Índice de contenidos

Número 421-422

Serie XLII

Volver
  • Índice

José María Javierre: Ni el color de mi ceniza. La monja de la noche clara

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
José María Javierre: NI EL COLOR DE MI CENIZA.
LA MONJA DE LA NOCHE CLARA ('l
Otro libro típico de Javierre. Que incluso se supera en su des­
fachatez habitual.
Ni una cita, mil párrafos inútiles, afirmaciones
puramente voluntaristas o que,
al menos, lo parecen y, por
supuesto, su fácil pluma de siempre que parece escribir sin tra­
bajo de cualquier cosa.
El se especializó en vidas de santos o de
presantos y le salen como rosquillas. Todas parecidas entre
sí.
Paro hay rosquillas y rosquillas. Algunas son deliciosas, mimadas,
acariciadas por una buena cocinera. Otras saben a conseivantes
y edulcorantes químicos y salen de una máquina por miles ya
envueltas cada
una en un papel transparente que casi siempre
se resiste a romperse. Además
no son buenas para el colesterol
y favorecen la obesidad
en los niños. Pues, las rosquillas de
Javierre
son de estas últimas.
Por eje1nplo, en este libro que ahora comentamos, sus pri­
meras cuarenta páginas -¡cuarenta!-están dedicadas a decir
bobadas sobre Vigo. Que es mi ciudad. Que si hay muchas gavio­
tas y muchas cuestas, que si llueve y sale
el sol, que si Sevilla no
le gusta a las gaviotas y Vigo sí... Cuarenta insoportables páginas
totalmente 'prescindibles
en la biografia de una monja muy nota­
ble, Dolores Dávila Sestelo, nacida
en Lavadores, ayuntamiento
rural
que en 1940 se incorporó a Vigo. Y muerta en Palencia en
1988 como canóniga de San Agustín.
Vino
al mundo el 8 de noviembre de 1899 -de lo que no
nos enteramos hasta la página 41-en el seno de una complica­
da familia. Esa complicación, que
podrla resumirse en una pági­
na necesitará treinta
en la pluma de Javierre. Lo que se explica si
tenemos en cuenta que, sin venir a cuento en absoluto, trae a co­
lación a Bakunín, a Leonor de Aquitania y hasta a un tal Dwight
Davis creador de la copa
de tenis que lleva su nombre. Lo sien­
to, pero así es.
("') Desclée de Brouwer, Bilbao, 1999, 364 págs.
167
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
Resumamos las treinta páginas. El padre de la futura monja,
hijo
de una familia rural acomodada, abogado y casado se lía con
la muchacha de la casa que era hija natural. Y reparen en el esti­
lo moderno y desenfadado
del cura biógrafo: "Si Ángel, el seño­
rito, le hace o
no una barriga a la criada María ... , pues quizá: y
entonces se produce el
·exilio• de Angel a Lavadores" (pág. 46).
Banigas, por seguir con su zafio y verdulero estilo, le hizo varias.
Hasta cuatro. Siendo la tercera nuestra Dolores. Hasta que, no
sabemos si sola o con colaboración de alguien, la dueña de las
barrigas y madre de cuatro niñas aparece agonizante de
un dis­
paro. ¿Intento de suicidio? ¿Disparo del hombre
que con ella con­
vivía, padre de sus cuatro hijas
y, a la sazón, secretario del
Ayuntamiento de Lavadores?
¿De un tercero? Javierre nos deja en
el suspense. Que yo creo no existe en absoluto. Si el autor del
disparo hubiera sido el hombre con quien vivía amancebada éste
hubiera terminado
en la cárcel. Y no hubo nada de ello. Sólo un
matrimonio in articulo mortis seguido del reconocimiento de las
cuatro niñas. Y
uno de los testigos fue nada menos que el coman­
dante del puesto de la Guardia
Civil. Todo terminó felizmente y
el ya matrimonio
-naturalmente el marido estaba viudo de su
primera mujer-, aun tuvo otra niña, ésta nacida con todos los
reconocimientos. La familia aun tenía un miembro más pues la
presunta suicida tenía otra hija de soltera nacida de una relación
anterior. Pues, para este párrafo, treinta páginas.
Esta crónica negra y desgraciada, tan escasamente ejemplar,
no obsta para que en testimonio de Javierre, fueran sus protago­
nistas personas religiosísimas. El padre de las niñas tenía un her­
mano jesuita. Lo que lleva al historiador a escribir una frase lapi­
daria: "su vocación jesuitica me sugiere que pudo conocer la
Compañía cuando sus padres Jo enviaron de niño al colegio de
los jesuitas
de La Guardia" (pág. 45). Pues, vaya Mediterráneo. Y
menuda
sugerenda. Claro que cuando un padre envía a un hijo
a
un colegio de salesianos el niño conoce a los salesianos y si lo
manda a Salamanca, conoce Salamanca. También nos sorprende
que califique al hacedor de barrigas, y nada menos que de cua­
tro, de "religioso, todo
un joven caballero" (pág. 47). Parece que
tanto la religión como la caballerosidad imponen otra conducta.
Pero Javierre
Jo considera "hombre culto, ejemplarmente religio-
168
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
so" (pág. 48). Evidentemente él y yo tenemos distinto concepto
de la ejemplaridad.
A partir de ahora la narración entra
por cauces más norma­
les.
La ruña va al colegio que las Hijas de la Caridad tenían en
Vigo y va naciendo en ella la vocación religiosa al tiempo que,
desde su temprana pri1nera comunión se siente absolutamente
invadida de Dios. Y as! lo estará hasta su muerte muchos años
después. En
un ejemplo de "infancia espiritual" verdaderamente
notable. Confieso que la
mística no me atrae personalmente. Posible­
mente
por razones temperamentll.les y, también, de desconoci­
miento. Sin embargo, el caso
de esta monja enamorada del Niño
Jesús y
que quiso permanecer ruña toda su larga vida me asom­
bró y hasta me
conmovió. Javierre,
con seguramente más de cien
páginas inútiles y ajenas a la
biografía, con numeros!simas foto­
grafías ajenas por completo a la biografiada salvo tal vez media
docena, y sin el más mínimo aparato crítico en los numerosos
textos que pone en boca o pluma de Sor Angeles del Niñito
Jesús, trata su trayectoria espiritual con
simpatía asombrada. No
es para menos. Y es lo único positivo del libro.
Ya hemos dicho de sus constantes digresiones que parecen
responder sólo a
un nimio afán de aumentar las páginas del libro.
Aparte de ello incurre
en varios errores de bulto, debidos proba­
blemente a
poco trabajo. As!, llama al obispo de Tuy y después
arzobispo de Valencia, Valeriana Menéndez Conde, Méndez Con­
de (pág. 102). Dice que quien terminó sus días como obispo de
Madrid y Patriarca de las Indias Occidentales,
Don Leopoldo Eijo
Garay "ejerció entonces como obispo de Vigo, residente en Tui:
la diócesis lleva titulo de Tui-Vigo" (pág. 139). Todo es un puro
dislate. Don Leopoldo, obispo de Tuy entre 1914 y 1917 nunca
fue obispo de Vigo sino
de Tuy. Y la diócesis se llamaba de Tuy.
No pasó a ser de Tuy-Vigo hasta
1959. Después se inventa una
historia según la cual, menos mal que el. confesor jesuita de la
joven aspirante a monja no consultó el caso con el obispo Eijo
pues éste, dada su personalidad y la de la futura monja, nunca
hubiera autorizado su entrada en el convento. Pero si tene111os en
cuenta que Eijo, cuando nuestra jovencita pide entrar religiosa
(1920), llevaba ya tres años
en Vitoria, no sabemos que pito toca
169
Fundaci\363n Speiro

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
en esta historia, salvo la que quiso inventarse Javierre. Además,
Don Leopoldo no "venía de veraneo a Tui" (pág. 139), sino a
Vigo que· era su ciudad natal, como la
núa. Allí le ví en alguna
ocasión, siendo yo niño y joven pues tenía cierta amistad con mi
padre y si se encontraban por la calle -la gente en el Vigo de
entonces se encontraba en la calle--, se detenían un rato a char­
lar. Y todo esto tras haber afirmado Javierre, ''yo, que le conocí
de cerca" (pág. 139).
Si llega a conocerle sólo de lejos le hace
obispo de la Patagonia o
le sitúa en el siglo XVI.
Al general Primo de Rivera le llama en dos ocasiones Primo
de Ribera (pág. 232) para en la página siguiente escribir su ape­
llido, también dos veces, con
v. Al cardenal Soldevila le llama
Soldevilla (pág. 233). Y transcribe esa frase,
tan habitual en los
conventos teresianos, del siguiente modo, "Entrad y hablad
de
Dios, porque, en casa de Teresa, aquesta ley se profesa" (pág.
236). Hablo de memoria,
pero me parece recordar que dice de
este otro modo,
"O no hablar, o hablar de Dios; que en las casas
de Teresa esta regla se profesa".
Me parece una perla o, mejor, una indignidad, este modo de
juzgar lo
_que supuso la República y su trágico final: "Obispos,
sacerdotes, religiosas, religiosos de toda España van a verse agi­
tados por el vendaval" (pág. 237) ¿De verdad, agitados? ¿Sólo
agitados? ¿Más de siete mil asesinatos son sólo una agitación? No
es de extrañar a continuación
una estúpida página antifranquista
(pág. 245) cuando
no cabe la menor duda del franquismo de la
biografiada. Nos parece también fruto
de la imaginación del biógrafo el
viaje ferroviario
que hizo hacer a quien iba a ingresar en el con­
vento palentino para llegar a él desde su Vigo natal. Ir de Vigo a
Orense pasando
por Santiago no sólo eran ganas de conocer
Galicia sino que además era imposible
por no existir entonces la
línea Santiago-Orense (pág. 149).
Para qué seguir. Pero, pese a todo ello,
el libro nos aproxima
a
una curiosísima monja que vale la pena conocer. Todos los que
la conozcan se quedarán asombrados. Con el asombro del mis­
terio, de la santidad, de Dios.
FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ DE LA C!GOf:IA
170
Fundaci\363n Speiro