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Número 297-298

Serie XXX

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La encíclica «Centesimus annus» en la tradición de la doctrina social de la Iglesia proyectada a «cosas nuevas»

LA ENCICLICA "CENTESIMUS ANNUS"
EN LA TRADICION DE LA DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA PROYECTADA A "COSAS NUEVAS"
POR
JUAN BMS. VALLET DE GOY'l'ISOLO
MIGUEL AYUSO, que es el estructurador y coordinador de este
número de
Verbo dedicado a la doctrina social de la Iglesia, me
ha encomendado
el comentario de esta nueva encíclica social, Cen­
tesimus annus. Sin duda, con este encargo, ha querido continuar
una corta tradición de esta revista ( 1
).
La lectura de la Centesimus annus me ha sugerido, para cen­
trar este comentario, dos coordenadas: doctrina social de la Igle­
sia y visión teológica del hombre; y tradición y cosas nuevas. Tra­
taré de seguirlas, como claves fundamentales, para su inteligencia.
l. LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y LA VIS.IÓN TEOLÓGICA
DEL HOMBRE ENTERO
l. Contenido estricto y amplio de la doctrina social
de la Iglesia.
En cada contraportada, Verbo se autodefine «revista de for­
mación cívica
y de acción cultural, según el derecho natural y
(1) Desde el número 55, en que aparecieron unos comentarios míos .. a
.la Populorum progressio, he venido comentando todas las encíclicas sociales
que han ido publicándose: la Octogesima adveniens (n. 97-98, agosto,pctubte
1971); la Laborem exercens (199-200, octubre-diciembte 1981) y la .Sollici­
tudo rei sociolis (263-264, mattO'abril 1988). En estas dos últimas; ·el actual
pontífice co[]Jllemoraba, respectivamente, el décimo aniversario de la Popu-­
lorum progressio y nonagésimo de la Rerum novarum, de la cual ahora la
Centesimus annus conmemora el siglo .. Los cuarenta años los había conme­
mora.do Pío XI, en la Quadragesimo anno; los cincuenta; Pío XII en el Ra­
diomensaje de 1 de junio de 1941;· los, se_tenta, JuAN XXIII, en· Mater et
Magistra, y los ochenta, PAULO VI, en la citada Octogesima adveniens.
Verbo, núm. 297-298 (1991) 1023
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO.
cristiano». Esto nos impone una constante dedicación a la doctrina
social, política, jurídica,
económica, cultural de la Iglesia, de la cual
no podemos desertar y hemos tratado
de permanecerle fieles in­
cluso en los momentos
en que se ha dudado de su permanen­
cia (2).
De doctrina social puede hablarse en sentido amplio, refirién­
dola a todas las
relaciones sociales temporales, en contraposición
a las espirituales, en las cuales tiene
su misión específica la Igle­
sia. Pero los preceptos de los mandamientos se encierran en dos:
amarás a Dios, tu Señor, sobre todas las cosas, y al prójimo
como
a ti mismo por amor a Dios. En efecto, los siete mandamientos de
la segunda tabla se refieren a nuestras relaciones con el prójimo,
constituyendo
el esquema básico de toda la moral social. De ahí
que, en la misión de la Iglesia, no pueda faltar una doctrina social
en sentido amplio. Pero, también,
se habla de doctrina social de
la. Iglesia en un sentido más restringido, referida a cuanto tenga
específica relación con las cuestiones laborales.
La Centesimus an­
nus viene a diferenciarlas cuando señala (núm. 4 ), como iniciadora
de la
doctrina social de la Iglesia, en este sentido restringido, la
encíclica
Rerum novarum, en la que LEóN XIII «intervino con
un documento que afrontaba de manera orgánica la "cuestión obre­
ra"»;
y añade JUAN PABLO II: «A esta encíclica habían precedido
otras dedicadas preferentemente a enseñanzas de carácter político;
más adelante irán apareciendo otras (3). En este contexto, hay
que recordar, en particular, la encíclica
Libertas praestantissimum,
en la que se ponía de relieve la relación intrínseca de la libertad
humana con la verdad, de manera que una libertad que rechazara
(2) Basta repasar los índices de esta revista para comprobarlo. A ella
dedicamos nuestra XXV Reunión de amigos de la Ciudad Católica (Alcoben­
das, 6, 7

y 8 de diciembre de 1986).
Es1°ANISLAO CANTERO habfa expuesto
la elección y oportonidad del tema, en Verbo, 247-248 (agostO su
crónica, escrita par MARfA ANGELES BADÍA, apareció en el núm. 249-
250, noviembre-diciembre 1986, y, en los números sucesivos1 fueron publi­
cándose
la mayor parte de las conferencias allí desarrolladas y las ponencias
de algunos de los foros celebrados.
(3) En su nota 7 enumera las anteriores y posteriores del mismo
LEÓN XIII.
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ENCICLICA «cENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
vincularse con la verdad caería en el arbitrio», «por someterse a
las pasiones más viles y a destruirse a sí misma.
En efecto, ¿ de dón­
de derivan todos los
males, frente a los cuales quiere reaccionar la
Rerum novarum, sino de una libertad que, en la esfera de la acti­
vidad económica y social, se separa de
la verdad del hombre?».
Esto conlleva
una inseparabilidad e interpenetración de los as­
pectos sociales con los filosóficos, científicos, económicos, jurídi­
cos y políticos, sin mengua de
la necesaria autonomía de cada dis­
ciplina.
El mismo LEóN XIII, para tratar de la cuestión obrera, que
quería resolverla radicalmente
el socialismo con su .nuevo modelo
político y económico de Estado,
no pudo menos que comenzar ocu­
pándose de la propiedad privada en relación con lo que es el ser
humano
en general, detenerse en la competencia de la acción del
Estado y concluir tratando
de la dimensión social y asociativa del
hombre.
En esta dimensión insistieron y profundizaron Pío XII,
en Quadragesimo anno, y JuAN XXIII, en Mater et Magistra, al
definir el principio de subsidiariedad; y, además, el segundo, en
esa misma línea, en la p acem· in terris' con su incitación en la «so­
cialis vitae incrementa» o «socialis rationum progressu» (4). PAU­
LO VI, en la Populorum progressio, tuvo que extender la contem­
plación de la cuestión social al ámbito internacional, abarcando los
que se denominan países subdesarrollados y
en vfa de desarrollo
--que profundizaría JUAN PABLO II, en Sollicitudo reí socio/is-,
y el problema científico y técnico del desarrollo, a la promoción
del cual impulsa el deber teologal
de caridad pata con el prójimo,
por lejano que sea, que hoy resulta cada
vez más próximo por el
espectacular despliegue de los medios de comunicación.
Demuestra esta interdependencia, de
la doctrina social . en su
sentido
más estricto con la correspondiente a otras materias, el
discutido párrafo 159
de la Pacem in te"is, al que después me re­
feriré, porque constituyó uno. de los pretextos de las falaces pre-
(4) Expresiones ambiguamente traducidas par socialización (cfr. el lúci~
do comentario de RAFAEL GAMBRA, «Socialización y socialismo», en verbo,
15-16, págs. 82-84).
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JUAN BMS. VALLET DE (!OYTISOLO
tensiones de que había sido derogada la doctrina social de la
Iglesia.
En fin, la Centesimus annus, de sus 62 números, aparte de
los
3 introductorios, los 8 que dedica a Rasgos caracterlsticos de
la «Rerum novarum.,, (cap. 1) y los 10 en que gira su vista hacia
las «cosas nuevas.,, de hoy (cap. 2):
-En el capitulo 3, El año 1989, en sus 8 números, se ocupa
de cuestiones políticas, económicas e internacionales, y únicamente
el número 26
hace referencia a la cuestión obrera y al trabajo (ma­
terias que JuAN PABLO II había examinado detenidamente en la
Laborem exercens).
-El capítulo 4, en sus 14 números, está dedicado a La pro­
piedad privada y el destino universal de los bienes: a la fundamen­
tación
de éste y de aquélla; el 32, a la propiedad del conocimiento,
de la técnica y el saber, y, en ellos, penetra en la cuestión social
en sentido estricto, así comd los números 33, 34 y
35; el 36 se
refiere a la demanda
de calidad, al fenómeno del consumismo, in­
cluyendo en
él la droga y la pornografía; el 37, a la cuestión eco­
lógica, el 38, al ambiente moral humano a fin de salvaguardar las
condiciones morales de una auténtica «ecologla humana»; el 39,
a
la familia, cdmo «primera estructura fundamental de la "ecolo­
gía humana"»; el 40, al deber del Estado «de proveer a la defensa
y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y
el ambiente humano»; los 41 y 4i, del marxismo y el capitalismo,
y el 4 3, a la misión de la Iglesia ante los problemas concretos en
·todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales, «que
se relacionan entre
sfo.
-En el capítulo 5, Estado, cultura, trata: el número 44 del
Estado totalitario; el
4 5, de su cultura, su praxis y_ su tendencia «a
absorber en sí mismo la nación, la sociedad, la familia, las comu­
nidades religiosas
y las mismas personas» ; los 46 y 4 7 de la de­
mocracia ;
el 48 del papel del Estado en el ámbitd de la economía
y del principio de subsidiariedad; el 49 de la presencia de la Igle­
sia en
ese campo, del fenómeno del voluntariado, con un compro­
miso concreto de solidaridad
y caridad; el 50, de la inserción de
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «.COSAS NUEVAS»
la evangelización en la cultura de las naciones; el 51, de la contri­
bución especifica
y decisiva de la lglesio a favor de la verdadera
cultura,
predicando la verdad sobre la creación del mundo y sobre
la redención; el 52, de la guerra, la paz y la concertación mundial
para el desarrolla.
- Y en el capítulo 6, El hambre es el camino de la Iglesia,
trata: el número
53, de la atención y la responsabílidad hacia el
hombre, «este» hombre, «cada» hombre; el 54,
de la centralidad
del hombre en
la sociedad; el 55, del anuncio al hombre, por la
Iglesia, de la salvación de Dioo; el 56, de la misión de profundizar
y divulgar
la doctrina social cristiana; el 57, del mensaje social del
Evangelio para la pobreza,
no sólo económica, sino también cul­
tural y religiosa»; el 58, del amor
por el pobre y la promoción
por la justicia a esfera planetaria ; el 59, del don de la gracia,
ne­
cesario para ayudar a encontrar soluciones prácticas mediante la
doctrina social en toda su dimensión disciplinar; el 60, a su pro­
yección a
la cuestión obrera; el 61, del «yugo casi servil», antes
y ahora, sus diversas causas y la posición, ante ello, de la Iglesia,
y, el 62, concluye que, sobre las
cosas nuevas de hace cien años y
de ahora, la Iglesia debe asumir siempre el camino terrenal del
hombre hacia el destino eterno, e
invoca a Dios, para que le dé
luz y fuerza, junto con María, madre del Redentor.
Como vemos,
el concepto de doctrina social no puede abstraer­
se de los temas
filosóficos, políticos, económicos, culturales, cien­
tíficos y técnicos.
Por ello, la doctrina social de la Iglesia es nece­
satio contemplarla en su más amplio significado, como una doctri­
na adecuada para seguir «el camino terrenal
del hombre hacia la
salvación eterna», iluminado
por la luz de la revelación y animado
por las tres virtudes teologales: fe, esperanza
y caridad cristianas.
2. Existencia y permanencia de una doctrina social de la
Iglesia católica.
Hace unos años, cuando me ocupé de las enclclicas Populorum
progressio y Octogesima
adveniens, creí preciso contestar a las pre-
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IUA.N BMS. VA.LLET DE GOYTISOLO
guntas, que entonces se formulaban. Una, si aquélla había variado
la doctrina tradicional del
qiagisterid pontificio sobre el derecho
de
propiedad -que respondí negativamente (Verbo, 55, págs. 375-
382
)--y otra, más general, acerca de si la misma social estaba
derogada, a la que también contesté rechazándolo
(Verbo, 97-98,
especialmente en las págs. 660-674
). La afirmaci6n de que ha­
bla cambiado la doctrina social, tradicional desde tiempos de
LEóN XIII, venía de más lejos; pues ya había sido aventurada en
tiempos de
JUAN XXIII basándose en una lectura partidista de
su número 159, que distingnía las «falsas teorías filos6ficas»
y
«las iniciativas de orden económico, social, cultural o político»,
«originadas o inspiradas
en tales teorías filosóficas», «sujetas a
cambios», «en situaciones hist6ricas
concretas, en la medida en
que tales iniciativas sean conformes a los dictados de la recta
ra­
z6n e intérpretes de las justas aspiraciones del hombre». En virtud
de ello, se pretendió que
el comunismo era aceptable en cuanto
no impusiera el ateísmo
y tendiera la mano a los cristianos. Inter­
pretación tanto más insostenible si, además de ese 159, se leía
su
anterior 158 y su siguiente 160 (5). Además, PAULO VI, habla
proclamado expresamente la vigencia de la doctrina social católica
y a ella se habla remitido antes, en el propio texto y después de
su carta
Octogesima adveniens (6 ).
Después del advenimiento al solio pontificio de JuAN PA­
BLO II, las dudas han debido disiparse o, en todo caso, cambiarse
por críticas
en los más recalcitrantes (7).
De ella, había dicho Pío XII, el 29 de abril de 1945, en su
discurso al Congreso de Acci6n Cat6lica Italiana, que:
....,.. está «definitivamente fi¡ada en cuanto a.sus puntos funda­
mentales»;
(5) Así ya lo habla destacado Lours SALLERON, «Las católicos y la doc­
trina social de la Iglesia», Verbo, 97-98, págs. 644-646.
(6) Cfr. mi citado comentario a ésta, III, págs. 669-671.
(7)
Verbo, 181-182 (enero-febrero 1980) y 199-200 (octubre-diciembre
1981) los textos están encabezados con lOs títulos «Doctrina social católica»
y «Doctrina social de la Iglesia católica».
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
«es suficientemente ampl-ia para poder ser adaptada y apli­
cada a las vicisitudes cambiantes de los tiempos, en el su­
puesto de que
no sea en detrimento de sus principios in­
mutables y permanentes» ;
-es «clara en todos sus aspectos»,
- y «es obligatoria: nadie puede separarse de ella sin peligro
para
la fe y el orden moral».
3, Competencia de la Iglesia para formularla y cuáles son sus
fuentes específicas.
La Centesimus annus (núm. 5) expone: «León XIII, siguien­
do las huellas de sus predecesores, establece un paradigma perma­
nente
para la Iglesia. Esta, en efecto, hace oír su voz ante deter­
minadas situaciones
humanas, individuales comunitarias, naciona­
les e internacionales, para las cuales formula una verdadera doctri­
na, un corpus, que le permite analizar
las realidades sociales, pro­
nunciarse sobre ellas
y dar orientaciones para la ;usta soluci6n de
los problemas derivados de
las mismas». Y sigue exponiendo: «En
tiempos de León XIII seme;ante concepci6n del derecho-deber de
la Iglesia estaba
muy lejos de ser admitido comúnmente. En efec­
to, prevaleció una doble tendencia: una orientada
hacia este mundo
y esta vida, a
la que debla permanecer extraña la fe; la otra, diri­
gida hacia una salvaci6n puramente
ultrate"ena, pero que no ilu­
minaba
ni orientaba su presencia en la tierra. La actitud del Papa
al publicar la "Rerum novarum" confiere a la Iglesia una especie
de "carta de ciudadania" respecto de las realidades cambiantes de
la vida pública, y esto se
c=oboraria aún más posteriormente. En
efecto, para
la Iglesia, enseñar y difundir la doctrina social perte­
nece a
su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje
cristiano, ya que esta doctrina
expone sus consecuencias directos
en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano
de las luchas por
la justicia en el testimonio de Cristo salvador.
Asimismo, viene
a ser una fuente de unidad y de paz, frente a los
conflictos que surgen inevitablemente en el sector socioecon6mica.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTI$0LO
De esta manera, re pueden vivir las nuevas· situaciones, sin degra­
dar la dignidad trascendente de la persona humana, ni en si misma
ni en ·los adversarios, y orientarlas hacia una recta solúción».
He transcrito este párrafo totalmente porque, en él, no sólo
se razona la competencia de la Iglesia para enseñar la doctrina
social, que califica de rigurosamente católica, y, con ella, orientar
las soluciones para las nuevas situaciones que se presenta, sino
porque incluso insinúa
ruáles son sus fuentes, su contenido y sus
límites.
Se alude a la «misión evangelizadora» y al «mensaje cristiano»,
a
la «dignidad trascendente de la persona humana», a su proyec­
ción en las «realidades cambiantes de
la vida pública», y a su «rec­
ta solución».
Pío XII, al conmemorar el cincuentenario de la misma Rerum
n()t}arum,
había precisado que «es competencia indiscutible de la
Iglesia, en aquella parte del orden social en que éste se acerca y
aun llega a tacar el campa moral, ;uzgar si las bases de un determi­
nado ordenamiento social están de acuerdo con el orden inmutable
que Dios, Creador
y Redentor, ha manifestada por medio del
derecho natural
y la revelación, doble manifestación a la que
León
XIII se refiere en su encíclica. Y con razón, parque las en­
señanzas del derecho natural y las verdades de la revekzción se deri­
van poi diversos. caminos, como das arroyos de aguas no contra­
rias, sino acordes de la misma fuente divina» (8).
La revelación constituye la fuente principal de la doctrina so­
cial de la Iglesia. JUAN PABLO II lo había reiterado en la Laho­
rem exercens: «La doctrina social de la Iglesia tiene su fuente en
la Sagrada Escritura, comenzando por el libra del Génesis y, en
particular,
en el Evangelia y en las escritos apostólicos. Esa doc­
trina perteneció desde el·
principia a la enseñanza de la Iglesia
misma, a su concepción del hambre y de
la vida social y, especial­
mente, a la moral social elaborada sef!!Ún las necesidades de las
distintas épocas».
(8) Ciertamente, así se observa en los argumentos empleados por
LEóN XIII en la Rerum novarum, 4-6, 13-14, 17, etc.
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ENCICLICA. «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEV A.S»
El mismo JuAN PABLO II muestra un concepto amplio de lo
que Pío XII denomina «derecho natural», como también se ob­
serva en LEóN XIII. Es decir, de una parte, incluye el orden mo­
ral inherente a la misma naturale~ del hombre -y no sólo por
tener sus principios éticos inscritos en
el corazón o, más exacta·
mente, por tener su
razón la capacidad de abstraerlos--, sind, asi­
mismo, por su propia estructura 6ntica (Sollicitudo rei socialis,
29, 2; 38, 3 ), y, de otra, contempla el orden de la naturaleza, fu.
sito por Dios en su obra creadora (ibid. 30, 2; 34), y el plan di·
vino
en el sentido de la historia y del Reino de Dios (ibid. 31, 1
2,; <17, 1, 3 y 5; 48, 1 y 2) (9).
La
cuestión ecológica ha mostrado con evidencia la existehcia
de un orden natural, ínsito en la obra creaddra; que no sólo se
refleja en el movimiento
de los astros, en sus consecuencias me­
teorológicas y en su reflejo en la vida aquí en ese planeta Tierra.
JuAN PABLO II vuelve a insistir en esta nueva encíclica (núm. 37):
«El hombre que descubre su capacidad de transformar y, en cierto
sentido, de "crearn el mundo con el propio trabajo, olvida que éste
se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria do­
nación de las cosas por parte de Dios. Cree que puede disponer
arbitrariamente
de la tie"a, sometiéndola sin reservas a su volun­
tad como si ella no tuviese una fisonom!a propia y un destino an·
terior dados por Dios y que el hombre puede des=ollar ciertamen·
te, pero que no debe traicionar. En
vez de desempeñar su papel de
colaborador de Dios en
la obra de la creación, el hombre suplanta
a
Dios y, con ello, provoca la rebelión de la naturaleza más bien
tiranizada que gobernada
por él» ; y, en el siguiente, número 38,
advierte nuestra justa preocupación,
«aunque mucho menos de lo
necesario1 de preservar los "hábitat" naturales de las diversas es­
pecies naturales amenazadas de
extinción1 porque nos demos cu,en­
ta de que cada una de ellas aporta su propia contribuci6n al equi·
librio general de la ti=a».
Pero, además, en el mismd número 38, se observa el ambiente
humano y
la necesidad de «salvaguardar las condiciones morales de
(9) De ellas me ocupé en Verbo, 263-264, págs. 312-324, al contemplar
la Sollicitudo rei socialis.
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JUAN BMS. V .A.LLET DE GOYTISOLO
una auténtica "ecología humana"»: «incluso el hombre es, para
sí mismo, un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estruc­
tura natural
y moral de la que ha sido dotado». . . «El hombre re­
cibe de Dios su dignidad esencial y, con ella, la capacidad de tras­
cender todo
ordenamiento de la sociedad hacia la verdad y el bien.
Sin embargo, está condicionado
por la estructura social en que
vive,
por la educación recibida y por el ambiente. Estos elementos
pueden facilitar u
obstaculizar su vivir según la verdad. Las deci­
siOnes, gracias a las cuales se constituye un ambiente humano, pue-­
den crear esttucturas concretas de pecado (10), impidiendo la ple­
na realización de quienes son oprimidos de diversas maneras "por
las mismas. Demoler tales esttucturas y sustituirlas con formas más
auténticas de convivencia es
un cometido que exige valentía y
paciencia» (11). Con esto, nos muestra JUAN PABLO II que existe
un orden natural antropológico que
no puede violarse sin padecer
las dañinas consecuencias
de ello, ni sin producir esas estructuras
malsanas, que el Papa califica
de «esttucturas de pecado».
Vemos, pues, como fuentes de la doctrina social de la Iglesia,
la Revelación
-en especial el mensaje del Evangelio-, y el orden
natural de las cosas
y del hdmbre, que la recta razón de éste pue­
de captar incluso
en su aspecto moral.
4. La doctrina social de la Igleoia como expresión de aquello•
principios morales que sirven para orientar las cuestiones
sociale• conforme la verdad y la justicia, velando por la
causa de la Iglesia y por la salvación común.
De este enunciado, extractado de lo que dijo LEÓN XIII en el
número 1 de
la Rerum novarum, resulta que la doctrina social de
la Iglesia no constituye
un código de soluciones, sino que expresa
(10) De las que, el mismo Papa, se ocupó muy especialmente en SolliM
citudo rei socialis, 16, penúlt. 3.5, 61; 37, 38, 3 y 4; 40: Lo comenté en
Verbo, 263-264, págs. 355-357.
(11) No olvidemos que, en Sollicitudo rei socialis, lo dice; pero a:cluye
la aplicación, aun en contra de ellas, de ciertos medios. Cfr., últimamente, mi
citado comentario, págs. 337M340.
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ENCICLICA «CENTBSIMUS .ANNUS» Y «COSAS NUEV4.S»
unos principios morales para orientar la solución de las cuestiones
sociales
que se plantean.
Se trata
de principios, criterios, normas de ¡uicio, directrices
u orientaciones, como han repetido muchas veces las encíclicas que
han formulado esta doctrina social y numetosos mensajes, discur­
sos y
alocuciones pontificias ( 12).
Esto no significa que las encíclicas sociales y demás documen­
tos pontificios que tratan de
tetnas sociales, políticos, económicos,
jurídicos, culturales, científicos, etc., sólo se reduzcan a enunciar
esos principios, criterios, normas
de juicio, directrices indicadoras,
que constituyen propiamente la doctrina social católíca.
Nuestro maestro,
JEAN ÜUSSET ( 13 ), nos advettía de la dis­
tinción
entre doctrina y programa. Este «se limita a set un plan
de acción previsto para
un determinado suceso, que puede cam­
biar de
un día a orto» ... «La doctrina permanece, el programa
pasa. La doctrina es lo esencial, el programa lo accidental».
En la Sollicitudo rei socialis y en la Centesimus annus, parece
elato que es preciso efectuat las mismas distinciones que hice al
comentat la
Octogesima adveniens (14), pata discernit lo que cons-
(12) Puede verse, sencillamente releyendo los textos de JUAN PABLO .11
que encabezan los núms. 181-182 y 199-200 de Verbo, Así, en su alocución
de 4 de febrero de 1979, en la apertura de las sesiones de la III Conferen­
cia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvieron lugar en el Semi­
nario Palafoxiano de Puebla de los Angeles (México), refiriéndose a lo ex­
puesto por su antecesor en la Octogesima adveniens, dijo que la docttina
social de la Iglesia comporta: «principios de reflexión, normas de juicio, di·
rectrices de acción». El 20 de julio de 1980, en su alocución con motivo
del
encuentro con los constructores de la sociedad pluralista, en el «Campo
Grande»
de Salvador de Balúa (Brasil), declaró: «En su doctrina. social, la
Iglesia no propone un modelo politico o económico concreto, sino que indica
~l camino, expone principios». En la catequesis de la Audiencia general del
13 de mayo de 1981; lo define como «un cuerpo de principios de moral
social
cristiana, conocido hoy como doctrina social de la Iglesia».·
(13) En su Introducción a la politica, revisada después y publicada con
el título de Fundamentos de la politica, y bajo el seudónimo de JEAN MAR1E
VAISIERE.
(14) Cfr. Verbo, 97-98, págs. 672-674. Refiriéndome concretamente a
esta citada encíclica de
PAULO VI (IV, págs. 666-669) advertí que para en.
tenderla era preciso diseccionar su contenido.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
tituye propiamente doctrina social de la Iglesia que, como expuso
la Sollicitudo
rei socialis (3, final), integra su aspecto, constante
la «inspiración
de fondo», los «principios de reflexión», las «fun­
damentales directrices
de acción», «sobre todo en su unión vital
con el Evangelio del Señor».
Si la doctrina social de la Iglesia está constiuida por unos
principios, criterios, normas de juicio, directrices de acción u
orientaciones, es evidente que no es ni puede ser (15):
- ni un conjunto de soluciones ni fórmulas técnicas;
ni una «tercera vía» entre
el socialismo y el capitalismo
liberal;
-ni una ideología.
JuAN PABLO II ha explicado ( 16 ): «En conformidad con la
tradición del pensamiento europeo, que se remonta a las obras de
los más importantes
filósafos de la antigüedad, y que ha encon­
trado su plena confirmación
y su profundización en el Evangelio
y en el cristianismo, incluso -es más, sobre todo-la actividad
polltica encuentra
su propio sentido en la solicitud por el bien del
hombre que es un bien de naturaleza ética. De
ahl saca sus pre­
misas toda
la asl llamada doctrina social de la Iglesia».
Y también ha indicado ( 17):
«A la vez que la Santa Sede deja
con raz6n las materias puramente tecnol6gicas y econ6micas a
aquellos que tienen como propia la responsabilidad de las mismas,
mantiene su presencia en esta cuesti6n con el fin de sumar su voz
a las deliberaciones» ... «con la intención de ofrecer una visión de
(15) M. lo expuse resumiendo lo expuesto por JUAN PABLO II en Sol­
licitudo rei socíalís (Verbo, 263-264, págs . .309-315).
( 16) En su alocución de 5 de junio de 1979 a la Conferencia Episcopal
polaca con motivo de celebrarse su 169 Asamblea plenaria en el santuario
de
Jasna Gora.
(17) En su mensaje del 22 de agosto de 1980 con ocasión de la XI se­
sión especial de la Asamblea de las Naciones Unidas, dedicada a la nueva
estrategia del desarrollo.
1034
Fundaci\363n Speiro

ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
la persona humana y de la sociedad. Lo hace para proponer crite·
rios provechosos que aseguren el que los valores humanos, valores
del esp!ritu, valores de los pueblos
y de las culturas, no queden
supeditados insensiblemente a ciertos objetivos inferiores de me­
ras ganancias económicas o materiales, lo que en último término
significaría una desvalorización de la misma persona y de la mis­
ma sociedad que nosotros tratamos de
hacer progresar».
En Sollicitudo rei socialis (núm. 41) precisó que la doctrina
social tiene
el «objetivo principal» de interpretar las «complejas
realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto
internacional,
a la luz de la fe y de la tradición eclesiástica, exami·
nando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio en­
seña acerca del hombre y su vocación te"ena y, a la vez, trascen­
dente para orientar en consecuencia la crmdición cristiana». Es algo
-dice--que «forma parte de la misión evangelizadora de la
Iglesia», de «orientar la conducta de las personas», en «un "com­
promiso por la justicia", según la función, vocación y circunstan­
cias de cada uno», ofreciéndoles luz y orientación desde el ámbito
«de la teología moral».
La nueva endclica, Centesimus annus, recuerda y recalca esto
mismo, en
el párrafo segundo del número 54: «La enciclica "Re-­
rum novarum" puede ser leída como una importante aportación
al análisis socioeconómico de finales del siglo XIX, pero su valor
particular le viene de ser un documento del magisterio, que se
inserta en
la misión evangelizadora de la Iglesia, junto con otros
muchos documentos de
la misma índole. De esto se deduce que
la doctrina social tiene de por s! el valor de un instrumento de
evangelización; en cuanto ta/,, anuncia a Dios y su ministerio de
salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela
al hombre a sí mismo. Solamente bajo esta perspectiva se ocupa de
lo demás: de los derechos humanos de cada uno y, en particular,
del "proletariado",
la familia y la educación, los deberes del Es­
tado, el ordenamiento de la sociedad nacional e internacional, la
vida económica, la cultura, la guerra y la paz, así como el respeto
a
la vida desde el momento de la concepción».
Estas palabras, creo, dejan muy claras las competencias de
1035
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JUAN BMS, YALLET DE GOYTISOLO
cada cual. De la Iglesia, por una parte, y, por otta y en su respec­
tivo ámbito, de políticos, sociólogos, moralistas, economistas,
ju­
ristas, pedagogos, médicos, biólogos, ec6logos, etc., que, como
buenos cristianos, reciben la luz de
esos principios, criterios y orien­
taciones de la doctrina social.
No olvidemos que
JuAN PABLO II ha sentado, muy claramen­
te, dos proposiciones
en torno a la especialización de las discipli­
nas
y a la unidad del saber, en el cual se proyectan la fe y la reli­
gión.
La primera ( 18) la recalcó al decir que el magisterio eclesiástico
«ha señalado expresamente la distinción entre los dos órdenes del
conocimiento,
el de la fe y el de la razón; ha reconocido la autono­
mia y libertad de las ciencias, ha optado por la libertad de investi­
gación».
Dando por exclnidd que una ciencia «que se apoya en
principios racionales y procede con método seguro, pueda llegar a
conclusiones que entren en conflicto
con la verdad de la fe».
Respecto de la segunda, referente a la tensión entre la especia­
lización de las diversas disciplinas
y la idea de liJ universalidad del
saber,
ha explicado (19): «Dado que la razón sólo puede captar la
unidad, que liga al mundo y a la verdad a su origen, dentro de
modos parciales
de conocimiento, cada una de las ciencias -inclui­
das la filosofía y la teología-resulta un intento limitado que
sólo puede
captar la unidad compleja de la verdad en la diversidad,
es decir, dentro del entramado de saberes abiertos y complementa­
rios».
Como síntesis práctica de estas dos proposiciones, aún enun­
ció (20) una tercera, partiendo de esta premisa fundamental: «Toda
ciencia tiene su realización plena en
C1,1anto ciencia del hombre y
(18) Plática· en el encuentro con los hombres de ciencia y los estudian­
tes en la Universidad de Colonia, el 15 de noviembre de 1980.
(19)
Cfr. en el mismo encuentro y en su alocución a los profesores uni­
versitarios en el Centro cultural anexo al Convento de Santo Domingo (pu­
blicado en el núm. 17, de 25 de abril de 1982, de la la versión espa!íola de
L'Osservatore Romano).
(20) Discurso a científicos, artistas y periodistas en el Centro de los
Congresos de Viena1 el 12 de septiembre de 1983.
1036
Fundaci\363n Speiro

ENCICLICA «CENTESIMUS·ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
para el hombre». De ahí que la filosofía y la religión «se refieren
al sentido, límites, priotidades y control de la actividad científica
y técnica, sin que ello suponga, lógicamente, una limitación o pres­
cripción foránea de lo que se· llama investigación de los fundamen­
tos
y búsqueda de la verdad».
Estas tres proposiciones enlazan perfectamente con lo antes
transcrito del número 54, párrafo 2.
0
, de la Centesimus annus, y
aclaran cuál debe ser el método adecuado para llevar a la práctica
los principios, criterios y orientaciones de la doctrina social de la
Iglesia. Constituye un eror metodológico
--eonsustancial en los ideó­
logos, en el cual también inciden con
s4 mejor intención muchos
clérigos
y cristianos de buena.voluntad, pero con mentes meramen­
tete cuantitativas, sin alcances
cualitativos-, la pretensión de dedu­
cir. silogísticamente soluciones y mucho más si se efectúa aga­
rrándose literalmente a ciertas palabras y expresiones. Recuerdo
varios ejemplos patentes en el· campo de mi especialidad,
el de­
recho. Así: ·
-En materia de participación obrera se tuvo durante cierto
tiempo una obsesión, bastante generalizada
-y que algunos aún
mantienen-, de concretarla jurídica e imperativamente en una
participación en los beneficios
y en los Consejos de Administra­
ción de las empresas con forma societaria, sin percibir
los incon­
venientes de esas «concretizaciones», ni darse cuenta de que exis­
té11 muchas otras formas y maneras de participar y de adecuarlas
a cada empresa y situación (21
).
(21) Cfr. mi estudio «De la propiedad al capitalismo anónimo y a la
propuesta de reforma de la empresa», en Rev. Der. Priv., septiembre 1968,
págs. 720-738, y en Estudios varios, Madrid, Montecorvo, 1980, págs. 483-
523, en especial VII a fin, págs. 504 y sigs. Como expresión de formas de
participar realmente por ca.da trabaiador en su adecuado nivel, cfr. el artícu­
de PATRICIO }OEBB DuvAL, «Autoridad en la empresa», Verbo, 150, diciem­
bre 1976, págs. 1319 y sigs., así como los folletos de la C. E. E. Mando y
autoridad en la empresa y Subversión en la empresa, mandos intermedios y
clima social, Madrid, 1982.
1037
Fundaci\363n Speiro

IUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
-La afirmaci6n del destind universal de los bienes de esta
tierra
ha sido repetidamente mal interpretado, con referencia a la
propiedad privada, al pretender imponerlo en el 1UIJ.bíto jurídico
en forma colectivista
(22); y, en cuanto a la traducci6n de los debe­
res sobre lo superfluo, al pretender darles el carácter de deberes
de rigurosa justicia conmutativa o distributiva y no -según cla­
ramente advirtió Pío XI, en la Quadragesimo anno-como de­
beres éticos que,
por razones de bien común, pueden ser elevados
a jurídicos como concreci6n
de justicia general o legal (23 ).
5. La visión teológica del hombre entero como clave metodo­
lógica de la doctrina social de la Igl.,..ia.
En una de las sesiones que, en los Plenos de numerarios de la
Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, se dedicaron a la
Centesimus annus, uno de los académicos opinó que esta encíclica
había reiterado la doctrina social de la Iglesia sin aportar nada
r.uevo. Frente a esta opinión, advirti6
VÍCTOR GARCÍA Hoz que
la
principal aporraci6n de esta encíclica consistía en centrar esa
doctrina en la teología del hombre. Sustancialmente estoy de acuer­
do con esta apreciación.
Sin embargo, ya LEÓN XIII, en la Rerum novarum, su crítica a
la pretendida soluci6n socialista se bas6 en la naturaleza del hom­
bre. Como dice
en el número 5, el hombre, «abarcando con su
(22) Cfr. mi comentario ,a la Populorum progressio, II, en Verbo, 55,
págs. 381 y sigs.
(2.3) Cfr. mi estudio «La propiedad en Santo Tomás de Aquino», Revis­
ta Est. Politicos, 195-196, mayo-agosto 1974, págs. 49-79; «Propiedad y jus­
ticia a la luz de Santo Tomás de Aquino», Verbo, 188, págs. 1965-1122, y,
en especial, con el mismo título y con retoques, en mis Estudios sobre de­
recho de cosas, 2.• ed., Madrid, Montecorvo, 1985, vol. 1, 141-216, en espe­
cial, su epígrafe IV, págs. 191 a fin. Cfr., también, el estudio de ANTONIO
SEGURA F°ERNS? quien como economista, ha adecuado a esta ciencia los princi~
pios· de· la_ Laborem exercens { «El capital en la Laborem exercens», Verbo,
253-254,
págs. 363-384) y los de la actual Centesimus annus, en este mismo
Verbo, págs. 918-928.
1038
Fundaci\363n Speiro

ENCICLICA «CENTESIMUS_ ANNUS» Y «.COSAS NUEVAS»
razón cosas innumerables, enlazando y relacionando las cosas futu­
ras con las presentes
y siendo du.eño de sus actos, se gobierna a sí
mismo con la previsión
de su inteligencia, sometido además a la
ley eterna baio el poder de Dios».
Estoy convencido que es así -y lo dije en una de las reunio­
nes los martes en
Speiro--después de una nueva relectura, aca­
bada de efectuar, de los Tratados De legibus y De iure, de la Sum­
ma Theologiae de Santo Tomás. En la determinación dela natura­
leza en toda su plenitud del hombre
es donde la filosofía y el de­
recho natural requieren más ayuda de la teología.
JuAN PABLO Il ha cultivado durante mucho tiempo, con espe­
cial dedicación,
la teología referente al ser del hombre en la cate­
quesis de sus audiencias semanales de los miércoles (24
).
«Al abrir el hombre hacia Dios -habían dicho en su alocu­
ción a
la Pontificia Comisión Iustitia et Pax, del 11 de noviembre
de
1978-, la Iglesia lo libra de encerrarse en el ¡istema ideol6-
gico que sea; lo abre hacia sí mismo y hacia los otros, y lo hace
disponible para crear cosas nuevas según las exigencias presentes
de la evolución de
la humanidad».
Y, en la Sollicitudo rei socia/is (29, 2), indica la necesidad de
no perder de vista el parámetro que se halla en la naturaleza espe­
cifica del hombre,
«creado por Dios a su imagen y seme¡anza (cfr.
Gén. 1, 26 ). Naturaleza corporal y espiritual, simbolizada en el se­
gundo relato de la creación por dos elementos, la tierra, con la
que Dios modela al hombre, y el hálito de vida, infundido en su
rostro» (cfr. Gén. 2, 7).
Ahora, en la
Centesimus annus leemos:
(24) Recomiendo a los lectores de Verbo que relean, en el número 253·
254, los textos que fueron recogidos en sus primeras páginas bajo el título
general «La creación del mundo y el -comienzo del plan de la Salvación».
En especial, en la pág. 232 el extractado de la catequesis del 2 de febrero
de 1986, acerca de la creación en el relato del Génesis, donde destaca que
el texto de éste, 1,27, «tiene un alcance sobre todo religioso y teológico»;
y, en la pág. 235 del extracto de la catequesis del 9 de marzo siguiente, don­
de enuncia. que toda la obra de la creación pertenece al plan de la salvación,
apoyándolo en cita de la Epístola a los Efesios, 1,11 y 3,9 y de los Prover­
bios, 8,22-36, puestos como ejemplo.
1039
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
- « ... hay que tener presente, desde ahora, que lo que canse
tituye la trama y, en cierto modo, la gula de la enciclica [se refie­
re a la Rerum novarum] y, en verdad de toda la doctrina social
de
la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y
t!e su valor único, porque el hombre ... , en la tierra es la sola cria­
tura que Dios ha querido por si misma (Gaudium et spes, 24 ). En
él ha impreso su imagen
y semejanza (dr. Génesis, 1, 26), confi­
riéndole
una dignidad incompabrable, sobre la que insiste repeti­
damente
la enciclica [Rerum novarum]. En efecto, aparte de los
derechos que el hombre adquiere con su propio
traba¡o, hay otros
derechos que no
proceden de ninguna obra realizada por él, sino
de su dignidad esencial de persona» (
11, final).
La atención y
la responsabilidad de la Iglesia hacia el hombre,
«confiado a ella por Cristo mismo», se justifica porque «es la úni­
ca criatura que Dios ha querido por si misma y sobre la cual tiene
su proyecto} es decir} la participación en la salvación eterna. No
se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e
histórico; se trata de
cada hombre, porque a cada uno llega el
misterio de
la redención y con cada uno se ha unido Cristo para
siempre a través de este misterio (dr., ene. Redemptor hominis,
13, l. c., 283 ). De ah! se sigue que la Iglesia no puede abandonar
al hombre y que "este hombre" es el primer camina que la Iglesia
debe recorrer en el cumplimiento de su misión ...
, camina trazado
por Cristo mismo, v!a que inmutable conduce a través del misterio
de
la encarnación y de la redención» (ibid. 14, l. c., 284 ).
«Es esto y solamente esto lo que inspira la doctrina social de
la Iglesia. Si ella ha ido elaborándola progresivamente de forma
sistemática, sobre todo a partir de
la fecha que estamos conme­
morando,
es porque toda la riqueza doctrinal de la Iglesia tiene
como
horizonte al hombre en su realidad concreta de pecador y de
;usto» (núm.
53 ).
-«La doctrina social, especialmente hoy dla, mira al hombre,
inserto
en la compleia trama de relaciones de la sociedad moderna.
Las ciencias humanas y la filosofía ayudan a interpretar la centra­
lidad del hombre
en la sociedad y a hacerle capaz de comprenderse
1040
Fundaci\363n Speiro

ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
mejor a sí mismo como "ser social". Sin embargo, solamente la fe
revela plenamente la doctrina social de la Iglesia, la cual, valién­
dose de todas
las aportaciones de las ciencias y de la filoso/la, se
propone ayudar
al, hombre en el camino de la sa/,vaci6n» (54, 1 ).
-«La Iglesia conoce el "sentido del hombre" gracias 11 la
revelaci6n divina. Para conocer al hombre, el hombre verdadero,
el hombre integral, hay que conocer a Dios», citando a continuación a SANTA CATALINA DE SIENA, que en una
oración expresaba
la misma idea. «En la naturaleza divina, deidad
eterna, conoceré
la mia» (homilía en la última sesión pública del
Concilio Vaticano II, 7 de diciembre de 1965, A. A. S. 58,
1966, 58).
«Por eso la antropologla cristiana es en rea/,idad un capitulo
de
la teología y, por esa misma raz6n, la doctrina social, de la Igle­
sia, preocupándose del hombre, interesándose por él y por su modo
de comportarse en el mundo, "pertenece
al campo de la teología
moral," (ene. Sollicitudo rei socia/is, 41, l. c., 571). La dimensi6n
teol6gica se
hace necesaria para interpretar y resolver los actuales
problemas
de la convivencia humana ... » (núm. 55).
II. TRADICIÓN DE LA IGLESIA Y COSAS NUEVAS
l. Dimensión práctica y activa de la doctrina social de la
Iglesia.
La doctrina social de
la Iglesia se dirige a guiar nuestro deber
de amar al prójimo como a nosotros mismos, por amor a Dios.
Por esd, no está hecha sólo para conocerla, sino para llevarla a la
práctica, vivificándola.
Por eso mismo, la Iglesia
no se contenta con enunciarla. Es
más, no la enuncia en abstracto, sino con ocasión de problemas
sociales que requieren soluciones y en los cuales ella debe decir
su palabra a
la luz de la fe y conforme su misión.
Por eso
----a>m.o ha resumido el mismo JuAN PABLO 11, en
Sollicitudo rei socia/is, núm. 3, final-, se distingue:
1041
Fundaci\363n Speiro

IUAN. BMS. VALLET DE GOYTISOLO
-Un aspecto constante, invatiable que constituye la doctrina
propiamente dicha.
-Y otro, en constante. «renovaci6n», en tanto «está some­
tido a las necesarias y oportunas adaptaciones sugeridas por la va­
riación de las condiciones históricas, as! como por el constante flu¡o
de los acontecimientos en que se mueve la vida de los hombres en
las sociedades». Este elemento variable puede ayudar a esclarecer
y matizar la doctrina y facilitar
la formulaci6n de principios más
concretos. Pero, en importante parte, no la integra propiamente,
sino que constituye lo que se denomina un programa para resolver
una situaci6n determinada.
Esa labor táctica debe ser realista y, por ello, requiere un de­
Udo conocimiento previo. Cuando comenté la Octogesima adve­
niens (Verbo,
97-98, pág. 666 ), distinguí en ella:
- la exposici6n de situaciones de hecho ;
el análisis de tedencias y deseos del hombre ;
reprobaciones de ideologías, utopías y otros males o
de­
fectos sociales, y advertencias de riesgos y de límites que
no deben sobrepasarse;
llamadas a la
acción en el mundo, al compromiso tem­
poral;
- propuestas o insinuaciones de caminos y de soluciones para
lograr mejoras concretas en un orden justo y el progreso
temporal humano.
JuAN PABLO II, en Sollicitudo reí socialis, recorri6 ampliamente
todas estas materias; y, ahora, en la Centesimus annus lo observa
claramente en los capitulas 2, 3, 4 y 5, donde expande por doquier
la luz de los principios, es decir, de la doctrina social
-propia­
mente dicha-de la Iglesia.
Para efectuar esta labor deben examinarse
las cosas nuevas,
siguiendo en esto la tradición de la Iglesia, y, al efectuarlo, pro­
gresar conforme
el significado de la palabra tradición, no s6lo de
1042
Fundaci\363n Speiro

ENCICLICA 4!.CENTESIMUS ANNUSi+ Y 4!.COSAS NUEVAS».
transmisión del confiado depósito revelado, sino también de las
nuevas experiencias adquiridas que pueden ayudar a resolver pro­
blemas aún
no resueltos, y después de enriquecida ( la tradición,
como transmisión del progreso, que se enriquece con nuevas ad­
quisiciones), iluminando todo -romo hace JUAN PABLO II-con
la luz de la teología del hombre entero.
2. La tradición en la doctrina social de la Iglesia.
Sin tradición no es posible el progreso. Sólo cabe el plagio, la
entrega a una ideología o la búsqueda de utopías.
Recuerdo que oí a
GusTAVE THIBON esta anécdota: Al termi­
nar una conferencia,
se abrió el coloquio, y un joven disconforme,
proclamó que debía comenzarse a construir
· 1a sociedad desde la
primera piedra. Había que olvidat todo lo aprendido de los pa­
dres. THIBON le interrumpió: «Cállate, insensato, que estás hablan­
do en francés». Todos pensamos, hablamos, progresamos, traba­
jamos,
partimos de adquisiciones, materiales e intelecmales obteni­
das por generaciones anteriores, comenzando por el mismo lengua­
je. Progresar requiere no perder esas conquistas, sino mejorarlas
y acceder a otras nuevas. Lograr soluciones para lo no resuelto
aún, sin perder nada de lo adquirido, sino perfeccionarlo
y afinar­
lo. Parece que la humanidad autocalificada de civilizada tiende a
olvidar esto desde el Siglo de las Luces, en el de
las ideologías y
el de las utopías. Sin embargo, la Iglesia, salvo brotes febriles de
algunos sectores,
ha sido siempre realista. No en vano, hace un
siglo que
ha proclamado a SANTO TOMÁS DE AQUINO -en pala­
bras de
PAULO VI (25)-«guia autorizado e insustituible de los
estudios filosóficos
y teológicos y que el Vaticano JI ha confir­
mado de
él, hablando como del "maestro" perenne (Optatam to­
tius,
16) especialmente para las Universidades católicas (Gravis­
simum educationis,
10) y, por ello el "Index" viene a corroborar
(25) PAULO VI: alocución del 20 de mayo de 1974 al Comité promotor
del «Index ThomisticusJ+..
1043
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
que, una vez más, para edificar al,go valioso es necesario tener
siempre en cuenta, permitidnoslo decir, al Aquinatense».
Este realismo requiere recibir el legado de la tradici6n en el
sentido expresado. Nd la rutina ni el conservadurismo, sino ese
progresar apoyándonos en las anteriores adquisiciones, incluso
cuando las sustituimos
por otras que las superen, pero sabiendo
distinguir siempre
lo que permanece valioso y Id que debe ade­
cuarse o, incluso, ser cambiado a ese fin.
Y, por eso mismo, JuAN PABLO II, en la Centesimus annus,
señala el desed, que constituye el motivo principal para conmemo­
rar la Rerum novarum, «ante todo, de satisfacer la deuda de gra­
titud que la Iglesia entera ha contraído con el gran Papa y con su
"inmortal documento"
(cfr. Pío XI, ene. Quadr,,gesimo anno, III,
l. c., 228). Es también mi deseo mostrar c6mo la rica savia, que
sube desde aquella
ralz, no se ha agotado con el paso de los años,
sino que, por el contraria, se ha hecho más fecunda» (núm. 1, fi­
nal).
Por eso, invita JUAN PABLO II a «echar una mirada retrospec­
tiva», a «mirar a/.rededor» y, en fin, «a mirar al futuro», con sus
inc6gnitas y también sus promesas, efectuando, al hacerlo, una re­
lectura de la encíclica leonina: «De ese modo, no s61o se confir­
mará el valor permanente de tales enseñanzas, sino que se mani­
festará también el verdadero sentidd de la tradici6n de la Iglesia,
Ir; cual, siempre viva y siempre vital, edifica sobre el fundamento
puesto por nuestros padres en la fe y singularmente, sobre el que
he sido "transmitido por los ap6stoles a
la Iglesia" (dr. SAN IRE­
NEO, Adversus baereses, 1, 10-III, 4, 1; P. G. 7, 549 s.; S. Ch.
264, 154
s.; 211, 44-46), en nombre de JESUCRISTO, el fundamen­
to que nadie puede sustituir (cfr. 1 Cor. 3, 11).
»Consciente de su misión, como sucesor de Pedro, León XIII
se propuso hablar1 y esa misma consciencia es la que anima hay
a su sucesor. Al igual que él y otros pontifices anteriores y poste­
riores
a él, me voy a inspirar en la imagen evangélica del "escriba
que se
ha hecho disclpulo del reino de los cielos", del cual dice
el Señor que es como el amo de casa que sa~a de su tesoro cosas
nuevas y cosas vie¡as" (Mt. 13, 52). Este tesoro es la gran corrien-
1044
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
te de la tradici6n de la Iglesia que contiene "cosas viejas"recibi­
das y transmitidas desde siempre, y que permite descubrir las "co0
sas nuevas" en medio de las cuales transcurre la vida de la Iglesia
y del mundo.
»De tales cosas que, incorporándose a la tradici6n, se hacen
antiguas, afreciendo así ocasiones y material para enriquecimiento
de la misma y de la vida de fe, forma parte también la activi­
dad
fecunda de millones y millones de hombres, quienes a impulsos
del magisterio social se han esforzado por inspirarse
en él con mi­
ras al propio compromiso con el mundo ... » (núm. 3 ).
JuAN PABLO II ha dado ejemplo de seguir esta tradición al
conmemorar la misma Rerum novarum, en la Laborem exercens,
y la Populorum progressio, en la Sollicitudo rei socia/is. Ahota
vuelve a dar testimonio vivo de ella y de su riqueza en savia fruc­
tífera.
3. "Las cosas nuevas".
En la Rerum novarum, enunció LEÓN XIII que debía y quería
ocuparse de las cosas nuevas.
JuAN PABLO II explica que, a finales del siglo pasado, «la
Iglesia se encontró con un proceso histórico, presente ya desde
hacía tiempo, pero que alcanzaba entonces su punto álgido». Pro­
ceso determinado por "un conjunto de cambios radicales ocurridos
en el campo politico, econ6mico
y social e incluso en el ámbito
cientlfico
y técnico, aparte el múltiple influjo de las ideo/o gías
dominantes», originadoras «de una nueva concepci6n de la socie­
dad, del Estado, y, como consecuencia, de la autoridad» (núm. 4,
párrafo 1).
Pero: «Las ucosas nuevas" que el Papa tenía ante sí --,..-ad­
vierte JuAN PABLO II (núm. 5, párr. l}-no eran ni mucho me­
nos positivas todas ellas.
Al contrario, el primer párrafo de la en­
cíclica describe las "cosas nuevas", que le han dado el nombre,
con duras palabras: "Despertada el ansia de novedades que desde
hace tiempo ya agita a los pueblos, era de esperar que las ganas
de cambiarlo todo llegara a pasarse del campo de la politica al te­
rreno colindante de
la economía. En efecto, los adelantos de la
1045
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLD
industria y de las profesiones, que caminan por los nuevos derro­
teros;
el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos
y obreros/ la acumulación Je las riquezas en manos de unos pocos
y
la pobreza de Ul inmensa mayoría' "la mayor confianza de los
obreros
en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, ;unta­
mente con la rela¡ación de la moral, han determinado el plantea­
miento del conflicto"»
(ene. Rerum novarum, 1, l. c. 97, núm. 5,
párr. 1).
De ahí el conflicto entre el capital y el trabajo, que «contra­
ponía, como
si fueran "lobos", un hombre a otro hombre», lle­
vando a la
"lucha de clases» (núm. 5, párrs. 2 y 3).
Es decir, las «cosas nuevas», con la experiencia de las «cosas
vie¡as», debían examinarse críticamente, a la luz del Evangelio, de
la tradición
y del orden de la creación, en especial de la natura­
leza del hombre en todas sus dimensiones. Y esta crítica debía
partir del examen de los hechos con sus causas y
las pretendidas
soluciones. Es decir,
no sólo debía analizarse críticamente lo que
estaba
mal, sino sus pretendidos remedios, para poder determinar
cuáles eran verdaderos
y cuáles falsos e, incluso, originar solucio­
nes
más dañinas; y, asimismo, las posibilidades y riesgos de las
aceptables y hasta aparentemente necesarias en principio.
Pero
las cosas nuevas no sólo se presentaban entonces. Se han
presentado muchas veces, casi constantemente, en
el trancurso de
la historia
y han seguido y seguirán presentándose a los ojos de
los hombres y a
los de la Iglesia, como madre y maestra.
Esta, en el correr de los tiempos,
se ha encontrado con muchas
«cosas nuevas», hoy viejas y hasta olvidadas,
y ha mostrado siem­
pre la misma doctrina social, inspirada en la visión teológica del
hombre
y de la sociedad; y para proponer o insinuar remedios,
conforme programas variadlsimos, según las circunstancias muda­
bles concurrentes en
las. cosas nuevas contempladas. Hoy son los
Sumos Pontífices quienes hablan por ella; en otros tiempos eran
las Iglesias
locales o personas suscitadas por Dios e investidas por
él con una luz especial. Recordemos brevemente.
-En el reino visigodo de España la división de visigodos e
hispanorromanos estaba ágravada,
y su fusión dificultada, por el
1046
Fundaci\363n Speiro

ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
arrianismo de aquéllos ; la paz y estabilidad política era puesta
continuamente a difíciles pruebas por
el carácter electivo de la
monarquía goda.
Los Concilios de Toledo fueron siempre un foco
de luz (26).
-A partir del siglo de hierro, en una Europa donde impe­
raba la anarquía y la violencia, las luchas y el pillaje, que había
sido invadida por los mahometanos por
el sur, los Concilios pro­
vinciales y las Asambleas de Paz y Tregua, instaurarían la paz de
la casa, la
paz de camino, la paz del mercado, la paz en los luga­
res sagrados,
collio puntos de partida para fructificar un derecho
consuetudinario «medieval cristiano» y el «gobierno gótico»
--así,
en el Siglo de las Luces, lo denominaría MoNTESQUIEU, quien es­
cribió (L'Esprit des lois, XI, VI, ult.): «no creo que haya habido
en la tierra un gobierno tan bien temperado como lo fue este go­
bierno gótico en cada parte de Europa en el tiempo en que sub­
sistió».
-En el siglo xm, cuando en las Universidades europeas ha­
bía penetrado una interpretación de ARISTÓTELES, a través de
AvERROES, materialista y panteísta, la obra ingente de SANTO To­
MÁS DE AQUINO, cristianizaría el pensamiento de aquél integrán­
dolo
con el de PLATÓN, SAN AGUSTÍN y la Patr!stíca, adecuándolo
a toda posible variedad de circunstancias, y formularia un derecho
natural realista. Precisamente el olvido de
sus bases ha traído las
grandes crisis sufridas después.
-En los albores del siglo XVI --cuando se había descubierto
el Nuevo Mundo ( iniciando un
gran progreso en la navegación y
(26) Cfr. en Verbo, 271-272, enero-febrero 1989, el estudio del profesor
JoslÍ ÜRLANDIS, «Ante el XIV Cenenario del Concilio III de Toledo», pági­
nas 15-20; y
Verbo, 279-280 noviembre-diciembre 1989, dedicado a «589»,
recog.!.endo las conferencias acerca de este tema de nuestra XXVIII Reunión
de amigos de la Ciudad Católica; así como, en el núm. 20 (1989) de los
Anales de la Real Academia de Jurisprudencia (págs. 73-128}: Los concilios
de Toledo y el régimen
politico visigodo, por ALFONSO GARCÍA GALLO, y
Proyecci6n actual del Concilio III de Toledo, por ISIDORO MARTÍN MAR­
TÍNEZ.
1047
Fundaci\363n Speiro

JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
en el comercio), escindida la Cristiandad por la reforma protestan­
te, estallado un nuevo período de guerras entre cristianos,
impe­
rante el nominalismo en las universidades europeas, y amenazante
el poderío turco en el Mediterráneo y desde el Este de Europa-el
dominico FRANCISCO DE VITORIA, releyendo a SANTO TOMÁS, re­
afirmó las soluciones de éste para las cuestiones de siempre y abrió
cauces nuevos para las nuevas,
en su Relectio de I ndis prior_, y al
derecho internacional, en la secundae. El actual decano de la Fa­
cultad de Derecho de la Universidad de Ginebra, ALFRED Du­
FOUR (27), ha mostrado la gran influencia que VrTORIA tuvo en
el tránsito operado desde la Bula Inter caetera de ALEJANDRO VI,
er, 1493, al BreveSublimis Deus, de PAULO III, en 1537.
Volviendo a
la Centesimus annus, JuAN PABLO II, antes de
penetrar en
el examen y el análisis de las «cosas nuevas» de hoy,
destaca, de la
Rerum novarum, «que su marco histórico y las pre­
visiones
en ella apuntadas se revelan sorpredentemente ¡ustas a la
luz de cuanto sucedió después», «en particular, por los aconteci~
mientos de los últimos meses del año 1989 y primeros de 1990.
Tales acontecimientos
y las posteriores transformaciones radicales
no se explican sino es a base de las situaciones anteriores que en
cierta manera habían cristalizado e institucionalizado las previsio­
nes de León
XIII y las señales, cada vez más inquietantes, vislum­
bradas por sus sucesores.
En efecto, el Papa previó las consecuen­
cias negativas
-ba¡o todos los aspectos, político, social, y eco­
nómico--de un ordenamiento de la sociedad tal como lo proponia
el "socialismo", que entonces se hallaba todav!a en el estado de
filosofía social y de movimiento
más o menos estructurado ... -»
{cap. 2, núm. 12, párr. 2).
«Es necesario subrayar aquí das casas: por una parte, la gran
lucidez, en percibir, en toda su crudeza, la verdadera situación de
los proletarios, hombres, mujeres y niños; por otra, la no menor
claridad en intuir los males de una solución que,
ba¡o la apariencia
(27) A. ThJFoUR, «Quelques problefiles juridiques de la conqu~te de
l' Amérique par les espagnols, de la Bulle nin ter caetera" a la dispute de V alia­
do lid», en Cadmos, 53, prima.vera 1991, págs. 115-135.
1048
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUSr,. Y «COSAS NUEVAS.
de una inversión de posiciones entre pobres y ricos, en realidad
per¡udicaba a quienes se
proponia ayudar. De este modo, el reme­
dio venía a
ser peor que el mal. Al poner de manifiesto que e!
sr,cialismo de su tiempo estaba en la supresión del derecho de
propiedad privada, León
XIII llegaba de veras al núcleo dtr la
cuestión» (núm. 12, párr. 3).
JUAN PABLO II, ahondando en la reflexión de ese socialismo
como sistema de Estado, a lo ya dicho
pdr él en Laborem exer­
cens y Sollicitudo rei socialis, añade, «que el error fundamental
del socialismo es de carácter antropológico»: «considera
a todo
hombre como un simple elemento
y una molécula del organismo
social, de manera que el bien del individuo se subordina
al fun­
cilnamiento del mecanismo económico social»; «considera que este
mismo bien puede ser alcanzado al margen de su opción autóno­
ma, de su
responsabtlidad asumida, única y exclusiva, ante el bien
y el mal»; desaparece, así, «el concepto de persona como suieto
autónomo de decisión moral, que es quien edifica el orden social
mediante tal decisión»; el hombre
«pasa a depender de la má­
quina social y de quienes la controlan, lo cual le crea dificultades
mayores
para reconocer su dignidad de persona y entorpece su ca­
mino para la constitución de una auténtica comunidad humana»
(núm. 13,
párr. 1).
Además: «Según la "Rerum novarum" y la doctrina social de
la Iglesia, la sociabilidad del hombre no se agota en el Estado,
sino que se
realiza en diversos grupos intermedios, comenzando
por
la familia y siguiendo por los grupos económicos, sociales, po­
l!ticos y culturales, los cuales como provienen de la misma natura­
leza humana, tienen su propia autonomia, sin salirse del ámbito
del bien común
... » (núm. 13, párr. 2).
El
ateismo, la negación de Dios -observa JUAN PABLO II-,
«priva de su fundamento a la persona y, consiguientemente, le
induce a organizar el orden social prescindiendo de
la dignidad y
responsabilidad de la persona». Concepción «en estrecha relación
con el racionalismo iluminista, que concibe
la realidad humana y
social del hombre de manera mecanicista» (ibid., párr. 3 y 4).
La Rerum novarum se opone, con igual decisión, «a la estataM
1049
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JUAN BMS. VALLET DB GOYTISOLO
lización de los medios de producción, que reducirla a todo ciuda­
dano a una "pieza" en el engrana;e de la máquino estatal», como
también a «una concepción del Estado que deje la esfera de la
economia totalmente fuera del propio campo de interés y de ac­
ción» (núm. 14, 1). Y, al señalar los fines a los que ha de ceñirse
la participación del Estado, indirectamente según
el principio de
subsidiariedad y directamente según el principio de solidaridad,
dice que debe hacerla «poniendo en defensa de los más débiles
al,gunos limites a la a~tonomia de las partes que deciden las con­
diciones
de trabajo y asegurando en todo caso un mínimo vital
al trabajador en paro (cfr. Laborem exercens, 8, le. 594-591)»
(ibid., 3 y 4 ).
Complemento magnifico de estos extractos de la doctrina social
de la Iglesia obtenidos de
la relectura de la Rerum novarum, es
el capítulo
4 de esta Centesimus annus, titulado La propiedad pri­
vada y el destino universal, de los bienes, temas que pone en rela­
ción con las circunstancias más nuevas.
Antes (cap. 2, núm. 19, párrs. 3 y 4), se ocupa de algunas fuer­
zas que se han opuesto al marxismo:
- Unos
«con la construcción de sistemas de "seguridad na­
cional", que tratan de controlar capitarmente toda la sociedad para
imposibilitar la infiltración marxista. Se proponen preservar del
comunismo a sus pueblos, exaltando e incrementando
el poder del
Estado, pero con éste corren el grave peligro de destruir
la libertad
y los valores de la persona en nombre de los cual,es hay que opa­
nerse al comunismo».
~ Otra actitud, «representada por la sociedad del bienestar
o sociedad de consumo»} «tiende a derrotar al marxismo en el te­
rreno del puro materialismo, mostrando cómo una sociedad de libre
mercado
es capaz de satisfacer las necesidades material,es humanas
más plenamente de lo que aseguraba el comunismo y excluyendo
también los bienes
espiritual,es. En realidad, si bien por un lado
es cierto que el modelo social muestra el fracaso del marxismo
para construir una sociedad nueva y mejor, por el otro, al negar su
existencia autónoma y su va/,or a la moral, y al derecho, asl como
1050
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ENCICLICA «CENTESJMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
a la cultura y a la religión, coincide can el marxismo en reducir
totalmente
al hombre a la esfera de lo económico, a la satisfacción
de
las necesidades materiales».
4. De las "novedades" después de 1989.
El capítulo 3 de la Centesimus annus se ocupa de la caída de
los regímenes comunistas, examina sus causas y la situación- sub­
siguiente a ella. Son cosas novísimas que sigue analizando en el
capítulo siguiente, a partir del número 41 y en parte del capítu­
lo 5.
Al enumerar las causas (núms. 24 y 25) señala como factores
de
la caída de esos regúnenes opresores:
1.0 La violación de los derechos del trabajo que, por ejem­
plo, en Polonia, dio lugar a grandes revueltas, destacando el hecho
de que
«en casi todas partes se haya llegada a la caida de seme­
¡ante "bloque" o imperio a través de una lucha pacifica, que em­
plea solamente
las armas de la verdad y de la iusticia» ... «Pare­
cía coma si el orden europea surgido de los acuerdt>s de Y alta,
ya no pudiese ser superado más que por otra guerra, y, sin em­
bargo, ha sida superado por el compromiso no violenta de hombres
que, resistiéndose siempre a ceder
al poder de la fuerza, han sabi­
do encontrar, una y otra vez, formas eficaces para dar testimonio
de la verdad».
2.0 La «ineficencia del sistema económico, la cual na ha de
considerarse como un problema puramente técnico, -sino más bien
como consecuencia de la violación de los derechos a la iniciativa,
a
la propiedad y a la libertad en el sector de la economia» ... «El
punto central de toda cultura
lo ocupa la actitud que el hambre
asume ante el destina más grande: el misterio de Dios: Las cultu­
ras de las diversas nociones son, en el fondo, otras tantas maneras
diversas de plantear la pregunta acerca del sentido de la existencia
personal. Cuando esta pregunta es eliminada se corrompe la cul­
tura moral de las naciones».
3.0 «La verdadera causa de las "novedades", sin embargo, es
el vac!o espiritual provocado por el ateísmo»... «El marxismo
1051
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
había prometido desenraizar del corazón humano la necesidad de
Dios; pero los resultados, han demostrado que no es posible lo­
grtirlo sin trastrocar el mismo corazón».
Los acontecimientos del año 1989: «son una amonestación
para cuantos, en nombre del realismo politico, quieren eliminar
del ruedo de
la política el derecho y la moral» ... «Donde la socie­
dad se organiza reduciendo de manera arbitraria o incluso elimi­
nando
el ámbito en que se e;ercita legítimamente la libertad, el
resultado es la desorganización y la decadencia progresiva de la
vida social» (núm. 25, párrs. 1 y 2).
Y cdncluye: «El reino de Dios, presente en el mundo sin ser
del mundo, ilumina el orden de
la sociedad humana mientras que
las energías de la gracia lo penetran y vivifican. Así se perciben
mejor
las exigencias de una sociedad digna del hombre, se co"i­
gen las desviaciones y se co"obora el ánimo para obrar bien.
A esta labor de animación evangélica de
las realidades humanas
están
llamados todos los hombres de buena voluntad, todos los
cristianos
y, de manera especial, los seglares» (dr. e:xh. Cristi fide­
les laici, 30 diciembre 1988, 32-44; AAS 81, 1989, 431-481).
La encíclica también examina las consecuencias positivas y ne­
gativas
de los acontecimientos de 1989, que «revisten importancia
universal»
ya que «afectan a toda la familia humana», advirtien­
do que «no se dan de forma mecánica o fatalista, sino que son
más bien ocasiones que se ofrecen a la libertad humana para co­
laborar con el designio misericordioso de Dios que actúa en la
historia» (núm. 26, párr. 1).
De estas consecuencias destaca:
l.º En algunos países, el encuentro entre la Iglesia y el mo­
vimiento obrero, «nacido como una reacción de orden ético y
concretamente cristiano contra ·una vasta situación Je irt;usticia.
Durante casi un siglo dicho movimiento en gran parte había caído
bajo
la hegemonía del marxismo, no sin la convicción de que los
proletarios para luchar eficazmente contra la opresión, debían
asumir las teorias materialistas y economicistas» (ibid., párr. 2).
1052
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ENCICLICA «.CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
«En el pasado reciente, el deseo sincero de ponerse de parte
de los oprimidos y de no quedarse fuera del curso de
la historia
ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un
compromiso imposible entre marxismo y cristianismo. El tiempo
presente, a
la vez que ha superado todo lo caduco en estos inten­
tos, lleva
a reafirmar la positividad de una auténtica teología de
la liberación humana integral» (cfr. Congregación para la doctrina
de la Fe, Instrucción sobre
la libertad cristiana y la liberación, Li­
bertatis conscientia, 22 marzo 1986, AAS 79, 1987, 554-599) (28).
2.
0 En los pueblos de Europa, la acumulación de muchos
odios
y rencores con el peligro real de que vuelvan a explotar (nú­
mero 27)
-lo estamos viend0-y el comienzo, en algunos países
de Europa, de una verdadera posguerra: «La radical ,estructura­
ción de las econom!as, hasta ayer colectivizadas comporta proble­
mas y sacrificios comparables con los que tuvieron que imponerse
los
paises ocddentales del continente para su reconstrucción des­
pués del segundo conflicto mundial ... » (núm. 28, párr. 1).
«La ayuda de otros paises, sobre todo europeos, que han teni­
do parte en
la misma historia y de la que son responsables --ad­
vierte el Papa (Ibid., párr. 2)--, co"esponde a una deuda de
justicia. Pero
co"esponde también al interés y al bien general de
Europa,
la cual no podrá vivir en paz si los conflictos de diversa
indole que
surgen como consecuencia del pasado, se van agravan­
do a causa de una situación de desorden económico, de espiritual
insatisfacción y desesperación.
»Esta
exigencia, sin embargo, no debe inducir a frenar los es­
fuerzos para prestar apoyo y ayuda a los paises del tercer mundo
que sufren a veces condiciones
de insuficiencia y de pobreza bas­
tante más graves (cfr. Discursd en la sede del Consejo de la CEAO,
en ocasión del X aniversario
de la "Llamada a favor de Sahel",
29 de enero de 1990,
AAS 82, 1990, 816-821). Será necesario
(28) Acerca de este tema, al que dedicamos la XXIV Reunión de ami­
gos de la Ciudad Católica, Casa de Ejercicios, Mater Salvatoris~ Cumbre del
Tibídabo,
Barcelona·, 1, 2 y 3 de octubre de 1985, y, con el mismo título,
La verdadera liberación, publicando sus actas y editado por Speiro en un
volumen (Madrid, 1988, 320 págs.).
1053
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
un esfuerzo extraordinario». Pero: «Pueden hacerse disponibles
ingentes recursos con el desarme
de los enormes aparatos milita­
res i:reados para el cottf/icto del Este con el Oeste», que «podrán
resultar aún mayores si se logra establecer procedimientos fiables
para la soluci6n de !.os conflictos, alternativas de guerra, y exten­
der, por tanto, el principio del control
y de la reducción de los ar­
mamentos incluso en los palses del tercer mundo, adoptando opor­
tunas medidas contra su comercia»
(cfr. JuAN XXIII, ene. Pacem
in terris,
III; l. c. 286-288 ).
5. El realismo de la Iglesia etl el análisis de las cosas nuevas
y en la terminología emple,j.da.
El realismo de la Iglesia
hace que contemple las cosas plena­
mente
y en atención a su consid'°ración del hombre en todas sus
dimensiones espirituales,
intelectuales y materiales. Pero, sin ol­
vidar esa plenitud, la perspectiva' de su doctrina social es enfocada
desde
el punto de vista moral o ético.
Esto
se refleja en la Sa/licituda rei socia/is (núm. 37) en los
análisis de las cosas vie¡as y nuevas, donde JuAN PABLO II mues­
tra la diferencia de éste con el análisis socio-pol!tico de ellas. La
doctrina social de la Iglesia, tras
un análisis de la naturaleza real
de esas cosas, hace un
diagn6stica moral, que sirva para «identifi­
car adecuadamente, a nivel de conducta humana, el camino a se­
guir, para superarlos».
También se refleja en la terminología, en especial en determi­
nadas palabras que, a veces, puedeo resultar más claras
al común
de la gente. El
reaUsmo y el nominalismo se diferencian porque
el primero trata de transparentar la realidad, con sus universales,
en las palabras; en cambio, en todas las concepciones nominalistas
con las palabras tratan de imponer un sentido a las cosas. Todos
los ideologismos
--aunque sean economicistas, tecnocráticos o ma­
tetialistas, como el marxismo-tratan de imponer con las pala­
bras un significado concorde con su propia ideología.
De ahí el
1054
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ENCICLICA «CENTESIMUS A.NNUS» Y «COSAS NUEVAS»
fenómeno denunciado por MARCUSE (29), en virtud del cual, en los
nombres de las cosas, el sustantivo «gobierna la frase de
un modo
autoritario
y absoluto» y ésta se convierte en una afirmación que
debe ser aceptada. Su sentido declara, codifica,
no puede ser de­
mostrado, modificado, ni negado». Esto explica la lucha por adue­
ñarse del significado expresivo de .un juicio . con una calificación
sea de su bondad o
de su maldad (30).
La Iglesia da a las palabras su correcto significado real y así
lo explica. Recoge muchas veces una palabra, pero precisando su
correcto significado. No condena palabras, sino que rechaza deter­
minadas acepciones ideológicas. Trata siempre
de reintegrarlas a
las cosas por ellas significadas, cuando éstas resulten aceptables,
así como a sus significados comunes, pugnando
por referirlas a su
verdadero
y correcto significado; y, cuando acepta alguna palabra
ambigua, suele especificar cuál es el significado
de ella que admite.
Trataré de mostrarlo, a medida que sigo los análisis
de la en­
cíclica.
A) Los derechos humanos y el nuevo derecho de gentes.
La Centesimus annus habla varias veces en pro de los derechos
humanos.
La primera vez al final del capítulo 2, en el número 21:
«Hay que recordar, por último, que después de la segunda guerra
mundial, y en parte como reacci6n a sus horrores, se ha ido difun­
diendo un sentimiento más vivo de los derechos, que
ha sido re­
conocido en diversos documentos internacionales (cfr. Declaración
Universal de los Derechos del Hombre de
1948'; JUAN XXIII,
Pacem in terris, IV, l. c., 281-296; "Acta final" de la Conferencia
sobre la Segutidad
y Cooperación en Europa (CSCE, Helsinki,
1975) y en la elaboraci6n, podría decirse, de un nuevo "derecho
(29) MARCUSE, El hombre unidimensional, cap. IV; cfr. vers. francesa,
París, Las ed. du Minuit, 1968, págs. 110 y sigs.
(30) CTr. los libros de PLINIO CORREA DE ÜLIVEIRA, «Trasvase ideoló,.
gico inadvertido y diálogo•, Madrid, Verbo, 42-43, págs. 77-165, y de RA­
FAEL GAMBRA, El lengua;e y los mitos, Madrid, Speiro, 1983.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
de gentes" al que la Santa Sede ha dado una constante aportación.
La pieza clave de esta evolución ha sido la Organización de las
Naciones Unidas. No solamente ha crecido la conciencia del de­
recho de los individuos, sino también la de los derechos de las
naciones, mientras se advierte mejor la necesidad de actuar para
corregir los graves desequilibrios existentes entre las diversas
áreas geográficas del mundo, que, en cierto sentido, han despla­
zado el centro de la cuestión social del ámbito nacional al plano
internacional»
(cfr. PAULO VI, ene. Populorum progressio, 26 de
marzo de 1967, 61-65, A.AS 59, 1967, 287-289).
Aparte de hacer notar que
el primer intento de restaurar un
nuevo derecho de gentes se debió a FRANCISCO DE VITOR,IA y,
tras él, a FERNANDO V ÁZQUEZ DE M'ENDOZA y a FRANCISCO SuÁ­
REZ, los tres con anterioridad a HUGO GRocro, habiendo aquéllos
señalado
la conveniencia de un organismo internacional que velara
por su cumplimiento,
mis observaciones a este párrafo se concre­
tan a las referentes a
la expresión «derechos humanos», del que
nos hemos ocupado ya en Speiro (31). Son:
l.ª Una, para recordar el sentido que en la doctrina social
de la Iglesia se da a esta locución.
En especial, para subrayar que
JuAN PABLO II, en diversos textos, ha requerido en los denomi­
nados derechos humanos:
a) La prelación de los derechos para con Dios impuestos a
la persona humana.
b) La consideración del hombre en su dimensión plena, crea­
do
por Dids y destinado a El.
c) La objetividad determinada p01, el bien común.
d) La inherencia, a los derechos, de los deberes consiguientes
en el mismo sujeto de aquéllos.
(31) Cfr. mis artículos «El hombre sujeto de la liberación>, 4 a fin,
Verbo, 253-254, marzo.abril 1987, págs. 342-360, e «Introducción al derecho
y a los denominados derechos humanos», II, Verbo, 259-260, octubre-di­
ciembre 1987, págs. 1017-1026; y, especialmente, el libro de bolsillo de Es­
TANISLAO CANTERO~ ·1,a concepci6n de los derechos humanos de Júan Pa­
blo II, Madrid, Speiro, 1990, 174 págs.
1056
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS-.. Y «COSAS NUEVAS-..
e) Y la referencia no sólo a los bienes materiales, sino tam­
bién a los espirituales.
En el número 47, la Centesimus anus preconiza el reconoci­
miento explícito por los ordenamientos de los siguientes derechos
que considera principales:
«el derecho a la vida del que forma
parte el derecho del
hi¡o a crecer ba¡o el. corazón de la madre,
después de haber sido concebido; el derecho a vivir en una familia
unida y en un ambiente moral favorable al desarrollo de la propia
personalidad; el derecho a madurar la propia inteligencia y la pro·
pia libertad a través de la búsqueda y el conocimiento de la ver·
dad; el dereoho a participar en el trabaio para valorar los bienes
de
la tierra y recabar del mismo el sustento propio y de los seres
queridos,
y educar a los hi¡os haciendo uso responsable de la pro­
pia sexualidad». Finalmente, alude al de la libertad religiosa, a la
que luego vamos a referimos
especialmente.
2.ª La otra observación es rigurosamente técnica y sólo en este
aspecto
me permito expresarla. El concepto genuino de la palabra
ius (derecho), en Roma, fue quod iustum est; y, entre las acep­
ciones derivadas analógicamente, no estuvo la significación que
hoy denominamos derecho subjetivo.
SANTO To~s tampoco la
incluye. Pero el nominalismo rechazó la acepción genuina y aplicó
a la palabra derecho los dos significados que
hoy expresan lo que
denominamos derecho objetivo

y derecho subjetivo. El eclecticis·
mo de
FRANCISCO SuÁREZ, también aceptó éste con el condiciona·
miento
de que ·su contenido fuera justo. Lo que hoy denomina­
mos derechos reales, en Roma era expresado, discriminada y dis­
tintamente, como facultad, potestad, dominio, crédito, acción;. y,
su alegación y defensa, hasta avanzado el siglo XVI, se expresarla
como «tener tal libertad concreta», «poder obrar tal
cosa», «ser
lícito hacer
algo», «no poderse prohibir o imponer algo»; en suma,
se hablaba de libertades, dominios, potestades, facultades, exencia.
nes, etc., o, a la inversa, se clamaba contra lo que las autoridades
no pueden lícitamente hacer o imponer, o reclamando lo que deben
hacer o exigir. Ello implica que, con la aplicación indiscriminada a
todas estas significaciones de
la palabra «derecho», se le da a ésta
1057
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JUAN BMS. VA.LLET DE GOYTISOLO
una imprecisión y una vaguedad que antes no tenía ; y semántica­
mente
se produce un empobrecimiento idiomático.
Esto no quita que, en el campo pastoral, al emplearse la
ex­
presi6n «derechos humanos», dotándola de las precisiones que ha
hecho JuAN PABLO ll, se facilite su intelecci6n, penetraci6n y
aceptaci6n por las actuales sociedades del mensaje implicito, aun­
que pierda gran
cantidad de matices.
B) El derecho a la libertad religiosa.
La Centesimus annus se refiere tres veces al significado de
esta _expresión.
-Una, al rememorar la Rerum novarum (cap. 1, núm. 9),
destaca que
LEÓN XIII establece el derecho del obrero a cumplir
libremente
sus propios deberes religiosos, ratificando la necesidad
del descanso festivo para que el hombre eleve su pensaminto
des­
de arriba y rinda el culto debido a la majestad divina; y comen­
tó: «No se equivocaría quien viese en esta nítida afirmación el
germen del principio del derecho a la libertad religiosa».
-Otra, al final del capítulo 3, número 29, c, cuando hace
notar que,
«en algunos países surgen nuevas formas de fundamen­
talismo religioso que, velada o también abiertamente, niegan a los
ciudadanos de credos diversos de los de
la mayorla el pleno eier­
cicio de los derechos civiles y religiosos, les impiden participar
en el debate cultural, restringen el derecho de la Iglesia a predicar
el Evangelio y
el derecho de los hombres que escuchan tal predi­
caci6n a
acogerla y convertirse al Cristianismo. No es posible pro­
greso auténtico sin el respeto del derecho natural y originario a
conocer
la verdad y vivir según la misma. A este derecho va uni­
do
para su e¡ercicio y profundización, el derecho a descubrir y
acoger libremente a Jesucristo, que es el verdadero bien del hom­
bre»
(dr. ene. Redemptoris missio, 7 de diciembre de 1990, L'Os­
servatore Romano,
ed. semanal en lengua española, 25 de enero
de 1991).
-
La tercera, cuando (cap. 5, núm. 47), al hablar de. los
pueblos que después de la caída del régimen totalitario se han
1058
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
inclinado al ideal democrático y se preocupan por los derechos
humanos, después de enumerar los principales de éstos que deben
ser reconocidos expresamente en
sus ordenamientos (son los que
antes hemos transcrito), termina:
«Fuente y síntesis de estos de­
rechos es, en cierto sentido, la libertad religiosa, entendida como
derecho a vivir en
la verdad de la propia fe y en conformidad con
la dignidad trascendente de la propia persona» (dr. Mensaje para la
Jornada Mundial de la Paz, 1988; l. c., 1572-1580, Mensaje para
la Jornada Mundial de
la Paz, 1991, L'Osservatore Romano,
ed. semanal en lengua española española, 21 de diciembre de 1990.
Conc. Ecum. Vat.
II, declaración Dignitatis humanae, 1-2). Li
bertad que, ha dicho poco antes (núm. 47, párr. 4
), "es valoriza­
da en pleno solamente por la aceptación de la verdad».
Es decir, deja claro (en el núm. 29, c) que el fin de la libertad
religiosa
es «el derecho de la iglesia a predicar el Evangelio y el
derecho de los hombres que escuchan tal predicación a
acogerlo
y convertirse al Cristianismo» y «el derecho a descubrir y acoger
libremente a Jesucristo que es el verdadero bien del hombre»; y
(en
el núm. 47) lo define como «derecho a vivir en la verdad de
la propia fe y con la dignidad trascendente de la propia persona».
Esto implica que sigue sin admitirse la libertad sub¡etiva de
conciencia religiosa
-la libertad debe ir unida a la verdad-, sino
sólo
la libertad civil en cuanto a la conciencia religiosa ---<:00 sus
debidos límites, que no
es aquí ocasión de examinar-, de con­
fortnidad con la actual estrategia y táctica de la Iglesia que no re­
conoce cdmpetencia a los Estados cristianos .de hoy (32), sin duda,
por no creer en la fiabilidad ni en la competencia en esta materia,
ni de sus gobiernos, ni en su expresión en los sufragios.
C) Alienación.
El marxismo había tratado de imponer una detertninada signi­
ficación a esta palabra, «basada - (32) CTr. mi comentario a la Octogesima adveniens, XII, Verbo, 97-98,
págs. 478 y sigs.
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JUAN BMS. VALLBT DB GOYTISOLO
(núm. 41)--en una concepción equivocada e inadecuada», «se­
gún
la cual ésta depende únicamente de la esfera de las relaciones
de
producción y
propiedad, esto
es, atribuyéndole un fundamento
materialista y negando,
además, la legitimación y la positividad de
las relaciones de mercado incluso en su propio ámbito.
El marxis­
mo
acaba afirmando as! que sólo en una sociedad de tipo colecti­
vista podria erradicarse la alienación».
Esto, como dice el Papa, ha quedado contradicho por la expe­
riencia histórica.
-La de los países socialistas «ha demostrado tristemente
que el colectivismo
no acaba con la alienación, sino más bien la
incrementa al añadirle la penuria de las cosas necesarias y la ine­
ficacia económica».
-La de Occidente, «demuestra que si bien el análisis y el
fundamento marxista de
la alienación son falsos, sin embargo, la
alienación, junto con la pérdida del sentido auténtico de la exis­
tencia, es una realidad incluso en las sociedades occidentales»; que
«se verifica en el consumo cuando el hombre se ve implicado en
una red de satisfacciones falsas y superficiales, en vez de ser ayu­
dado a experimentar su personalidad auténtica y concreta»;
y «en
el trabajo, cuando se verifica de manera tal que "maximiza" sola­
mente sus frutos y ganancias y no se preocupa de que el trabaja­
dor, mediante el propio
trabajo, se realice como hombre», y «au­
mente su participación
en una auténtica comunidad solidaria».
Enfocado con una concepción cristiana la palabra alienación,
se descubre en ella
«la inversión de los medios y los fines: el hom­
bre cuando no reconoce el valor
y la grandeza de la persona, en
si mismo y en el otro, se priva de hecho de la posibilidad de gozar
de
la propia humanidad y de establecer una relación de solidari­
dad y comunión con los demás hombres, para lo cual fue creado
por Dios. En efecto, es mediante
la propia donación libre como el
hombre se realiza auténticamente a si mismo (
cfr. Conc. Ecum.
Vaticano
II, const. past. Gaudium et spes, 24 ), y esta donación
es posible
gracias a la esencia, la "capacidad de trascendencia", de
la persona humana. El hombre no puede darse
a un proyecto sola-
1060
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
mente humano de la realidad, a un ideal abstracto, ni a falsas
z..,topias ... ».
«En la sociedad occidental se ha superado la alienación, al me­
nos en las formas
analizadas y descritas por Marx. No se ha supe­
rado en cambio
Za alienación en Zas diversas formas de explotación
cuando los hombres se instrumentalizan mutuamente» ... «El hom­
bre que se preocupa sólo o prevalentemente de tener
y gozar, inca­
paz de dominar sus instintos y sus pasiones, y de subordinarlas
mediante la obediencia a
la verdad, no puede ser libre. La obedien­
cia a la verdad sobre Dios y sobre el hombre es la primera condi­
ción de la libertad, que le permite ordenar las propias necesidades,
los propios deseos
y el modo de satisfacerlos según la justa ¡erarquía
de valares. De manera que la posesión de las cosas sea para él un
medio de crecimiento.
Un obstáculo a esto puede venir de la ma­
nipulación llevada a cabo por los medios de comunicación social
cuando imponen, con la fuerza persuasiva de insistentes campañas,
modas
y corrientes de opinión, sin que sea posible someter a un
examen critico las premisas sobre las que se fundan».
D) Capitalismo.
La encíclica (núm. 42) pregunta si, «después del fracaso del
comunismo»
es necesario proponer el «modelo» del capitalismo a
los
países que tratan de recomponer su economía y a los del ter­
cer mundo, que
buscan la vía del verdadero progreso económico
y civil.
«La respuesta -leemos-obviamente es compleja:
»Si por "capitalismo" se entiende un sistema económico· que
recanoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mer­
cado, de la propiedad privada
y de la consiguiente responsabilidad
para con los medios de producción de l'a libre creatividad humana
en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva,
aunque quizá seria apropiado hablar de "economia de empresa",
de "economía de mercado" o simplemente de "economía libre"».
«Pero
si por "capita/.ismo" se entiende un sistema en el cual,
1061
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un
sólido contexto iurldico que la ponga al servicio de la libertad hu­
mana integral y
la considere como una particular dimensión de la
misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es
negativa».
Es más, sefiala que, después del fracaso comunista, «existe el
riesgo de que se difunda una idea, una ideología radical de tipo
capitalista»,
que rechaza incluso tomar en consideración los fenó­
menos, que permanecen, «de marginación y explotación, especial­
mente en el tercer mundo, as! como los fenómenos de alienación
humana, especialmente en los paf ses más avanzados», «porque "a
priori" considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos
y, de forma fideista, confía la solución al libre desarrollo de las
fuerzas de mercado». Mientras, «contra tales fenómenos se levanta
con firmeza la voz de la Iglesia».
E) Totalitarismo.
Las bases del totalitarismo
-dice la Centesimus annus ( cap. 3,
r,úm. 4, párrs. 2 y 45) las constituyen:
a) La consideración, «en la forma marxista leninista», de
«que algunos hombres,
en virtud de un conocimiento más profun­
do de
las leyes del desarrollo de la sociedad, por una particular si­
tuación de clase o por contacto con las fuentes más profundas de
la conciencia colectiva, están exentos del error y pueden, por tan­
to, arrogarse el ejercicio de un poder absoluto».
b) En «la negación de la verdad en sentido ob¡etivo. Si no
existe una verdad trascendente,
con cuya obediencia el hombre
conquista su plena identidad»:
-«tompoco existe ningún principio seguro que garantice re­
laciones ¡ustas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o
nación los contraponen inevitablemente unos a otros»;
-«triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar
hasta el extremo los medios de que dispone
para imponer su pro-
1062
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
pio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los
demás. Entonces
el hombre es respetado solamente en la medida
en que es posible instrumentalizarlo para que se afirme en su
egoísmo».
-Se niega «la dignidad trascendente de la persona huma­
na, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, su­
jeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo,
el grupo,
la clase social, ni la nación o el Estado»; ni «tampoco la
mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría,
marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando
destruirla».
(Cfr. LEóN XIII, Libertas praestantissimum, L c.,
224-226).
-Se niega la función de la Iglesia: «El Estado, o bien el
partido, que
creen poder realizar en la historia el bien absoluto
y
se erige por encima de todos los valores, no puede tolerar que
se sostenga un criterio objetivo del bien y del mal, por encima
de la voluntad de los gobernantes y que, en determinadas circuns­
tancias, pueda servir para ;uzgar su comportamiento». Motivo por
el cual, «trata de destruir la Iglesia o, al menos, someterla, con­
virtiéndola en instrumento del propio aparato ideológico» (dr.
Conc. Ecum. Vat. II, const. past. Gaudium et spes, 76).
-El Estado totalitario «tiende, además, a absorber en si mis­
mo
la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y
las mismas personas».
F) Democracia.
Al comentar la Sollicitudo rei soda/is, expliqué lo que decía
JuAN PABLO II (33) acerca de la democracia. Por eso, me permi­
to aquí
ceñir mi referencia a cuanto dice al respecto la Centesimus
annus, sin necesidad de relacionatla con el contexto general de la
política de la Iglesia.
(33) En Verbo, 263-264, IV-!, a, págs. 324-326.
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
JUAN PABLO II efectúa su análisis ético de los regímenes que
actualmente se
califican de democracias, en la perspectiva de la
visi6n teol6gica del hombre concreto (núms. 46 y 47):
a) Por una parte, expresa el aprecio de la Iglesia por esta
forma de gobierno,
«en la medida en que asegura la participación
de los ciudadanos en
las opciones políticas y garantiza a los gober­
nados la posibilídad de elegir y controlar a sus propios gobernan­
tes, o bien de sustituirlos
oportunamente de manera pacifica» ( dr.
Conc. Ecum. Vat. II, const. past. Gaudium et spes, 29; Pío XII,
radidmensaje de Navidad (24 diciembre 1944), AAS 37, 1945,
10-20).
b) De otra parte expresa su disconformidad:
-En que favorezca «la formación de grupos de dirigentes
restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideoló­
gicos, usurpan el poder del Estado». [Acaso puede observarse
ah( una referencia al funcionanúento de hecho del sistema parti­
tocrático].
-En que, hoy, «se tiende a afirmar que el agnosticismo y el
relativismo escéptico son la filosofla y la actitud fundamental co­
rrespondiente a las formas pollticas democráticas, y que cuantos
están convencidos de conocer
la verdad y se adhieren a ella con
firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no
aceptar que
la verdad sea determinada por la mayoria o que sea
variable según los diversos equilibrios pollticos». A lo que replica
que,
«si no existe una verdad última, la cual guia y orienta la ac­
ción politica, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden
ser instrumenta/izadas fácilmente desde el poder. Una democracia
sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible
o encubierto, como demuestra
la historia». La libertad «es valori­
zada en pleno solamente por la aceptación de la verdad».
-En los países «donde están vigentes formas de gobierno
democrático
no siempre son respetados estos derechos [los enu­
merados antes (47, párr.
l} que hemos transcrito, en este epígrafe
en la letra A]. Y nos referimos no solamente al escándalo del
1064
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ENCICLICA «CENTESlMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAs»
aborto, sino también a los diversos aspectos de una crisis de los
sistemas democráticos que a veces parece que ban perdido
la ca­
pacidad de decidir según el bien común [ que, dice líneas después,
< flica su valoración y armonización, hecha según una equilibrada
jerarquía de va/,ores y, en última instancia, según una exacta com­
prensión de la dignidad y de los derechos de la persona»]. Los in­
terrogantes que se plantean
en la sociedad a menudo no son exa­
minados según criterios de
iustícia y moralidad, sino más bien de
acuerdo con
la fuerza electoral a financiera de los grupos que los
sostienen».
Esto, con el tiempo, produce «desconfianza y apatía»
que «disminuye la participación y el espíritu cívica entre la pabla­
ción que se siente
periudicada y desilusionada».
e) «Una auténtica democracia -dice ( 46, párr. 2)--es pa­
sible solamente en un Estado de derecha y sobre la base de una
recta concepción de
la persona bumana. Requiere que se den las
condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas
mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, as!
como de la "sub¡etividad" de la sociedad mediante la creación de
estructuras de participación y de
correspansabilidad».
G) «Estado del bienestar» a «Estado asistencial».
El Estadd, sin duda, tiene incumbencias en materia econ6mica:
l.º Unas, porque: «La actividad económica --dice en el nú­
mero
48-, en particular la ecanamía de mercado, na pueden de­
senvolverse en medio de un vado institucional ¡uridico y pollti·
co»
... «supone una seguridad que garantiza la libertad individual
y
la propiedad además de un sistema monetario estable y servicios
públicos eficientes».
Esta es la «primera incumbencia del Estado».
«La falta
.de seguridad, ;unto con la corrupción de los poderes pú­
blicos
y la proliferación de fuentes impropias al enriquecimiento
y de beneficios fáciles, basados en actividades ilegales o puramen­
te especulativas, es uno de los obstáculos principales para el de­
sarrollo y para el orden económica».
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
2.º Otra, «es la de vigilar y encauzar el ejercicio de los dere­
chos humanos en el sector económico,'. pero en este campo la pri­
mera responsabilidad no es del Estado, sino de cada persona y de
los diversos grupos y asociaciones en que se articula
la sociedad.
El Estado
no podria asegurar directamente el derecho a un pues­
to de trabajo
de todos los ciudadanos sin estructurar rigidamente
toda la vida económica y sofocar la libre iniciativa de los indivi­
duos».
Pero sí «tiene el deber de secundar la activ;dad de la;
empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de tra­
bajo, estimulándola donde sea insuficiente o sosteniéndola en mo0
mentas de crisis».
También, debe intervenir «cuando situaciones particulares de
monopolio creen rémora u obstáculos
al desarrollo».
4.
0 Además de estas incumbencias «de armonización y di­
rección del desarrollo», «puede ejercer funciones de suplencia en
situaciones excepcionales cuando sectores sociales o sistemas de
empresas demasiado débiles o en v!as de formación sean inade­
cuadas para su cometido». Pero estas funciones, «que atañen al
bien común», «en la medida de lo posible deben ser limitadas tem­
poralmente,
para no privar establemente de sus competencias a
dichos sectores sociales o empresas y para no ampliar excesivamen­
te el ámbito de intervención estatal de manera perjudicial para
la libertad, tanto económica como civil».
b) En cambio, respecto del denominado Estado de
bienestar-,
advierte que «no han faltado excesos y abusos», que «han provo­
cado duras críticas a este Estado de bienestar, calificado como
"Estado asistencial"». Y esas deficiencias
y abusos «derivan de
una inadecuada comprensión de los deberes propios del Estado.
En este ámbito debe
ser respetado el principio de subsidiariedad_
Una estructura económica de orden superior no debe interferir en
la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole
de sus competencias, sino que más bien debe sostenerlo en caso
de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás
ccmponentes sociales, con miras
al bien común» (dr. Pío XII,
Quadragesimo anno, I, l. c., 184-186).
1066
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ENCICLICA «CENTESIMUS ANNUS» Y «COSAS NUEVAS»
»Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la socie­
dad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energ!a humana
y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por
las lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a
los
usuarios, con enorme crecimiento del gasto. Efectivamente,
parece que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de
modo más adecuado quien está
próximo a ellas o bien está cerca
del necesitado. Además, un cierto tipo de necesidades requiere con
frecuencia una respuesta que sea no sólo material, sino que sepa
descubrir su exigencia humana más profunda ... » y, en algunos,
«un apoyo sinceramente fraterno».
III. l'ERSPECTIV A DE CONJUNTO
La Centesimus annus nos ofrece, en filigrana, la doctrina social
católica, que concreta, tomando como pauta la visión del hombre
en todas sus dimensiones, iluminada
por la luz de la revelación,
recogida en
los Libros sagrados, y observando el orden de la na­
turaleza, que se nos hace palpable en los problemas ecológicos y
en lo que, analógicamente, denomina ecología humana.
El hombre
entero, su dimensión social que comienza en la fa­
milia, y se desenvuelve en las sociedades intermedias, su desarrollo
en la libertad
-que no existe fuera de la verdad-, tanto cultural
-que requiere la «verificación existencial» del «patrimonio de los
valores heredados
y adquiridos», «discerniendo lo que en la tra­
dición es válido respecto de falsedades y errores o formas obsole­
tas que pueden ser sustituidas por otras más en consonancia con
los tiempos» (núm. 50}---, como económico -<:on el soporte de la
propiedad privada, sin olvidar el destino universal de los bienes­
y política -basada en la participación pol!tica, el principio de
solidaridad y el de subsidiariedad.
Su visión a través de la tradición nos la muestra «progresiva­
mente de forma sistemática»
(núm. 53, párr. 27), como «instru­
mento de evangelizaci6n»
(54, 2), y nos permite comprobar tanto
1067
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JUAN BMS. YALLBT DE GOYTISOLO
su permanencia como su adaptabilidad a las variables circunstan­
cias históricas.
Sin embargo, ninguna solución social
es posible si no se al­
canza a «interpretar la centralidad del hombre en la sociedad y a
hacerle comprenderse a si mismo como "ser social"», a la luz de
la fe que le revela, y si no existe solidaridad, activada con la cari­
dad y la entrega, en una opción por atender al prójimo, en espe­
cial a los más pobres, no sólo a fin de atender la pobreza material
d económica, sino también la pobreza cultural y religiosa (núm. 57,
párr. 2),
y para la promoción de la justicia: «Esto será posible no
sólo utilizando
lo superfluo que nuestro mundo produce en abun­
dancia, sino cambiando, sobre todo, los estilos de vida, los mode­
los de
producción y de consumo, las estructuras consolidadas de
poder que rigen hoy
la sociedad. No se trata tampoco de destruir
instrumentos de organización social que han dado
buena prueba
de sí mismos, sino de orientarlos
seg,ún una concepción adecuada
del bien común con referencia a toda
la familia humana. Hoy se
está experimentando ya la llamada "economía planetaria"» (nú­
mero 58). Pero, «para que se ejecute la justicia y tengan éxito los
esfuerzos de los hombres para establecerla
es necesario el don de
la gracia que viene de Dios. Por medio de ella, en la colaboración
con
la libertad de los hombres, se alcanza la misteriosa presencia
de Dios en
la historia, que es la providencia».
Terminemos, como JuAN PABLO II, invocandd a «Maria, la
madre del Redentor, la cual permanece junto a Cristo en su ca­
mino hacia los hombres y con los hombres y que precede a la Igle­
sia en la peregrinación de la fe», para que, «acompañe con materna
intercesión a la humanidad hacia el próximo milenio, con fideli­
dad a Jesucristo nuestro Señor, que "es el mismo ayer, hoy y lo
será siempre"» (cfr. Heb. 13, 8). Y recibamos la bendición que el
Papa nos imparte.
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