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Número 385-386

Serie XXXIX

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Manuel Soler Palá, M.SS.CC., y Manuel Amengual Batle, M.SS.CC.: Joaquim Roselló i Ferrá, un misionero de corazón

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Manuel Soler Palá, M.SS.CC. y ManuelAmengual
Batle,
M.SS.CC.: JOAQUIM ROSELLÓ I FERRÁ.
UN MISIONERO DE CORAZÓN
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Dos hijos de la Congregación fundada en Mallorca en 1890
escriben la biografía del fundador, el padre Roselló. Y nos pare­
ce que
es el segundo, Amengua!, autor de otra biografía más
extensa del mismo religioso,
el principal responsable de la obra.
Tras su lectura queda sobrado conocimiento
de este piadoso
y tradicional sacerdote que destacó
en una Mallorca que enton­
ces contaba con
un clero espléndido. Su piedad, su celo por las
almas, sus dotes de predicador y misionero, su sencillez, su obe­
diencia a la jerarquía ... , le configuran como
un claro candidato a
los altares.
Es la suya una santidad sin estridencias, sin nada relevante a
los ojos de los que buscan maravillas, diríamos que
es como un
aroma de santidad que seguía y rodeaba sus pasos sa<::erdotales.
Qué vida más sencilla, agotada sin salir de su bermosa isla.
Apenas
un viaje a Tierra Santa y otro a Roma. Y este último casi
sin noticias del mismo.
El amor a Cristo y al Papa le hicieron alar­
gar sus pasos en dos ocasiones. El resto ... Predicar, confesar, diri­
gir espiritualmente ... Y retirarse, cuando podía y le dejaban, que
era casi nunca, a la soledad
que tanto gustaba para estar con Dios.
Muchos años
en el Oratorio de San Felipe Neri y después,
tras
no pocas dudas vocacionales, la fundación de la Congrega­
ción de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de
María.
La revitalización del monasterio del Uuch y las angustias
de la incautación de sus bienes por el ministro Navarro Reverter,
que llegó a ser excomulgado por el obispo diocesano, Cervera.
Las amenazas de última hora sobre su jovencísima y minúscula
Congregación que le precipitaron a la muerte. Y poco más.
La
vida de un santo y sencillo sacerdote, que no es poco.
(") BAC, Madrid, 1997, 295 págs.
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Pero el libro, desgraciadamente, tiene algo más. En varias
ocasiones nos hemos referido a numerosas biograffas, escritas
por quienes han conseguido averiguar algo, o bastante, sobre el
biografiado pero
que ignoran todo lo relativo al entorno político,
social o religioso del personaje. No
es este el caso. Pero es peor.
Y tampoco único.
Este libro está escrito desde
la insolidaridad. El religioso, o
los religiosos
si es que hay que imputar también responsabilida­
des a Soler, está o están convencidos
de que el fundador, aparte
de las virtudes personales,
era un pobre hombre, inmerso en una
pobre Iglesia, equivocada, desfasada e injusta que, gracias a Dios,
ha sido barrida
por la Iglesia maravillosa de la que ellos son pro­
fetas y protagonistas.
Nos limitaremos a algunos ejemplos.
Las Órdenes religiosas,
antes de la Desamortización, "no eran promotoras de la justicia
con nuevos planteamientos" (pág. 27). ¡Vaya estupidez! El padre
Roselló "no adquiere conocimientos de la lengua ni de la histo­
ria de su propia gente. Sus sermones reflejan más la cultura de
Castilla.
Los pocos textos que en el futuro redactará en catalán,
de cara a la predicación, dejan mucho que desear" (pág. 33).
Y a mi me parece que, sobre todo, reflejaban la cultura de
Dios,
que es la que hoy se echa en falta en tantos predicadores.
La influencia del Hermano Trigueros, jesuita exclaustrado, que
parece una bendición del cielo para hacer santo al padre
Roselló, es considerada excesiva y perturbadora (págs. 38-41).
Sus "recelos" ante la mujer
no son tales sino una sabia norma
de ascesis sacerdotal, entonces universalmente seguida por
todos los buenos sacerdotes y cuyo abandono ha sido causa de
infinitas secularizaciones
hoy (págs. 38-39). Claro que asi se
puede hablar de la "extemporánea modestia y castidad de
Joaquin" (pág. 40),
pero posiblemente sin ellas no tendriamos
al santo sacerdote.
Pésimos también los estudios del fundador
ya que, con ellos,
"se hace casi imposible el diálogo ecuménico y con la sociedad"
(pág. 42). Pero, ¡qué diálogo ecuménico tenia
que establecer el
padre Roselló! Menos mal
que gracias a los estudios del padre
Amengua! y otros
ejusdem furfurts, el diálogo con la sociedad ha
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conseguido secularizar hasta extremos que hace cien años nadie
se podía creer.
Naturalmente, el
padre Rosel!ó, por la nefasta influencia del
Hermano Trigueros, se excedía
en las mortificaciones (págs. 47-
48). leía a los padres Nieremberg y Ribadeneyra, el primero "de
una impostación y dureza ascética desaconsejables" y el segundo
"desavenido
con el sentido común" (pág. 48). Además, tenía gran
devoción al Sagrado Corazón,
con "piedad un poco quejumbrosa,
según la entiende Santa Margarita
María de Alacoque" (pág. 51).
Verdaderamente, el
padre Roselló era un pobre hombre.
Menos mal que para la salvación de Mallorca y de la la Iglesia tene­
mos al padre Amengual.
Lo único que no comprendemos es cómo
este genio ingresó en una Congregación fundada por tal mediocre
y se hace llamar Misionero de los Sagrados Corazones
de Jesús y
de Maria, muestra, sin duda, de una piedad quejumbrosa.
A aquellos eclesiásticos, "acostumbrados a argumentar
en
nombre de los derechos abstractos de la verdad, les pasan desa­
percibidos los derechos concretos
de la persona" (pág. 100), y
"estaban huérfanos de la voluntad y la capacidad que exigen los
tiempos" (pág. 101), voluntad
y capacidad que, sin duda, sobra
en Amengua!, gracias a lo cual aún le cabe alguna esperanza a la
Iglesia y al Sagrado Corazón.
Mal
que le pese al menguado Amengua! -le llamo mengua­
do en comparación con la talla de su fundador y no en otros sen­
tidos
que la palabra pudiera tener-, el padre Roselló fue un inte­
grista,
en la más noble acepción de la palabra, como lo fueron
casi todos los eclesiásticos
de categoría de la época y creo que la
totalidad de los elevados a los altares. La insolidaridad del bió­
grafo
con todo lo que ha hecho grande al fundador es su pro­
blema mental. Pese a todos estos lunares, no de escasa entidad,
de las páginas del libro emerge, pura y limpia, la figura de un
santo sacerdote.
Se considera
que el milagro que lleva a un siervo de Dios a
los altares
debe ser una curación milagrosa de la salud. Tal vez
en este caso se pudiera tener como tal la conversión de la Con­
gregación
que Rosselló fundara a los ideales de su santo funda­
dor. Y
no tiene otra alternativa. La conversión o la muerte. Según
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el Anuario Pontificio de 1974, habla 152 misioneros en todo el
mundo. En el
de 1987 eran sólo 133. Hoy, apenas rebasarán los
100. Es cuestión de muy pocos años que desaparezcan. No per­
derá nada la Iglesia si
no vuelven al carisma del padre Rosselló.
Que no
es el de Amengual.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGO!lrA
Juan lgnacw Fernández Marco, S.].: LA OBRA
SOCIAL DE VICENTA MARÍA YLOS JESUlTAS rl
Libro éste cuya lectura produce una extraña decepción. No
por la maldad intñnseca del mismo, que no la tiene;
ni por haber
sido escrito a vuelapluma y sin estudio,
pues ha requerido traba­
jo e investigación, sino
por su inutilidad. Cierto que a través de
él se pueden seguir la vida y los trabajos, no pocos, de Santa
Vicenta
Maria López Vicuña y su fundación del Servicio Domés­
tico, asi como
.la filiación, claramente ignaciana· del nuevo insti­
tuto religioso. Pero, sobre todo, refleja los numerosísimos con­
tactos, personales o
por escrito, de la madre fundadora con algún
jesuita, la edad de éstos, su cargo u oficio
en el momento, más
una breve nota biográfica de cada uno de ellos, el estado
de
salud de los mismos, sus fallecimientos ...
Algunos se limitaron a predicar algún sermón a las monjas,
otros fueron confesores
de . las mismas, varios, consejeros de
Santa Vicenta
Maria y piezas clave en la fundación.
Cierto que queda
en el texto un reflejo de la psicología de la
madre, de sus angustias, vacilaciones y firmezas, de su fuerte per­
sonalidad ... Pero no
es ese el objeto del libro, que deberla haber­
se titulado,
Jesuitas que se encontraron con la madre López
Vicuña a lo largo de su vida, cuestión realmente de escaso inte­
rés aunque, repetimos, muy trabajada por
el autor.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA CIGO!lrA
e) Universidad de Deusto, Bilbao, 1990, 190 págs.
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