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Número 385-386

Serie XXXIX

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Enrique Díaz Araujo: Maritain y la Cristiandad liberal

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
dices de notable interés. Pedagógico en su concepción sin demé­
rito del rigor y la profundidad es también edificante, pues sus con­
clusiones siempre
son las acertadas para la recta constitución del
orden social y su eficaz subordinación
al espiritual. En este senti­
do, nuestro querido colega Héctor Hernández vuelve a mostrar,
una vez más, la pujanza de los estudios iusfilosóficos
en la América
hispana según la mejor tradición tomista. Enhorabuena, pues, al
profesor Hernández y a nuestra civilización
más viva allá que ·acá.
M.A.
Enrique Diaz Arauja: MARITAIN Y LA
CRISTIANDAD LIBERAL e,
El profesor Enrique Díaz Araujo, colaborador que lo ha sido
de estas páginas, y
que enseña en la Universidad Nacional de
Cuyo,
en Mendoza, Argentina, es uno de los polfgrafos más labo­
riosos y pugnaces del universo del pensamiento tradicional.
Jurista de formación e historiador de vocación, tocado además
por el aguijón de la filosoffa, sus escritos son siempre ricos por
la variedad de sus saberes y firmes por la solidez de sus criterios
y la falta de contemplaciones
con la cultura dominante ambien­
te. Lleva años trabajando
en varios y diffciles volúmenes sobre la
historia de nuestra América en perspectiva jurídica y ahora, en un
alto, dedica este libro sobre Maritain a la memoria del padre Julio
Meinvielle. Tanto esta dedicatoria como el texto que inserta, acto
seguido, y antes de la introducción, a saber, la imposibilidad de
concordia entre Cristo y Belial,
son bien indicativos de las inten­
ciones del profesor Díaz Araujo.
Asi, en la linea del sacerdote
argentino maestro de toda
una generación de escritores, liga a
Maritain con Lammennais
-al que añade también Berdiaeff-y
denuncia la imposibilidad de la llamada Nueva Cristiandad.
(*) Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1999, 208 págs.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
El libro es, pues, una recuperación de muchos temas de la
apologética antiliberal, hoy olvidada, y traídos de forma inteli­
gente y neta.
La lectura del volumen, en este sentido, me ha
hecho honda impresión, pues aunque todo es conocido para el
lector de cierta formación, vuelve a encontrarse (reencontrarse)
lo
que en su dfa se dijo -por voces bien autorizadas-- y hoy se
maquilla respecto de los sedicentes liberalismo católico y demo­
cracia cristiana.
La estela que sigue es, pues, la del padre
Menvielle y la
de Leopoldo Eulogio Palacios o Charles de
Konninck.
Pero, como quiera
que la cuestión que se discute no es eru­
dita o de escuela, sino
que toca lo nuclear del debate filosófico­
político hoy igual
que ayer, traer la referencia de este libro a
nuestros lectores
es poner en primera línea la necesidad de debe­
lar la ideología "personalista" como destructora del orden políti­
co y
de la misma persona y de destacar que la Cristiandad laica
o liberal ni
ha existido, ni existe, ni puede existir. Como escribe
el autor: "Fue una gran quimera, una ilusión¡ pero el humanismo
cristiano como tal nunca cobró cuerpo objetivo. Existieron, exis­
ten, los católicos que desean transar con la Modernidad.
La acu­
mulación
de sus afanes subjetivos ha llenado muchas páginas y
ninguna realidad. Desde
que el principio de no contra¡:licción no
solamente es del plano lógico, sino también del plano metaffsi­
co. Uno se puede imaginar
una eventual conciliación entre quien
cree
en la Verdad del Verbo encarnado y quien no cree en nada
trascendente fuera de su propia divinidad (como se puede ima­
ginar y hasta decir
que quien piensa no existe). Mas tales ilusio­
nes
son intrasladables al mundo real. Por eso es que la ·Cristian­
dad Liberal• es un espejismo, un oSueño de la razón•, cual dijera
Jacques Maritain del sistema
de René Descartes. Y los sueños,
sueños son".
M.A.
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