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Número 385-386

Serie XXXIX

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Narcís Juanola Soler: Paseos por la vida y el pensamiento

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Narcís Juanola Soler: PASEOS POR LA VIDA
Y EL PENSAMIENTO r,
El profesor Nards Juanola, catedrático de Filosofía del l. B.
"Santiago Sobrequés" de Girona, es el autor de esta original obra,
constituida
por cien breves artículos, con titulas muy sugestivos,
que pueden leerse aisladamente y sin seguir orden alguno. Sin
embargo, tienen varios hilos conductores. Uno general, expresa­
do por el titulo de la obra: su referencia a la vida cotidiana actual
y
al pensamiento o cultura de nuestros días. Si pasear es andar,
principalmente
al aire libre, por hacer ejercicio, lo que es siem­
pre agradable, el
Dr. Juanola invita en un clima de total libertad,
de
no estar encerrado en ideologías, modas, prejuicios o influen­
cias de los medios de comunicación, a realizar la actividad de
pensar
por propia cuenta, que es igualmente muy grata. Sus
escritos son como orientaciones, basadas sobre todo
en el senti­
do común, para hallar la ruta mejor.
Otra ordenación, quizás
no tan patente, es la de presentar los
distintos
articulas, que son como los mojones kilométricos del
camino, siguiendo el orden
de las distintas partes de la Filosofía.
Si se leen según su sucesión de la obra, se tiene una visión com­
pleta de los temas generales, que tiene por objeto la investiga­
ción filosófica, incluso de su historia. Siempre el lector enéontra­

una valoración objetiva, presentada de una forma amable y
atrayente, que recuerda mucho a Jaime Balmes.
La obra tiene por
todo ello un gran valor pedagógico, al igual que otras publicadas
e) Girona, Troa Librerías, 2000, pág. 505, cm. 15 x 20, ISBN: 84-607-0138-7
CTroa Librerías, Librería Nebli, Serrano, 80, 28006 -Madrid, Tel.: 94-423 57 55; Fax:
91 578 06 51; www.troa.es; e-mail: nebli@troa.es).
Verbo, núm. 385-386 (2000), 497-528. 497
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por su autor, como Atenea-3. 0 BUP (Edit. Dossat, 1986), Atenea­
COU
(Edit. Dossat, 1987), y Ortega y Gasset, Ensayo sobre "Histo­
ria como
sistema· y "El tema de nuestro tiempo" (Emesa, 1983).
Se advierte, antes de iniciar los "paseos", en un prólogo
-que, por su densidad y profundidad, quizás habría que leer
después de la lectura de toda
la obra-, que: "Alguien podría
pensar, siguiendo los pasos de
un existencialismo ateo, que la
postura más lógica es la de aquel 'paseante' que hace camino al
andar, paso a paso. Pero. ¿hacia dónde se encamina?
Si no hay
'norte' ni
'guía' alguno, entonces, ¿por qué no anda al revés, hacia
atrás?, ¿por
qué no hacia la derecha?, ¿por qué no a la izquierda?,
¿por
qué no se queda quieto?" (pág. 15).
Todavía, añade:
"Se podría pehsar que es suficiente 'pasear'
disfrutando de lo
que se va presentando, de lo que la vida nos
va ofreciendo y cuando nos lo ofrece, como si mirásemos por un
caleidoscopio. Este 'pasear por pasear' conduce al nihilismo de
este
fin de siglo. Es la vida estética que la postrnodernidad pre­
senta como única actitud posible:
El pensamiento débil de quien
no cree en ninguna verdad absoluta ni universal. Pero, entonces
¿cómo es posible entablar un diálogo caulquiera si todo es pura
diferencia individual y momentánea, si no hay verdades comunes
a todos los seres humanos
que los aúnen como hermanos? Pero,
¿puede haber 'hermanos' sin
un mismo 'Padre'?" (pág. 18).
Estas cuestiones se plantean
al hombre de nuestros días, por­
que:
"El 'antidogmatismo' actual, ha conducido al hombre más
allá del agnosticismo, hasta caer
en el relativismo escéptico. Éste,
a su vez, se ha cambiado en cinismo y, fin,;1.lmente, se ha vuelto
nihilista. De la razón que todo lo explica (racionalismo deísta)
hemos pasado a la razón
que no explica nada. Ya ni siquiera lo
pretende:
La duda y el convencionalismo práctico actuales vienen .
a ser los modos más dogmáticos, acríticos e irracionales de con­
cebir la razón humana" (pág. 493).
Sin embargo, el hombre actual, como siempre, busca la ver­
dad, la respuesta
al sentido de toda la realidad. Como ha escrito
Juan Pablo
II, en la Fides et ratio, el ser humano desea obtener
respuesta
a: "Las preguntas de fondo (. .. ) ¿quién soy? ¿de dónde
vengo y a dónde voy? ¿por
qué existe el mal? ¿qué hay después
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de esta vida?". De ellas: "depende la orientación que se dé a la
existencia". Además: "Cuanto más conoce la realidad y el mundo
y más se conoce a
si mismo en su unicidad, le resulta más urgen­
te el
interrogante sobre el sentido de las cosas y sobre su propia
existencia" (Introd.
1). El hombre no puede vivir alejado total­
mente de la verdad, porque: "incluso cuando la evita, siempre
es
la verdad la que influencia su existencia; en efecto, él nunca
podrfa fundar la propia vida sobre la duda, la incertidumbre, o la
mentira, tal
existencia estaría continuamente amenazada por el
miedo y
la angustia. Se puede definir, pues, al hombre como
aquél que busca la verdad' (Ill, 28).
La relación del hombre con la verdad es esencial. Por ello,
escribe el
Dr. Juanola que: "Todo 'paseo' tiene una meta, un fin ... ,
¿pasearíamos sin
éP Pasear por pasear es una quimera, una
manera de escurrir la cuestión principal que hace inútil 'la vida y
el pensamiento', ya que ignora el '¿por qué? e inhabilita el mere­
cimiento del 'descanso', saciar del todo
la sed de felicidad en una
fuente e tema" (pág. 495).
El hombre tiene una aptitud metafísica por la que se ve soli­
citado a buscar sentido a su vida. Esta necesidad la concreta el
profesor Juanola
en lo que denomina las "tesis básicas", y que
considera que son las diez siguientes: l. "El hombre es capaz de
verdad";
2. "El punto de vista filosófico no es el científico o eco­
nómico, sino el metaffsico, no
es un punto de vista parcial o par­
ticular, sino universal y comprensivo;
3. "Hay un orden de racio­
nalidad legible
por la razón humana y universalmente válido"; 4.
"Se puede construir una metaffsica partiendo de la experiencia y
utilizando
la capacidad de pensar. Es un 'mal camino' para 'pase­
ar'
el materialismo; 5. "Hay que distinguir el saber filosófico del
científico-experimental y afirmar la autonomía del momento
teo­
rético-comprensivo; 6. "El hombre no es un momento del proce­
so evolutivo de la historia (historicismo), cerrado a toda trascen­
dencia moral y religiosa"; 7. Se
puede demostrar la existencia de
un Dios creador a partir del mundo y/o del hombre"; 8. Existen
leyes naturales y principios morales derivados de las mismas
que
son el fundamento del Derecho y la base de la justicia"; 9. "El
hombre es una persona, un ser individual de naturaleza racional,
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INFORMACIÓN BIBL/OGRÁF!GA
libre, espiritual e inmortal"; 10. "Hay que considerar al hombre y
lo humano
en toda su integralidad y plenitud, cuerpo y alma,
individual y social" (págs. 493-494).Podría todavía sintetizarse
más
el contenido de las más de quinientas paginas, que ocupa la
obra de Juanola, indicando que están situadas sobre tres coorde­
nadas: la defensa de la naturaleza humana, del carácter personal
del hombre y de su capacidad de alcanzar
el bien ético, que no
hace más que expresar como deber moral la inclinación natural
a
la verdad y al bien. Frente al kantismo se afirma que: "Es obvio
que todo ser humano desea ser feliz y que hay un amor natural
del propio ser hacia
si mismo sin que ello implique egoísmo
alguno. Éste se da cuando
uno se ama a sí mismo por encima o
a costa de los demás,
pero no cuando es bien entendido. Si
no me amo a mí mismo, ¿cómo podré darme a los demás?"
(pág. 2o6).
Se concluye, por ello, que: "La búsqueda del bien y
de la felicidad no es necesariamente egoísta. El hecho de que los
anhelemos,
no es porque los deseos que provienen del mundo
material nos gobiernen y determinen, haciéndonos interesados,
sino porque como seres humanos estamos abiertos
al bien (no
sólo a 'un' bien) es decir, al infinito, del cual tenemos necesidad,
ya que no hay nada en este mundo finito y temporal que pueda
aquietar la sed de absoluto que, naturalmente, todos tenemos"
(págs. 206-207).
El libro no sólo se mueve en el orden de los principios y tesis
generales, sino
que también se ocupa de los temas más concre­
tos y singulares.
Así, por ejemplo, se lee: "Mucha gente hace con­
cesiones a los males sociales para no chocar con nadie y, así,
hacer gala de espíritu democrático, como si la democracia estu­
viera reñida con determinados valores y bienes universales, como
si
no pudieran darse convicciones firmes que fundamenten el
bien común. Con esto se hace un flaco favor al espíritu demo­
crático. Decir
si a todo y a todos, seguir la corriente, preconizar
una no-violencia como no-resistencia
al mal, es dar pie a un paci­
fismo pasivo
que renuncia a defender el bien y hace dejación de
los deberes morales
que incumben al hombre. Hay una no-vio­
lencia constructiva
que impele a cumplir con el propio deber y
reprimir los abusos para edificar
la paz. La resistencia, la fortale-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
za, la valentía, el 'dar la cara', el 'mojarse', no son sino señales de
hombría de bien" (pág. 280).
La tolerancia, como decía Balmes, es "el sufrimiento de una
cosa que se conceptúa mala, pero que se cree conveniente dejar­
la sin castigo (
... ) la idea de tolerancia anda siempre acompaña­
da
de la idea de mal (El protestantisnío comparado con el catoli­
cismo,
34) Puede parecer, dado que es un deber moral el res­
petar las opiniones
de los demás, que hay que respetar también
los errores. Por supuesto, que
deben respetarse las personas que
los profesan, incluso suponer su buena intención. Lo que no es
' respetar un error. Como todos los males, los errores no se respe-
tan, sino que se toleran. Hay obligación de rechazar el mal, pero
si de este rechazo sigue
un mal mayor, entonces la prudencia
hace
que se tolere o se sufra. La tolerancia tiene, por tanto, un
valor indirecto, el de impedir mayores males. Sin embargo, es
una opción por el mal menor, porque no hay una opción propia
positiva por el
mal, simplemente se soporta el mal de otros.
Explicaba Victorino
Rodriguez que: "Como reacción a formas
desmedidas de intolerancia o como índice de
un libertismo irres­
ponsable es frecuente
en nuestros días presentar la tolerancia
como
un ideal, sin discernir entre el bien a practicar y el mal a
tolerar.
La libertad para el mal a cuenta del derecho del bien. Lo
que no deberla ser más que una cesión accidentaria a la permi­
sión del
mal se ofrece como un principio de plenitud democráti­
ca. Y no es así. En el dictamen de recta conciencia opera a veces
el factor tolerancia del mal menor para no impedir mayores bie­
nes o para impedir mayores males.
No se trata entonces de ele­
gir el mal menor, sino de permitir o tolerar el mal o penalidad
menor"
(Estudios de Antropología teológica, págs. 148-149). No se
puede elegir el mal nunca, ni para hacer el bien. La finalidad no
cambia nunca el mal por bien. Según Santo Tomás: "Dios no
quiere que se haga el mal, ni quiere que no se haga; lo que quie­
re
es permitir que se haga. Y esto es bueno" (Summa lheologiae,
I, q. 19, a. 9, ad 3).
Todavía es posible encontrar cuestiones más concretas como
la celebración actual en España de las fiestas de Navidad. Nota el
filósofo gerundense que: "Las Navidades se han secularizado, al
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igual que la Semana Santa. Todo está dirigido a que la gente con­
suma, viaje, gaste y se divierta. Curiosamente, se conservan los
nombres, aunque sus contenidos no tienen ningún valor sacro.
¿Es que la gente no se atreve a decir claramente que sólo les
importa el asueto y el consumo?".
Su conclusión, que como todas
las demás, es esperanzada y optimista, porque, "Por la calle,
por
teléfono, a través de una postal, la gente se felicita las Navidades.
En muchos hogares se sigue celebrando.
Es imposible ignorar la
felicidad y la alegría navideñas. Parece algo impensable intentar
borrarlas de la conciencia
de la sociedad. Quizás el ser humano,
en su interioridad, está sediento de esa Luz que sin espectáculo,
empezó a iluminar desde Belén a todos los hombres de
buena
voluntad (. .. ) La 'gran alegria' que el ángel anunció a los pasto­
res es la misma que las Navidades, quiérase o no, incluso aqué­
llas
que se desvirtúan por el consumismo, anuncian a todos los
corazones sedientos de paz" (pág. 492).
Por último, hay
que destacar asimismo que los temas trata­
dos, ya sean generales o particulares, siempre son de gran impor­
tancia y de actualidad. Asi, por ejemplo, en uno de los artículos
dedicados a la procreación humana y a la bioética, afirma
que,
"Del tratamiento de la sexualidad sin procreación, una vez se ha
desacralizado y deshumanizado la sexualidad, se ha pasado a su
comercialización y se han abierto paso los negocios
de la pomo­
grafia y los paraísos artificiales de una sexualidad fria y desper­
sonalizada,
una especie de amor 'light', a bajo precio, ligero,
inconsistente, voluble, frívolo, sin contenido, que produce
un
placer sin alegría, un bienestar sin felicidad y una sexualidad que
no sabe hablar el único lenguaje válido, el del amor" (pág. 328).
Muchas de estas páginas
de moral familiar, recuerdan a algu­
nas
de Lanza del Vasto. En Approches de la vie Jntérieure, en
1962, escribia con respecto a lo lascivo, que, "El mal es pensar en
ello continuamente. Pensar en ello continuamente, es hacerlo
una idea fija, una obsesión (. .. ) Insistimos en esta, que hay que
abolir el pensamiento del sexo o pensarlo a fondo.
Si no sabe­
mos pensarlo a fondo, pensaremos
en él constantemente y ten­
dremos
un gusano dentro, un demonio en el corazón. Pero si
sabemos pensarlo a fondo no podremos pensar en ello cons-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
tantemente y seremos liberados del Demonio por el dedo de
Dios. Y ¿qué es pensarlo a fondo?
Es pensar que es sagrado, dedi­
cado a
una función sagrada, estrechamente ligado a la vida, a la
perennidad de la vida, a
la naturaleza, a la creación, al mismo
acto del Creador.
Es una verdad primordial".
Explica
el pensador italiano que: "Un antiguo proverbio
narrado
por Platón, dice que el estupor delante de la muerte es
el comienzo de la Filosofia. Haré otro paralelo, escuchadlo bien:
la admiración delante del acto de amor y del acto
de engendrar
es el comienzo de
la Religión. Aquí el misterio de la vida golpea
y confunde la razón, aquí la vida revela su trascendencia; el
amor, su esencia
divina( ... ) Fuera de estas perspectivas sagradas,
no hay para el sexo más que profanación, blasfemia, escarnio,
bajeza, porquería".
Describe seguidamente cuatro confusiones muy extendidas,
igualmente notadas por nuestro autor. La primera es "Ver en el
desenfreno una venganza de la naturaleza contra los tabús tradi­
cionales, las conveniencias burguesas, los falsos pudores, las
inlúbiciones del miedo, las debilidades sentimentales". Por el
contrario: "La lujuria no es una necesidad de la naturaleza, sino
un pecado contra la naturaleza. El deseo natural no es lujuria ni
es,
por si mismo, un pecado. El pecado es darle libre curso cuan­
do no es preciso hacerlo o bien no darle cuando habrá que
hacerlo. La lujuria es una especulación sobre el deseo y el placer.
Ningún animal
no es capaz de esta especulación".
Apunta seguidamente
un segundo: "Creer que el desenfreno
sea
una consecuencia de los derechos de la persona, una libre
expansión,
un paso a la felicidad, una liberación del amor, una
reacción valerosa contra las presiones sociales". Y, sin embargo:
"La lujuria es una ofensa a la persona, un impedimento mayor
para la caridad,
un pecado contra el amor, una destrucción de la
felicidad, y hasta, a la postre, del placer.
Es una esclavitud, no
una liberación. Queda tributaria de los perjuicios corrientes; sólo
viola las presiones sociales
por tal de llegar los encadenamientos
de la bajeza".
En realidad, es
un ídolo. "La Biblia habla frecuentemente de la
idolatría como de
una prostitución, de donde se puede extraer
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que la lujuria es una idolatría". Como todos los !dolos no es un
ser personal, es un objeto. "Aquello que se adora es el sexo (. .. )
El portador del sexo no importa, siempre que lo lleve bien; otro
portador
hada el mismo servicio". Además: "Este ídolo es un falso
dios e incluso
un falso ser. Porque no existe en ninguna parte un
sexo que subsista por el mismo: es un monstruo de la imagina­
ción
(aquí se levanta la hierba de la locura). Real solamente lo es
la persona, no la persona en tanto que sexo. El amor es el amor
de la persona como a tal y la caridad el amor del bien de la per­
sona. Por eso,
la lujuria excluye el amor y la caridad".
Desde consideraciones parecidas,
que revelan que "la lujuria
pulula
en las épocas de decadencia y acelera la descomposición
de toda la sociedad atacando
la célula del tejido social, la familia",
el profesor Juanola, puede probar muchas consecuencias prácticas,
olvidadas generalmente
en nuestra época como la de que: "El
amor no puede 'ponerse a prueba'. Se prueban las cosas, no las
personas.
Al poner a prueba el amor, se le quita su elemento bási­
co: La donación mutua y total. Realmente, ¿qué se prueba?, ¿por
cuánto tiempo? ¿cuándo se estará seguro del
todo?" (pág. 323).
Otra consecuencia
es la necesidad del pudor y de la intimi­
dad.
"La ausencia de pudor supone un descuido de la intimidad,
el
no poseerse, el abandonarse y, en el fondo, el no poder ya
compartir con nadie lo
que se es. El pudor del cuerpo significa
que no se está a disposición de cualquiera. Aquí encontramos la
función del vestir
con decencia y recato, que se muestra como
una exigencia de la elegancia. Sin éstas, la persona se desvanece
y ya
no se puede evitar que la atención del otro quede absorbi­
da
por la materialidad corporal, haciendo muy dificil el acceso al
nivel de la personalidad espiritual. De ahí
que sea una hipocre­
sía hablar de la belleza de
una persona impúdica que se deja tra­
tar como objeto o reclamo para el consumo.
Lo impúdico en el
vestir surge cuando, subrayado el sexo, se oculta la persona. El
pudor protege de esta caída en la materialidad, de que la perso­
na se ve reducida
al sexo y al cuerpo, que son sólo partes de la
verdad integral" (págs. 339-340).
A través de estas y otras muchas observaciones prácticas,
Paseos por la vida y el pensamiento intenta dar respuesta a los
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problemas esenciales y profundo del mundo de hoy. "Dada la
ruptura que el pensamiento moderno obró entre Dios y
el
mundo, se trata de recuperar la unidad del hombre, de recon­
quistar el punto
de vista metafisico, la inteligibilidad profunda de
la integralidad humana
por vía racional, sin menoscabar la criti­
ca". Su autor afirma además que: "Sólo desde una consideración
trascendente de la persona,
pueden superarse las manipulaciones
a las
que se ve sometido el ser humano por el mundo de las ide­
ologías reduccionistas" (pág. 495).
En defmitiva, el camino natural y racional,
que queda marca­
do en este libro, no sólo queda abierto a la trascendencia, a la fe,
sino también queda patentizado su insuficiencia. "Dada la debili­
dad congénita del ser humano y
la premura del tiempo de la
vida, sin la
fe, lo que para unos seña una señal de haber elegido
el
buen camino, para otros seña indicio y motivo de duda. Sólo
después de recorrer multitud
de caminos y después de largo
tiempo, unos buenos caminantes
podñan atisbar los signos racio­
nales que hablan indirectamente de la Fuente situada
al final del
camino de la vida. Habñan aprendido
el qué, pero no cómo se
llega a
Ella. Ni siquiera podñan atisbar que esa Fuente es capaz,
por ser divina, de salvar de la muerte al caminante y abrirle una
estancia de plenitud eterna" (págs. 21-22). De alú que concluya
el Dr. Juanola: "Quizás, después de 'pasear por la vida y el pen­
samiento' nos daremos cuenta
de que esa fuente, en Persona, ya
estaba a la vera del camino esperándonos para colmar
con cre­
ces nuestro caminar esforzado, nuestra entrega y nuestra peque­
ñez" (pág. 495).
Paseos por la vida y el pensamiento, podña decirse, no hace
más que seguir la senda que
ha señalado Juan Pablo II en la
reciente encíclica
Ftdes et ratio, al afirmar que: "Es evidente la
importancia que
el pensamiento filosófico tiene en el desarrollo
de las culturas y
en la orientación de los comportamientos per­
sonales y sociales. Dicho pensamiento ejerce una gran influencia,
incluso sobre la teologia y sobre sus diversas ramas,
que no siem­
pre se percibe de manera explícita. Por esto,
he considerado justo
y necesario subrayar
el valor que la filosofia tiene para la com­
prensión
de la fe y las limitaciones a las que se ve sometida cuan-
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
do olvida o rechaza las verdades de la Revelación. En efecto, la
Iglesia está profundamente convencida de
que fe y razón 'se ayu­
dan mutuamer¡te', ejerciendo recíprocamente una función tanto
de examen
critico y purificador, como de estímulo para progre­
sar
en la búsqueda y en la profundización." (Concl. 100). Tam­
bién parece haber acogido los ánimos del Papa:
"a los creyentes
que trabajan
en el campo de la filosofía, a fin de que iluminen
los diversos ámbitos de la actividad humana con el ejercicio
de
una razón que es más segura y perspicaz por la ayuda que reci­
be de la fe" (Concl. 106).
EUDALDO FoRMENf
VIDA DE DON ANDRÉS MANJÓN Y MANJÓN,
FUNDADOR
DE LAS ESCUELAS DEL AVE MARÍA,
POR UN MAESTRO DE DICHAS ESCUELAS(')
Nada más contrario a lo que debe ser una sección de reseñas
bibliográficas
que hablar de un libro que tiene más de medio
siglo y que,
por tanto, no se encuentra en libreñas ni editoriales.
Pero
aun así quiero hacerme eco de esta excelente biografía de
una de las mayores glorias de la Iglesia, de la Pedagogía y de
Espafta
en los siglos XIX y xx.
La figura de Andrés Manjón (Sargentes, Burgos, 1846-Grana­
da, 1923) es tan colosal que cualquier ocasión es buena para refe­
rimos a él y
de todo corazón recomiendo la lectura de cualquier
biografía suya que sin
duda será de aprovechamiento espiritual,
bien
la que estamos comentando, escrita por un íntimo colabo­
rador del canónigo sacromontino que, siguiendo el ejemplo de
humildad
de su maestro, oculta su nombre, bien la más reciente
de Fray Valentín de
la Cruz, o cualquiera otra que haya aparecí-
('") Patronato de las :Escuelas del Ave-María, Alcalá de Henares, 1946, 509
páginas.
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