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Número 297-298

Serie XXX

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Origen moral y político de la cuestión social

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RETROSPECTIVA
ORIGEN MORAL Y POLITICO DE LA CUESTION SOCIAL
POR
EVARISTO PALOMAR MALDONADO (*)
El paso del tiempo no hace más que engrandecer el Magiste­
rio. Es lo que ha ocurrido con la encíclica Rerum novarum, de
Le6n XIII. Y con todo, su profundidad, enverg¡,dura y realismo
recobran vuelo a la
luz de los acontecimientos de este fin de siglo
y de milenio. Han transucurridd cien años desde lo que se procla­
maba como realización de la
libertad y ya llamaba a sus puertas
con empuje creciente en la conjunción de las fuerzas proletarias,
y el derrumbe pasmoso, pacífico, espectacular en la falsedad del
paraíso
sdcialista.
¡ Cuántas veces hemos oído y leído en la Historia Sagrada los
hechos prodigiosos de Dios
para con su pueblo! El ambiente criti­
cista e
irónico, elegantemente blasfemo, lo remitía a leyendas fru­
to de una
imaginación transmitida de generación en generación po'.r
mor de alucinaciones colectivas. Nosotrcis hemos visto desplomarse,
sin uso
de arma alguna, sin lucha armada, sin enfrentamiento de
ejércitos, no las murallas de una ciudad, sino
los gruesos muros de
triste
y duro cemento y hormigón de pueblos enteros. Los ojos ató­
nitos del escepticismo de Occidente, que entregaron al oso sibe­
riano la mitad de Europa, no consiguen encajar todavía el hecho.
El año 1989 viene a significar, cien años después,
la vigencia
de
la encíclica Rerum novarum. La profundidad del magisterio de
(*) Universidad Pontificia Comillas (Madrid).
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Fundaci\363n Speiro

EVA.RISTO PALOMAR MALDONADO
Roma, verdadera y única Roca para la civilizaci6n más que europea
universal.
¡ Gracias Iglesia de Cristo, gracias Pedro!' ¡ Gracias por
tu fidelidad al hombre, por tu permanencia al lado de los hombres,
por tu condici6n divina
y sobrenatural manifestada a través de
tu composici6n humana
!
La cuesti6n social es una falsa cuesti6n. Ld cual no quiere de­
cir negaci6n de los hechos, ni, por lo mismo, negaci6n de la lec­
tura generalizada de los hechos. Tampoco de la soluci6n pretendida.
Rectamente enfocado el problema, no se puede examinar
me­
diante una visi6n puramente positiva: la explotaci6n de una clase
social
por otra. Ni por un examen economicista: la propiedad de
los medios de producci6n. Ni en la perspectiva de la política na­
cional: la afirmaci6n frente al exterior. Con todo, un juicio pura­
mente natural empobrece la comprensión
al reducir el sujeto, el
hombre, a un simple factor más.
Todo ello trasluce en las palabras· del Pontífice. Comencemos
por
el final:
«Puesto que la
religi6n es la única que puede curar ta·
dicalmente el
mal, todos deben laborar para que se restauren
las costumbres cristianas, sin las cuales aun las mismas me­
didas de prudencia que se estiman adecuadas servirian de
muy
poco en orden a la solución» (R. N., 41 ).
En efecto, atendiendo a la realidad de las cosas -no hay ac­
ci6n sin contemplación del fin-es evidente que el resultado his­
tórico de las condiciones de trabajo vergdnzosas y radicalmente
antihumanas del proletariado no obedece
al ciego mecanismo na­
tural de las relaciones económico-sociales. Pensar que el cambio
econ6mico fruto de la revoluci6n industrial opera la mutación de
las condiciones sociales,
es sencillamente no pensar. Porque, y pa­
rece mentira que haya necesidad de recordarlo, las empresas, sean
agrarias, industriales o de servicios, son regidas por hombres.
Se
componen de hombres: sujeto siempre del trabajo. Y es la condi­
ción esencialmente moral del hombre la que impone, a su vez, las
condiciones morales del trabajo.
Cuando
se ha escrito que no hay más moral que la de la pro­
pia determinación de la
raz6ll, o aquella que se expresa como auto-
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ORIGEN MORAL Y POLITICO DE LA CUESTION SOCIAL
afirmación de la voluntad autónoma, o simplemente la que se ma­
nifiesta en la satisfacción de los sentidos, o, si se prefiere, no hay
más ley que la de la naturaleza, estd es, como negación de toda
relación moral
más allá de las simples relaciones ~y siempre ac­
cidentales-- del hombre en sociedad, es necesario coincidir en los
planteamientos que tienen como punto · común el utilitarismo.
Y desde los cuales es una petición de principio el carácter esencial
de lucha que afecta a todo lo humand. Precisamente porque
se ha
negado en el punto de partida la condición del todo particular del
hombre: su dignidad, su carácter moral, su conciencia.
Hay, con todo, un segundo dato no menos
importante que el
primero,
y del que la historia presenta un testimonio aplastante:
la negación del fundamento moral de las relaciones sociales ha sido
establecida desde la ocupación del Estado, frutd de
las revolucio­
nes liberales. Esto es, como revolución política.
Por supuesto, aquí
sintetizamos y según se avanzara en su concreta exposición habría
que matizar atendiendo al espacio y el tiempo. Pero no deja de
aparecer comd carácter común. Esto exige una ejemplificación
com­
parativa y una explicación de fondo.
La explicación obedece a la misma teoría revolucionaria cons­
truida sobre la misma entelequia del inmanentismo. Al proclamar
la igualdad natural de todo individuo
-el hombre no es ser social
por
naturaleza-, era necesarid operar prácticamente en la libera­
ción de
los individuos de cualquier atadura con la tradición y las
relaciones sociales,
de manera que pudiera desplegarse según la
autodeterminación de su voluntad
y que por la conjunción de las
posiciones contrarias
se restableciera espontáneamente la armonía
de
la Naturaleza.
De este modo, salimos al encuentro nd sólo del principio de
abstención del Estado
-el manoseado laissez /aire, laissez pas­
ser-, sino de la intervención del Estado, y a través de su .ejecu­
tivo, legislativo y judicial, para liberar al individuo sometiéndolo
a la determinación legal de
la misma razón: la de la soberanía na­
cional. La ley Chapelier de 1791, suprimiendo tddo cuerpo laboral,
es claro exponente. También el Decreto Toreno de 1814, con vi­
gencia plena desde 1836.
La sacralización de la propiedad indivi-
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EVARISTO PALOMAR MALDONADO
dudl por la constitución de 1789, expresa, por lo mismo, la reduc­
ción al proletariado de los que vivían de una consideración social
de los bienes de propiedad, que ligaba a los mismos propietarios.
Todo
lo cual se plasmaba en la absoluta libertad de la voluntad
del individuo a
la hora de pactar, según su pura condición natural.
No cabe, pues, aceptar .un esquema según el cual la cuestión
social
es fruto de la revolución industrial:
RI-----CS
Por el contrario, hay que afirmar que la cuestión social obe­
dece a una revolución del pensamiento que afecta al planteamien­
to moral y a
una revolución política, que se han manifestado en
un desprecio de Dios, autor de la ley natural-moral, y del hombre,
sujeto de la conciencia moral:
RINT ---RP ---CS
Esta revolución, atendidas las circunstancias, se ha manifesta­
do con mayor gravedad al cambiar el marco del trabajo y de la
propiedad
y, en este sentido, tienen mayor o menor incidencia
según el espacio geográfico y las condiciohes naturales de dicho
espacio en que
se ha llevado a cabo. De modo que tendríamos
este otro esquema de trabajo:
RINT ---RP ---(RI/D) ---CS
La revolución intelectual, la crisis de la conciencia europea o
secularización del occidente cristiano, que
trajo consigo el cambio
en la consideración del fin del Estado, bien desde la revolución
industrial, bien desde la desamortización,
ha dado lugar a la cues­
tión social. Desde este marco tampoco tiene dificultad alguna pro­
yectar su carácter internacional al presente, ni el de
los sucesivos
cambios por los avances tecnológicos e informáticos.
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«Despertados el prurito de novedades, que desde hace
ya tiempo agita a los pueblos, era de esperar que el afán de
cambiarlo todo llegara
un día a derramarse desde el campo
político
al terreno, con él colindante, de las cuestiones eco­
nómicas» {R. N., 1).
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ORIGEN MORAL Y POLITICO DE LA CUESTION SOCIAL
Le6n XIII no se limita a rechazar el socialismo como solución.
Declata expresamente que de él
se derivarán males mayores. Tam­
poco presenta una solución económica. Exige expresamente la
rec­
tificación del fin del Estado, y remite a su encíclica Inmortale Dei,
sobre la constitución cristiana de las naciones: «Entendemos aquí
por Estado no el que de hecho tiene tal
d cual pueblo, sino el que
pide la recta razón de
conformidad con la naturaleza, por un lado,
y aprueban, por otro, las enseñanzas de la sabiduría divina» (R. N.,
23). De aquí el rechazo del Estado burgués, la preferente atención
a
los proletarios, la necesatia intervención de la autoridad y el res­
petd a
los derechos de todos por razón del bien común, el princi­
pio social
de asociación y patticipación, las condiciones de trabajo,
la formulación de lo que hoy se conoce como negociación colec­
tiva, cajas de ahorro y previsión social, moderación tributaria, et­
cétera. Y la libertad de poder dar a Dios el culto debido.
Hay con todo un dato más, y que no constituye
ni un simple
aspecto
ni una mera consideración. Una lectura superficial de la
gran encíclica
de León XIII no le prestaría atención. El natura­
lismo que nos invade y ahoga, simplemente lo desprecia. No obs­
tante, es
el punto central de la enseñanza del Pontífice y se revela
como absolutamente esclarecedor. Porque es sorprendente lo que
de hecho ha supuesto la llamada cuestión social: no sólo el envile­
cimiento del hombre en su cuerpd, sino la destrucción del
alma
cristiana de millares y millones de hombres. Es este un dato sig-.
nificativo. Tanto más significativo cuando se cae en la cuenta de
las posiciones jugadas en la moderna etapa de la historia por los
diferentes estamentos y clases sociales.
La revolución intelectual significó la adoración de la propia
razón hecha Dios, frente a la razón divina manifestada en la doble
vía de la naturaleza y de la revelación en Cristo. Políticamente se
impuso
desde
los elementos rectores del orden social: la aristocra­
cia
y las mismas familias reales laboraron sin descanso en este afán.
La riqueza mercantil no trabajatá sino sobre un terrend de pro­
fundos surcos.
La petmanencia de la fe y de hábitos cristianos en
la sociedad lo era principalmente por su afirmación en los esta­
mentos inferiores. Las sucesivas revoluciones terminarán imponien-
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EVARISTO PALOMAR MALDONADO
do, mediante llllll negación consumada, formas de vivir humanas
-léase en el sentido de San Agustín-a los proletarios, futura
carne de cañón explotada
y financiada por los mismos explota­
dores.
De esta forma, se revela la magnífica potencia descristianiza.
dora del liberalismo.
Su real potencia y fuerza destructora de
cualquier presencia de Cristo y de la justa
razón humana entre los
hombres. Es sorprendente la última vocación de todas las fuerzas
sociales a la coustrucción
de la sociedad liberal y democrática ...
También son sorprendentes -para quien quiera sorprenderse-­
las palabras de León
XIII:
«Jesucristo es el principio y el fin mismo de estos bene­
ficios y que, como de él han procedido, a El tendtán todos
que referirse. Recibida la luz del Evangelio, habiendo
cono­
cido el orbe entero el gran misterio de la encarnación del
Verbo y de la redención de los hombres, la vida de Jesu­
cristo, Dios
y hombre, penetró todas las naciones y las im­
buyó a todas en su fe, en sus preceptos y en sus leyes. Por
lo cual si hay que curar a
la sociedad humana, sólo podrá
curarla el retomo a
la vida y a las costumbres cristianas, ya
que, cuando se trata de restaurar las sociedades decadentes,
hay que hacerlas volver a sus principios. Porque la perfec­
ción de toda sociedad está en buscar y conseguir aquello para
que fue instituida,
de modo que sea causa de los movimien­
tos y actos sociales de la misma causa que originó la socie­
dad. Por lo cual, apartarse de lo estatuido es corrupción, tor­
nar a ello
es curación» (R. N., 20).
La cuestión social, que es llllll falsa cuestión, sigue en pie.
Y, lejos de haberse resuelto,
se ha hecho universal. La tenemos
en nuestras mismas familias,
y en la presencia aniquiladora y ago­
biante del Estado ; en la hipocresía de las campañas internacionales
que agudizan las coudiciones
de existencia y los tratamientos fa­
ciales de Oociclente cou las grasas resultantes del exterminio ma­
sivo de las personas más inocentes. En medio de este espectáculo
sobrecogedor y dantesco, resuenan, permanecen en
el tiempo, anun­
ciando otra nueva era, las palabras del Pontífice:
«No
se encontrarán recursos humanos capaces de suplit
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Fundaci\363n Speiro

LA «RERUM NOVARUM~ EN EL MAGISTERIO DE LEON XIII
la caridad cristiana, que se entrega toda entera a si misma
para utilidad de
los demás. Tal virtud es exclusiva de la
Iglesia, porque si no brotara del sacratísimo Coraz6n de Je­
sucristd, jamás hubiera existido, pues anda errante lejos de
Cristo el que se separa
de la Iglesia ( ... ) La ansiada solu­
ci6n
se ha de esperar principalmente de una gran efusión
de la caridad» (R. N.,
21 y 41).
LA "RERUM NOV ARUM"
EN EL MAGISTERIO DE LEON XIII
POR
J os! MARÍA AI.smA RocA ( *)
El magisterio de la Iglesia en el campo sociopolítico es tam­
bién fruto del cumplimiento
por parte de la Iglesia jerárquica del
mandato de Cristo «id y enseñad». Siguiendo este magisterio, los
seglares
podrán realizar lo que el Concilio Vaticano II les señala
como su apostolado específico: «Restablecer el orden de los bienes
temporales y ordenarlos a Dios por Jesucristo». Esta perspectiva
esencial no ha estado siempre presente en
la lectura y comprensión
de
las encíclicas sociales ; así se explica que se haya presentado en
ocasiones
la doctrina social de la Iglesia cdmo una pretendida ter­
cera vía que mediase entre
el capitalismo y el socialismo, intentan­
do sintetizar o superar en esta propuesta los elementos que se con­
sideren aceptables o rechazables de los dos sistemas dominantes.
Si la doctrina social quedara reducida a una propuesta «técnica»
con un contenido
más o menos utópico, se perdería de vista lo
que constituye una de las ideas más reiteradas de Juan Pablo
II
en su doctrina social y que encontramos ampliamente desarrollada
en la encíclica
Sollicitudo rei socialis: la necesaria conexión entre
la fe y esta doctrina, siendo aquélla la fuente de donde brota esta
enseñanza social.
(*) Universidad Central de Barcelona.
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