a
negar el carácter consumible del dinero
por la engañosa razón de
que las monedas no se consumen ffsicamente por su uso, sin dis
tinguir que la consumibilidad puede ser, no sólo fisica, sino tam
bién juridica. Pero su doctrina
ha sido fundamental para toda la
Ética económica de la modernidad.
La palabra latina reddere significa "dar algo en propiedad a
alguien".
La lengua española deriva de ella dos verbos distintos:
"rendir" y "rentar".
El objeto propio de "rendir" son los "servi
cios";
el de "rentar", el "dinero". Tenemos en esta distinción la
misma
que debe hacerse entre los "servicios" de la Economía y
las "rentas" de la Crematística, e, indirectamente, entre la felici
dad y el placer: un gran reto para el hombre de nuestro tiempo.
El Capitalismo, partiendo de que el dinero ha de rentar, no
sólo ha erigido al dinero -un dinero ya abstracto, no corporal
en patrón y medida del valor de todas las cosas, sino en estímu
lo y fin de toda la actividad humana. De este modo, el hombre
ha dejado de ser considerado
por sus "virtudes", para serlo por
la rentabilidad de sus "valores". Consecuentemente, la "filosofü
de los valores"· debe ser entendida como la propia del Capitalis
mo. Cuando hoy se habla tanto de "valores",
no conviene olvidar
la genealogía y la malicia de este concepto, incluso, para seguir
la expresión de Carl Schmitt, su "tiranía".
Fundaci\363n Speiro