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Número 421-422

Serie XLII

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Rafael Gambra, maestro del tradicionalismo del siglo XX

INMEMORIAM
RAFAEL GAMBRA
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RAFAEL GAMBRA, MAESTRO
DEL TRADICIONALISMO DEL SIGLO XX
Para muchos españoles, que estudiaron sus libros, durante
decenios los más difundidos en la enseñanza de la filosofia en el
bachillerato o en los primeros cursos de la Universidad (en par­
ticular,
Curso elemental de filosofía e Historia sencilla de la filo­
so!Ia) RAFAEL GAMBRA es el pedagogo de prosa tersa y capacidad
de síntesis excepcional. Pero su sello desborda ampliamente la
docencia filosófica, como quizá atisbaran los que, amén de estu­
diar sus textos,
hubieran gozado de su magisterio oral, para ins­
talarse cabalmente en el pensamiento español del siglo xx.
En una ocasión, con la agudeza de todas sus páginas, descri­
bió las dos actitudes vitales ante el problema del devenir históri­
co, que cristalizan a su vez en dos tipos humanos característicos.
Son la actitud estética y la ética, que dan lugar respectivamente a
espectadores y protagonistas.
La primera, suave y acompasada
con el discurrir de los hechos, a los que se pliega, encarna en un
tipo de hombre que "habita en la subjetividad", pues "es capaz
de percibir, y aun de cantar, las emociones de cualquier empre­
sa objetiva, pero no se co1npro1neterá en ninguna". La segunda,
en· ca1nbio, contracorriente,
genera el ho1nbre ético y religioso,
que 1'se entrega a una objetividad y reconoce sobre sí unos valo­
res trascendentes".
Hoy,
en la desaparición del profesor GAMBRA, no puedo dejar
de recordar la sutil penetración psicológica
que alentó en toda su
obra y la actitud reciamente ética y religiosa, aunque tocada de
Verbo, núm. 421-422 (2004), 9-30. 9
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unas gotas de distancia e ironía, que presidió su entero quehacer.
Difícilmente se
podrá pensar en un autor que haya expresado en
nuestros días de modo más acabado el acervo del pensamiento
tradicional,
que se haya entregado a todas sus causas de modo
más abnegado1 y siempre sin un aspaviento1 sin un calificativo de
más, con voz serena e imperturbable, con un brillo có1nplice en
los ojos. Del manojo de personalidades más que notables extra­
ordinariaS: que he tenido la gracia de tratar1 a nadie me parece
más aplicable que a GAMBRA el rubro de tradicionalista "integral"
y "esencial".
Adherido íntimamente al tradicionalismo político desde su
infancia, contaba con frecuencia cómo su "co1nbate" co1nenzó
antes de
la guerra, cuando, colegial del Pilar, junto con su a1nigo
IGNACIO HERNANDO DE LARRAMENDI, representaba la activa 1nino1ia
carlista en oposición al propagandismo democristiano de don
ÁNGEL HERRERA, enemistad intelectual y práctica de los años repu­
blicanos que conservó hasta el final, pese a haber sido muchos
años profesor
de Filosoffa en el CEU. Después fue alférez provi­
sional en un Tercio de Requetés antes de cu1nplir los dieciocho
años,
y alú el íntimo "combate" hubo de orientarse hacia la
Falange, siempre antipática,
y más aún en aquellos sus años ceni­
tales. Lo que no obstó para que se viera pasados los decenios con
1nuchos falangistas en el seno de las asociaciones de excomba­
tientes. Después el franquismo, al que la Comunión Tradiciona­
lista
se oponía tenazmente, si bien con sesgo notable1nente diver­
so del que venía de la izquierda, y con el que sólo post-mortem
(del general FRANCO) se reconcilió, en proceso que no ha sido
ajeno a otros miembros
de su generación y bandera. Su libro
Tradición o mimetismo, editado crepuscularmente por el Instituto
de Estudios Políticos,
en 1976, es el balance acribioso de las dis­
crepancias y las sintonías del tradicionalismo con aquel régimen
personal que
no acertó a institucionalizarse, quizá porque sobre
las bases
en que se sustentaba no podía, o quizá porque tampo­
co quería. También conoció la defección de la dinastía a la que
sirvió sin doblez y no calló ante los desvaríos socialistas de CARLOS
HuGo DE BoRBóN-PARMA. Sin en1bargo, legititnista hasta el final,
depositó la lealtad en su hermano, DoN SIXTo ENRIQUE, verdadero
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continuador de su padre, DoN JAVIER, el último gran príncipe de
la Cristiandad. De hecho, el filósofo navarro muere Comendador
de la Orden de la Legitimidad Proscrita y Secretario Político de
DoN SIXTo. Ahí es nada en el mundo de hoy. Su libro de los años
cincuenta, primero
en que se usó la fórmula luego oficializada,
La monarquía soda] y representativa en el pensamiento tradicio­
nal, junto con los casi coetáneos de FRANCISCO ELlAs DE TEJADA, es
una de las grandes aportaciones al carlismo conte1nporáneo,
mucho más que un simple pleito dinástico, verdadera visión del
mundo.
El único asalto que le venció fue el del "cambio" de la Iglesia
tras el
II Concilio Vaticano. A su personalidad melancólica y un
punto indolente los azares de la aventura humana fueron acre­
ciendo el espíritu crítico y el pesimismo existencial. No en vano
quizá a él se deba, y desde los primeros años cuarenta, la 1nás
sugestiva relectura de cierto existencialismo francés (CAMus,
SAINT-EXUPÉRY) en clave cristiana. Su libro diez años posterior Eso
que llaman Estado agavilla esos textos todavía hoy sorprenden­
tes
por su lucidez pese a la proximidad inevitable de obras y
autores. Por eso, la inaudita aisis que inauguró el Concilio, y que
demolió el admirable edificio divino y humano levantado por el
culto
en espíritu y verdad y por una secular civilización anclada
en la pietas, lo desarboló por completo. No cejó en el combate,
cierto, que centró
en la denuncia (diríase que profética) de la
adaptación al mundo de la nueva Iglesia y en la conservación de
la liturgia tradicional, de la antigua disciplina y del magisterio
político y social
de la Iglesia. Su libro El silencio de Dios, editado
por Prensa Española, a mediados de los sesenta, con prólogo de
su a1nigo GuSTAVE TmBoN, otro espíritu fino y doliente, es una
pequeña obra maestra que registra la inflexión epoca!. Con
LEoPOLDO EULoGIO PALACIOS fue también, en consecuencia, uno de
los
pocos intelectuales de prestigio que defendieron, aunque no
sin discem.itnientos, la actitud numantina del arzobispo francés
MARCEL 1EFEBVRE.
Sin que obstara a ello la nitidez de su signo intelectual, fue
colaborador de muchos y variados proyectos académicos, y así,
en los cuarenta y primeros de los cincuenta, su pluma fue fre-
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cuente en Arbor, Ateneo o la Biblioteca del Pensamiento Actual
de FWRENTINO PtREZ EMBID. Luego, a partir de los sesenta, Verbo
fue su principal hogar, junto con los VALLET DE GoYTISOW, VEGAS
LATAPIE, EL!AS DE TEJADA, FRANCISCO CANALS o ÁLVARO D'ÜRS. Pero
también toda suerte de pequeños boletines, a menudo panfleta­
rios, se beneficiaron de sus contribuciones, de tono frecuente­
mente iróllico y punzante y eje1nplares en su brevedad.
Hay unos versos de LOPE que siempre he visto encamados en
la estampa del querido e inolvidable maestro: "Que es la caba­
lleria / dulce cansancio envuelto
en cortesía". El fulgor de su pen­
samiento, la pulcritud
de su estilo, el señorio de su trato y la leal­
tad
de su vida evocan un mundo que ya no existe. Hoy muere
un poco más con la muerte de RAFAEL GAMBRA.
MIGUEL AYUSO
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