Índice de contenidos
Número 421-422
Serie XLII
- Textos Pontificios
-
In memoriam
-
Rafael Gambra, maestro del tradicionalismo del siglo XX
-
[Rafael Gambra] Un hombre cabal
-
La luz que agradezco a Rafael Gambra Ciudad
-
Rafael Gambra y la deformación nacionalista
-
Colaboraciones de Rafael Gambra en Verbo
-
Álvaro d'Ors y el pensamiento tradicional
-
La teoría del poder de Álvaro d'Ors
-
La tradición, tarea de perfección
-
El profesor Álvaro d'Ors romanista y foralista
-
Colaboraciones de Álvaro d'Ors en Verbo
-
Miguel Poradowski
-
- Estudios
- Crónicas
-
Información bibliográfica
-
José de Guadalupe Muñoz Ramos: Las falacias contra el sinarquismo
-
Danilo Castellano: Razionalismo e diritti umani. Dell'antifilosofia politico-giuridica della «modernità»
-
Francesco Gentile: Politica aut/et statistica
-
Massimo Viglioni: Chiesa e mondo. Opinioni a confronto
-
J. H. H. Weler: Una Europa cristiana. Ensayo exploratorio
-
Josep Carles Clemente: Crónica de los carlistas. La causa de los legitimistas españoles
-
José Manuel Cuenca Toribio: Catolicismo social y político en la España contemporánea (1870-2000)
-
José María Javierre: Ni el color de mi ceniza. La monja de la noche clara
-
Félix Núñez Uribe: Ramón Etxeberría. Fuego en la palabra
-
Jacinto Peraire Ferrer: El Cinca baja teñido de sangre. Los
-

Autores
2004
El hombre en el siglo XXI
EL HOMBRE EN EL SIGLO XXI
POR
ALBERTO WAGNER DE REYNA e-,
Mi avanzada edad me impide concurrir personalmente, como
lo hubiera deseado, a vuestro Congreso.
El "Hombre en el siglo
XXI" es tema que me preocupa profundamente; y por ello me
permito dirigiros este mensaje, como modesta contribución a sus
trabajos. Con el término de la Edad Media
-bajo el impulso de Refor
ma protestante y del. Renacimiento-se inicia en Occidente un
movimiento cultural de "humanización", esto es de afirmación del
hombre como actor
y fin de su propia existencia. Inicialmente,
significa el "humanismo"
-que así se llama esta actitud ideo
lógica-simplemente un retiro de Dios del foco de la atención y
del quehacer humanos, para privilegiar a la persona humana.
Dentro de esta línea,
en el "deísmo", es reducido Dios a una leja
na causalidad.
El "Siglo de las luces" lo desplaza aún más: de oscuro antece
dente conceptual pasa Dios a ser
la obscuridad misma. Y por fin es
negado totalmente.
La afirmación del hombre se torna así en aver
sión a
la "idea de Dios", que ha de ser combatida como nefasta. De
C-) El ilustre embajador, escritor y fdósofo peruano Alberto Wagner de
Reyna nos ha hecho el honor de confiar la publicación de su mensaje al Congreso
"El hombre en el siglo XXI", celebrado en Córdoba de la Nueva Andalucía
(Argentina) el pasado mes de noviembre (N. de la R.).
Verbo, núm. 421-422 (2004), 81-84.
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Fundaci\363n Speiro
ALBERTO WAGNER DE REYNA
la elegante "Ilustración", pasando por la emotiva y homicida apos
tasía de la Revolución francesa, se llega a
la resentida militancia del
materialismo histórico, que combate el "opio del pueblo".
En todo este proceso se mantiene, sin embargo, Dios como
punto de referencia, aunque incierto o vitando, o como objeto de
explicito rechazo. Pero pronto, y pese a los esfuerzos de
un vaci
lante "humanismo cristiano",
la afirmación del hombre como ins
tancia suprema e inmanente ya no requerirá más del paso lógico
previo de la negación de Dios. Su concepto es declarado contra
dictorio, o por lo menos "subjetivo", por el pensamiento oficial
mente correcto. En aras de la mentalidad científica, el ateísmo
reinante decreta
que un Ser Creador y Providente no tiene senti
do, y por lo tanto no merece ser discutido. Dios es entonces
degradado a fenómeno sociológico o psíquico y reducido,
por
tanto, a tema de las ciencias sociales y humanas o de la intros
pección. El proceso mental de "humanización" culmina final
mente
en la segunda mitad del siglo pasado. ¡Y hasta Dios queda
incluido
en ella!
Desde esta suerte, nos hallamos hoy ante la ausencia de Dios,
convenida
por los grandes de este mundo. Entonces los "dere
chos humanos" se fundan
en si mismos (como el imperativo cate
górico de Kant) y
por lo tanto ignoran su contrapartida, los de
beres del hombre, que obligan frente a Dios.
Los derechos ya
no radican en la naturaleza (creada por Él) sino en la libertad
-irrestricta y egocéntrica-, que se abre a todas las posibilida
des. Con la pérdida de la trascendencia divina desaparecen tam
bién las fronteras éticas.
Esta filosofía
de derechos humanos absolutos es la fuente
metafísica de la modernidad; y la postmodernidad estriba
en asu
mirla plenamente.
Lo hace dentro de dos maquinarias que se han
constituido
en fines de si mismas: de un lado, el engranaje de la
técnica, que posibilita el paneconomismo actual y
no admite
sino la ley del mercado;
y, de otro lado, el mecanismo de la fría
y anónima solidaridad global, planificada y obligatoria,
que sus-
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Fundaci\363n Speiro
EL HOMBRE EN EL SIGLO XXI
tituye a la otrora voluntaria y cordial entrega -por justicia y com
pasión---a la fraternidad con el prójimo. En estas dos maquina
rias, devoradoras de hombres, pero cuyas evidentes ventajas bajo
otros aspectos
son indiscutibles, culmina el deshumanizado y
apóstata humanismo, que pregonan los medios de comunicación
de masas y autentifican textos
jurídicos internacionalmente con
sagrados.
Es un humanismo descarnado y des-almado que ha
perdido sus raíces en Dios, en Dios que es Amor. Y que ignora
a Cristo, Dios hecho hombre.
Es menester, sin embargo, ser ciego para no ver a dónde nos
ha llevado el humanismo huérfano de Dios. No es, pues, nece
sario describir lo que advertimos
por doquier: al lado de los
logros de la civilización, abundan egoísmos, desequilibrios, vio
lencias, peligros, injusticias ...
que nunca han faltado pero que
ahora constituyen un tejido planetario que amenaza a la huma
nidad
en su esencia y existencia. La decadencia de Occidente
-diagnosticada ya en los años 20 del siglo pasado--y las dos
maquinarias devoradoras que hemos señalado se corresponden y
condicionan, de modo que los artificios de éstas no pueden com
pensar los estragos de la civilización decadente,
en la cual los
hombres son números.
El único camino para salir de ella es volver a ser hombres,
auténticam~nte hombres, y sacudimos de la escoria que recubre
y falsifica nuestra esencia. He allí la salvadora tarea del hombre
del siglo XXI. Volver a nuestras raíces de Occidente y, conscientes
de nuestra contingencia, reivindicar nuestra filiación divina, para
saltar -nuevamente juvenil~s y esperanzados--hacia adelante.
En Iberoamérica,
la tierra más occidental de Occidente, nues
tras raíces cristianas no se han secado del todo; aún queda savia
vivificante en ellas. Protegidos por los océanos y el mar Caribe,
hemos conservado
-aunque invadidos por la modernidad--el
sentido de lo eterno, del desprendimiento, de la naturaleza en su
virginidad telúrica, y hasta la insolencia de la "real gana". Ese es
nuestro tesoro. Saquémoslo a la luz para. las generaciones veni-
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Fundaci\363n Speiro
ALBERTO WAGNER DE REYNA
los ideales eternos, mostrémoslo en nuestra generosidad espiri
tual a
lo ancho y largo del mundo, y demos gracias a Dios por
que aún sabemos y podemos darle gracias.
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POR
ALBERTO WAGNER DE REYNA e-,
Mi avanzada edad me impide concurrir personalmente, como
lo hubiera deseado, a vuestro Congreso.
El "Hombre en el siglo
XXI" es tema que me preocupa profundamente; y por ello me
permito dirigiros este mensaje, como modesta contribución a sus
trabajos. Con el término de la Edad Media
-bajo el impulso de Refor
ma protestante y del. Renacimiento-se inicia en Occidente un
movimiento cultural de "humanización", esto es de afirmación del
hombre como actor
y fin de su propia existencia. Inicialmente,
significa el "humanismo"
-que así se llama esta actitud ideo
lógica-simplemente un retiro de Dios del foco de la atención y
del quehacer humanos, para privilegiar a la persona humana.
Dentro de esta línea,
en el "deísmo", es reducido Dios a una leja
na causalidad.
El "Siglo de las luces" lo desplaza aún más: de oscuro antece
dente conceptual pasa Dios a ser
la obscuridad misma. Y por fin es
negado totalmente.
La afirmación del hombre se torna así en aver
sión a
la "idea de Dios", que ha de ser combatida como nefasta. De
C-) El ilustre embajador, escritor y fdósofo peruano Alberto Wagner de
Reyna nos ha hecho el honor de confiar la publicación de su mensaje al Congreso
"El hombre en el siglo XXI", celebrado en Córdoba de la Nueva Andalucía
(Argentina) el pasado mes de noviembre (N. de la R.).
Verbo, núm. 421-422 (2004), 81-84.
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ALBERTO WAGNER DE REYNA
la elegante "Ilustración", pasando por la emotiva y homicida apos
tasía de la Revolución francesa, se llega a
la resentida militancia del
materialismo histórico, que combate el "opio del pueblo".
En todo este proceso se mantiene, sin embargo, Dios como
punto de referencia, aunque incierto o vitando, o como objeto de
explicito rechazo. Pero pronto, y pese a los esfuerzos de
un vaci
lante "humanismo cristiano",
la afirmación del hombre como ins
tancia suprema e inmanente ya no requerirá más del paso lógico
previo de la negación de Dios. Su concepto es declarado contra
dictorio, o por lo menos "subjetivo", por el pensamiento oficial
mente correcto. En aras de la mentalidad científica, el ateísmo
reinante decreta
que un Ser Creador y Providente no tiene senti
do, y por lo tanto no merece ser discutido. Dios es entonces
degradado a fenómeno sociológico o psíquico y reducido,
por
tanto, a tema de las ciencias sociales y humanas o de la intros
pección. El proceso mental de "humanización" culmina final
mente
en la segunda mitad del siglo pasado. ¡Y hasta Dios queda
incluido
en ella!
Desde esta suerte, nos hallamos hoy ante la ausencia de Dios,
convenida
por los grandes de este mundo. Entonces los "dere
chos humanos" se fundan
en si mismos (como el imperativo cate
górico de Kant) y
por lo tanto ignoran su contrapartida, los de
beres del hombre, que obligan frente a Dios.
Los derechos ya
no radican en la naturaleza (creada por Él) sino en la libertad
-irrestricta y egocéntrica-, que se abre a todas las posibilida
des. Con la pérdida de la trascendencia divina desaparecen tam
bién las fronteras éticas.
Esta filosofía
de derechos humanos absolutos es la fuente
metafísica de la modernidad; y la postmodernidad estriba
en asu
mirla plenamente.
Lo hace dentro de dos maquinarias que se han
constituido
en fines de si mismas: de un lado, el engranaje de la
técnica, que posibilita el paneconomismo actual y
no admite
sino la ley del mercado;
y, de otro lado, el mecanismo de la fría
y anónima solidaridad global, planificada y obligatoria,
que sus-
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EL HOMBRE EN EL SIGLO XXI
tituye a la otrora voluntaria y cordial entrega -por justicia y com
pasión---a la fraternidad con el prójimo. En estas dos maquina
rias, devoradoras de hombres, pero cuyas evidentes ventajas bajo
otros aspectos
son indiscutibles, culmina el deshumanizado y
apóstata humanismo, que pregonan los medios de comunicación
de masas y autentifican textos
jurídicos internacionalmente con
sagrados.
Es un humanismo descarnado y des-almado que ha
perdido sus raíces en Dios, en Dios que es Amor. Y que ignora
a Cristo, Dios hecho hombre.
Es menester, sin embargo, ser ciego para no ver a dónde nos
ha llevado el humanismo huérfano de Dios. No es, pues, nece
sario describir lo que advertimos
por doquier: al lado de los
logros de la civilización, abundan egoísmos, desequilibrios, vio
lencias, peligros, injusticias ...
que nunca han faltado pero que
ahora constituyen un tejido planetario que amenaza a la huma
nidad
en su esencia y existencia. La decadencia de Occidente
-diagnosticada ya en los años 20 del siglo pasado--y las dos
maquinarias devoradoras que hemos señalado se corresponden y
condicionan, de modo que los artificios de éstas no pueden com
pensar los estragos de la civilización decadente,
en la cual los
hombres son números.
El único camino para salir de ella es volver a ser hombres,
auténticam~nte hombres, y sacudimos de la escoria que recubre
y falsifica nuestra esencia. He allí la salvadora tarea del hombre
del siglo XXI. Volver a nuestras raíces de Occidente y, conscientes
de nuestra contingencia, reivindicar nuestra filiación divina, para
saltar -nuevamente juvenil~s y esperanzados--hacia adelante.
En Iberoamérica,
la tierra más occidental de Occidente, nues
tras raíces cristianas no se han secado del todo; aún queda savia
vivificante en ellas. Protegidos por los océanos y el mar Caribe,
hemos conservado
-aunque invadidos por la modernidad--el
sentido de lo eterno, del desprendimiento, de la naturaleza en su
virginidad telúrica, y hasta la insolencia de la "real gana". Ese es
nuestro tesoro. Saquémoslo a la luz para. las generaciones veni-
83
Fundaci\363n Speiro
ALBERTO WAGNER DE REYNA
tual a
lo ancho y largo del mundo, y demos gracias a Dios por
que aún sabemos y podemos darle gracias.
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