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Número 385-386

Serie XXXIX

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Vida de D. Andrés Manjón y Manjón, fundador de las Escuelas del Ave María, por un maestro de dichas escuelas

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
do olvida o rechaza las verdades de la Revelación. En efecto, la
Iglesia está profundamente convencida de
que fe y razón 'se ayu­
dan mutuamet;1te', ejerciendo recíprocamente una función tanto
de examen crítico y purificador, como
de estfmulo para progre­
sar
en la búsqueda y en la profundización." (Cond. 100). Tam­
bién parece haber acogido los ánimos del Papa:
"a los creyentes
que trabajan en el campo de la filosoffa, a fin de que iluminen
los diversos ámbitos de la actividad humana
con el ejercicio de
una razón que es más segÜra y perspicaz por la ayuda que reci­
be de la fe" (Cond. 106).
EUDALDO FoRMENf
VIDA DE DON ANDRÉS MANJÓN Y MANJÓN,
FUNDADOR DE LAS ESCUELAS DEL AVE MARÍA,
POR UN MAESTRO DE DICHAS ESCUELAS c·i
Nada más contrario a lo que debe ser una sección de reseñas
bibliográficas
que hablar de un libro que tiene más de medio
siglo y que,
por tanto, no se encuentra en librerías ni editoriales.
Pero
aun así quiero hacerme eco de esta excelente biograffa de
una de las mayores glorias de la Iglesia, de la Pedagogía y de
España
en los siglos XIX y xx.
La figura de Andrés Manjón (Sargentes, Burgos, 1846-Grana­
da, 1923)
es tan colosal que cualquier ocasión es buena para refe­
rimos a él y de todo corazón recomiendo la lectura de cualquier
biograffa suya
que sin duda será de aprovechamiento espiritual,
bien la que estamos comentando, escrita por un íntimo colabo­
rador del canónigo sacromontino que, siguiendo el ejemplo de
humildad de su maestro, oculta su nombre, bien la más reciente
de Fray Valentín de la Cruz, o cualquiera otra que haya aparecí-
("') Patronato de las Escuelas del Ave-Maria, Alcalá de Henares, 1946, 509
páginas.
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do o pueda aparecer sobre el insigne pedagogo que bien pue­
de ser comparado, sin desmerecimiento alguno,
con San Juan
Bosco. No vamos a escribir su
biograf'ia sino una apretada síntesis de
la misma. Cursados sus estudios eclesiásticos
en Burgos y Valla­
dolid y los de Derecho en esta última Universidad, pospuso la
ordenación sacerdotal para dedicarse a la enseñanza. Catedrático
de Santiago y Granada, siempre integérrimo católico,
en esta últi­
ma ciudad decidió
por fin recibir el sacramento del Orden.
A partir de entonces, su vida, hasta el momento acrisolada,
adquirió los rasgos de la verdadera santidad. Fue
un sacerdote
ejemplar tanto
en su canonjía del Sacro-Monte como en su cáte­
dra de la Facultad de Derecho, pero su gloria inmarcesible fue­
ron las Escuelas del Ave-María,
en las que recogió a miles y miles
de niños necesitados. Granada
quedó como sitiada por escuelas
limpias, alegres, modernas, donde gitanillos o "castellanos", todos
pobres o pobrísimos, aprendían a amar a Dios y a España, a leer
y a escribir, y hasta a comer y vestir, porque había
un santo sacer­
dote
que todo lo conseguía y todo lo daba. Instrucción, educa­
ción, comida, ropa y, sobre todo, amor.
Y lo de Granada se extendió por toda España. Y el rey, y los
ministros, y los obispos, y los maestros y todo el mundo le feli­
citaba. Y él se quitaba importancia, como
si nada hubiera hecho.
Sacerdote enamorado del Santísimo, de la Virgen y
de los
niños, su obra fue ingente. Tan ingente
que todos se la recono­
cian, menos él mismo. Cuando murió,
con honores de capitán
general
con mando en plaza, era hijo predilecto de Granada y de
la provincia de Burgos, caballero de la Orden de Carlos
III, Con­
sejero de Instrucción Pública, Gran Cruz de Alfonso
XII. . . y
seguía paseando su sotana y su manteo raídos y desteñidos
por
los soles y las lluvias por su colegiata sacromontina, por la Facul­
tad de Derecho y
por sus amadísimas Escuelas del Ave-María.
Sacerdote de oración y penitencias, antiliberal y patriota,
humilde y caritativo hasta extremos inverosímiles, pedagogo exi­
mio, bien podemos decir de
él lo que pocos años después apli­
cara Eugenio Montes al Canciller Dollfus: murió
en olor de santi­
dad, como los santos, y
en olor de multitud, como los héroes.
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Toda Granada, autoridades y gitanos, ricos y pobres, clérigos
y laicos, subieron al Sacro-Monte para recoger el cadáver que fue
llevado al Ayuntamiento, la Universidad
y la Catedral para regre­
sar después a la iglesia
de sus Escuelas, confundidos el Arzobispo
con el Capitán general, el Rector
de la Universidad con el Gober­
nador civil, el aristócrata
con el gitano, el rico con el pobre.
Todas las campanas
de la ciudad tocaban a muerto. En todos los
ojos brillaban las lágrimas.
Los sacerdotes se turnaban, agotados,
para tocar
en el cadáver objetos piadosos: rosarios, medallas, cru­
ces, estampas ... , calculándose
que pasaron de cien mil los que
se acercaron al cuerpo de don Andrés.
El libro, con numerosas fotografias, está bien escrito y el
amor
por el biografiado es evidente, pero ello no le hace caer en
extremos ahistóricos. Repito: leed la vida de don Andrés Manjón.
Está, si la encontráis,
en alguna libreria de lance, u otra cual­
quiera.
Me lo agradeceréis.
FRANCISCO JOSÉ l'ERNÁNDEZ DE LA C!G01'1A
Francisco Sanllorente Barragán: LA MASONERÍA
EN LAS ISLAS BALEARES, 1800-1940 e•>
Un libro más sobre la masoneria que estudia exhaustivamen­
te, en cuanto a la secta se refiere, las islas de Mallorca, Menorca,
Ibiza y Formentera. Y los resultados son prácticamente los mis­
mos
que hemos mencionado al referirnos a otras provincias que
han sido objeto de estudios semejantes.
Escasfsima militancia, escasfsima perseverancia, escasfsima
influencia social, escas!simo nivel intelectual y profesional. . . Y
permanente anticatolicismo
y republicanismo. Alguna excepción
que pudiéramos mencionar es irrelevante: Gabriel Alomar, Angla­
da Camarasa ...
e} Miguel Font Editor, Palma de Mallorca, 1999.
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