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Número 297-298

Serie XXX

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«Rerum novarum» en los Estados Unidos

"RERUM NOVARUM" EN LOS ESTADOS UNIDOS
POR
Aunque la cultura general de los Estados Unidos no es, ni
nunca ha sido, predominantemente católica, no hay duda de que
la primera encíclica papal dirigida al orden económico tuvo una
cierta e indeterminada influencia en
la estructura socio-económica
americana. Tampoco ofrece mayor duda que, en los
tiempos en
que apareció la Rerum novarum, las sociedades anglosajonas de
Gran Bretaña y Estados Unidos estaban alcanzando la cima
de
la clase de desarrollo liberal capitalista que la enseñanza ponti­
ficia, desde 1891,
ha denunciado como contraria a la verdadera
cultura cristiana. Ahora bien, dado que los principios esenciales
propuestos por León
XIII en Rerum novarum reflejaban la ley
natural que rige a toda la humanidad, algunos no-católicos fueron
sensibles a ellos también.
De hecho, incluso muchos años antes
de 1891, el hombre
al que tantos consideraban como el más grande
presidente americano, Abraham Llncoln,
hacía esta afirmación:
«El trabajo es anterior e independiente del capital. El capital es
solamente el fruto del trabajo, y nunca podría existir si no exis­
tiera antes el trabajd. El trabajo
es superior al capital y merece
más alta consideración» (Mensa;e anual al Congreso, 3 de diciem­
bre de 1861).
No debe sorprender, por tanto, que algunas de las semillas de
Rerum novarum cayeran en buena tierra, incluso en la cultura
predominantemente protestante de los Estados Unidos, durante los
años siguientes a su aparición.
Mils aún, la influencia católica tam­
poco fue despreciable, especialmente en las zonas
preponderante.
mente
industriales del noroeste del país. La inmigración irlandesa
tuvo
allí su impacto en el movimiento obrero creciente, desde el
(') Profesor Emériro de Economía (Estados Unidos).
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LA 4ARERUM NOVARUM» EN LOS'ESTADOS UNIDOS
sur de · Boston hasta Filadelfia, en las regiones mineras de Pen­
silvania y al oeste
de los centros del acero de Pittsburg y las ciu­
dades de los Grandes Lagos. No estuvo completamente ausente
de los
cuerpos legislativos de los Estados e incluso del Congreso
federal. Diversas leyes estaban
ya empezando a aparecer en algu­
nos estados para proteger a los obreros de abusos tales como los
horarios excesivos, condiciones insalubres, la explotación de las
mujeres y niños, etc. En cuanto al nivel federal, la Clayton Anti­
Trust Act, de 1914, excluía las uniones de
trabajadores de las pre­
visiones de la
Sberman Anti-Trust Act de 1890, la cual prohibía
las asociaciones que limitaban la competencia. La Sherman Act ha­
bía alcanzado más éxito contra los intentos de los trabajadores
por impedir la competencia salarial que contra los esfuerzos de los
patronos por refrenar los precios. Además, la Clayton Act comen­
zaba con uoa afirmación que reflejaba mucho del pensamiento de
León
XIII en Rerum novarum: «El trabajo de un ser humano
nd es uo interés ni uo articulo de comercio». Justo doce años des­
pués, el Congreso de los Estados Unidos aprobaba la primera ley
protectora del derecho
de los trabajadores a organizarse y a nego­
ciar con los empresarios los salarios y demás cdodiciones laborales.
Sin embargo, aquella ley, la
Railway Labor Act de 1926, todavía
no se aplicaba
más allá de la industria ferroviaria.
No fue hasta después del colapso general del viejo capitalis­
mo liberal, durante los últimos veintes
y primeros treintas, cuan­
dd se extendió a la mayoría de los orros trabajadores el derecho
a organizarse en asociaciones.
La ley que lo reconoció fue apro­
bada en 1935, y se le dio el nombre del inmigrante alemáo, sena­
dor de Nueva York, Rober Wagner. Wagner se había conver­
tido al catolicismo y estaba influido por la enseñanza social de
León XIII y también por Quadragesimo anno, la encíclica con
la que Pío
XI conmemoró el cuarenta aniversario de Rerum no­
varum. Durante los años difíciles de la Gran Depresi6n, la W ag­
ner Act y demás legislación social reflejó indudablemente la doc­
trina social de la Iglesia. Ese período también conoció el floreci­
miento de una generación
de llamados labor priests ( sacerdotes
obreros), que estudiaban respetuosamente las encíclicas sociales
y
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RUPERT l, EDERER
enseñaban los principios contenidos en ellas a los trabajadores y
a los estudiantes universitarios. Uno de los más influyentes
per­
sonajes durante los años treinta fue el padre Charles E. Coughlin
quien, a través de sus emisiones de radio dominicales a toda la
naci6n, habl6 a los americanos de lo que
Le6n XIII y Pío XI
proponían para restaurar el drden social.
Además, el período
de los treinta, extendiéndose a los cua­
renta y más adelante, fue uno en el que los católicos, aun repre­
sentando una cierta minoría fortificada, tuvieron una sutil influen­
cia sobre el pensamiento social de la naci6n. Por una ironía, esa
influencia comenz6 a disminuir durante
los años siguientes a la
elección del primer presidente católico del país, John F. Kennedy.
La turbulencia especialmente inoportuna del posconcilio Vatica­
no
II tuvo un gran impacto sobre el catolicismo y los católicos
en los Estados Unidos. Los dividió, de modo tal que lo que
ya
constinúa una minoría en el país fue severamente debilitada por
la desunión en sus posiciones. La influencia del papado, a Id largo
de
su constante enseñanza social, disminuyó grandemente. Los la­
bor priests se hicieron anacrónicos y desaparecierdn gradualmente.
Surgió otro tipo
de clero influido menos por las enseñanzas pon­
tificias que por el movimiento de nueva izquierda en los Estados
Unidos y por la teología
de la liberación en el extranjero. Estos
clérigos comenzaron a dar a entender que el socialismo, en una
forma u otra, era la onda del futuro. Otros católicos influyentes,
normalmente de las clases más ricas,
se unieron con las otras cla­
ses altas americanas, que tenían mucho que perder de una revo­
lución socialista, en· una reacción contra esta corriente izquierdis~
ta. Su pensamiento «conservador» los llevó hacia atrás, hacia el
capitalismo liberal del libre mercado preleonino. Como los hom­
bres de fotuna que atacaron a Le6n XIII y a su suerte de pensa­
miento «radical» a finales de siglo,
estos exponentes de lo que
Pablo VI llamó una «renovación de la ideología liberal»
(Octo­
gesima adveniens, 35) sienten que las enseñanzas sociales ponti­
ficias de los papas no precisan ser tomadas en serio, ni siquiera por
los católicos. A
veces extraen incluso la consecuencia de que los
papas, en estas materias, están fuera de su elemento, es decir, son
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incompetentes. Con este modo de pensar también reaparece la an­
tigua falacia americanista, esto es, el sentimiento de que América
ha superado con creces las clases de condiciones sociales europeas a
fas que se han dirigido tradicionalmente las enseñanzas sociales de
los papas.
Ahora, estos Estados Unidos «progresistas»
han trazado un
círcnlo completo

desde el período siguiente a
Rerum novarum y
su influencia en la legislación y pensamiento
sociales. Debe aña­
dirse, sin embargo, que este cambio no es debido primariamente
a las actitudes vistas entre los católicos americanos. A causa de la
desunión de
sus filas, son ahora menos influyentes que lo fueron
anteriormente.
Lo que hemos estado experimentando es un in­
tentd general y político de revivir el capitalismo liberal que mo­
tivó la primera encíclica social de León XIII. Los Estados Uni­
dos han seguido un curso en
el que una buena parte de la legis­
lación previa proyectada para controlar
la excesiva libertad en la
vida económica, en sectores tales como
la banca, los transportes
o las condiciones laborales,
ha sido abrogada o ha venido a que­
dar sin efecto. Esta orientación. comenzó con la administración
Carter, se intensificó durante los años de Reagan y continúa con
el presidente George Bush. En consecuencia, la organización labo­
ral es ahora
m~s débil en los Estados Unidos que en los años vein­
te, tanto en términos de influencia como de
n¡ímeros. También,
el sistema bancario americano presenta contornos horrendos, con
quiebras de bancos sucediéndose una tras otra en una escala sin
precedentes desde los años que acabaron en la
Gran Depresi6n.
Todo esto sigue a un periodo de codicia insaciable, reminiscencia
de lo que León
XIII dijo en 1891: «Disueltos en el pasado siglo
los antiguos gremios de artesanos, sin ningún apoyo que viniera
a llenar su vado, desentendiéndose las instituciooes públicas y las
leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insen­
siblemente entregando a
los obreros, aislados e indefensos, a la
inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de
lds competidores. Hizo aumentar el mal la voraz usura, que, rei­
teradamente coodenada por la autoridad de la Iglesia,
es practica­
da, no obstante,
por hombres codiciosos y avaros bajo una apa-
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ANTONIO SEGURA. FERNS
riencia distinta. A.fiádase a esto que no sólo la contratación del
trabajo, sino también las
relaciones comerciales de toda índole, se
hallan sometidas al podet de unos pocos, hasta el punto de que
un número sumamente reducido de opulentos y adinerados
ha
impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a un muche­
dumbre infinita de proletarios»
(Rerum novarum, núm. 1).
El aforismo de George Santayana -«Los que no recuetdan
el pasado están condenados a revivirlo»--, se afirma una vez más.
Los que rechazaron la doctrina contenida en
Rerum novarum, han
sido condenados a volver a las inhumanas y caóticas condiciones
que, hace un siglo, movieron a León
XIII a dirigir una encíclica
al mundo.
(Traducción de M. A. T.)
DEL "DERECHO PUBLICO" CRISTIANO
A LA "DOCTRINA SOCIAL" DE LA IGLESIA
POR
ANTONIO SEGURA FERNS (*}
Un poco de Filosofía de la Historia
La vida lústórica es una «palingenesia» (Toynbee), sucesión de
muerte y
renacinúento en el tiempo: muere el niño y renace el
¡oven; muere éste y renace el viejo tras la etapa del adulto: el viejo
sí que muere definitivamente. Igual pasa con la sociedad humana.
W. Jiiget ha estudiado en su «Paideia» la sucesión de fases en la
cultura griega desde el siglo
VI a. de C. con Homero, hasta el si­
glo IV con Platón, mostrando cómo cada fase venia determinada
por la «areté», la virtud determinante de la «paideia» o cultura
que
se establecía como ortodoxia pública en cada sitio.
(*) Universidad de Sevilla.
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