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Número 421-422

Serie XLII

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Mi relación epistolar con Sánchez Albornoz

MI RELACIÓN EPISTOLAR CON
SÁNCHEZ ALBORNOZ
POR
Jos~ ÜRLANDIS'"
SUMARIO, l. La géoesís de un eplstolarlo~2. Afios 1969-1975--3. Año
1978.--4. Año 1979.-5. Año 19SO--,i. Año 1981.-7. Año 1982.
Los años de Zaragoza fueron el marco de una relación epis­
tolar
que encierra un alto valor, tanto en el plano científico
como en el afectivo, y que a mi juicio consetva considerable
importancia como documento histórico. Se trata de un conjun­
to de cartas que recibí a lo largo de casi tres lustros, esc1itas
desde Argentina
por el profesor don Claudio Sánchez Alb_omoz,
que residió en Buenos Aires desde el año 1940 hasta las víspe­
ras mismas de su muerte.
Don Claudio tuvo una intensa aunque
breve actividad política en tiempos de la II República, cuando
fue diputado a Cortes, embajador y ministro. Terminada la gue­
rra civil ostentó nominalmente algunos altos cargos institucio­
nales, como el de jefe del Gobierno republicano en el exilio;
mas su actuación real
en el terreno de la vida pública fue prác­
ticamente nula.
(•) Con permiso del autor y del director de la Biblioteca Aragonesa de
Cultura, profesor don Eloy Femández Clemente, publicamos este interesante
capítulo del libro del profesor José Orlandis Memorias de medio siglo en Arag6n,
págs. 107-124.
Verbo, núm. 421-422 (2004), 105-118. 105
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¡osE ORLANDIS
l. La génesis de un epistolario
Pero Sánchez Albornoz, desde mucho antes de la guerra,
había sido
una de las personalidades más ilustres de la Escuela
de Historia del Derecho. Fue discipulo directo de su fundador,
don Eduardo de Hinojosa, y a
su vez maestro de medievalistas y
de historiadores de las instituciones sociales y jurídicas. El capí­
tulo más notable
de su obra científica y magisterial fue, sin
embargo, el correspondiente a sus años
de Buenos Aires y de.s­
bordó ampliamente las fronteras de la República Argentina.
Resulta prodigioso que,
en un ambiente cultural tan ajeno hasta
entonces a los estudios
de medievalística hispana, don Claudia
fuera capaz
de constituir y formar un grupo entusiasta de cola­
boradores y colaboradoras y dar vida a
una nueva Escuela de
Estudios Medievales, y más aún, fue capaz de publicar una pres­
tigiosa revista, los
Cuadernos de Historia de España, que editó y
dirigió durante cerca de cuatro décadas.
Una sola vez en la vida hablé cara a cara con don Claudia
Sánchez Albornoz. Fue
en Madrid, el 1 de mayo de 1976, duran­
te la primera visita
que hizo a España después de cuarenta años
de ausencia. En la tarde de aquel día tres historiadores -Vicente
Palado Atard, Rafael Gibert y yo-nos reunimos en la casa de
su yerno
.-el general Cabeza-, donde estaba alojado y charla­
mos durante largas horas. Pero
mi relación epistolar con él fue
mucho más prolongada. Conservo pocas copias de las cartas que
yo le escribí pero guardo, en cambio, un buen número -treinta
y cuatro-de las que recibí de él. Las más antiguas están fecha­
das
en 1969 pero la mayor parte corresponden a los últimos años
de su vida, entre 1978 y 1982. Todo el epistolario tiene interés,
mas son precisamente las cartas correspondientes a ese período
final las que mejor revelan la personalidad humana, espiritual y
científica
de don Claudia.
La relación epistolar con don Claudia Sánchez Albornoz
cc,nstituye
uno de los recuerdos más entrañables de mis años de
Aragón y no puede quedar relegada al olvido· en estas memorias.
Dado
su valor documental se transcribirán literalmente los textos
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MI RELACIÓN EPISTOLAR CON SÁNCHEZ ALBORNOZ
sacados de las distintas cartas, acompañados de algunos comen­
tarios destinados a situar
en su adecuado contexto los pasajes
transcritos y
facilitar su mejor comprensión. La transcripción y las
glosas oportunas seguirán el mismo orden cronológico
de las
ep!stolas. Y
un detalle que puede resultar significativo: las diez
primeras cartas están escritas a máquina mientras que las veinti­
cuatro siguientes son todas manuscritas.
2. Años 1969-1975
La primera carta que conservo de Sánchez Albornoz, escrita
como todas
en Buenos Aires, estaba fechada el 16 de septiembre
de
1%9 y hacia referencia a un acontecimiento luctuoso que le
habla afect¡ldo profundamente: la muerte de don Galo Sánchez,
catedrático
de la Universidad Central de Madrid y disc!pulo direc­
to, como él, de
don Eduardo de Hinojosa.
Hace unos días -dice-leí en el ABC aéreo, al cual estoy
suscripto, la noticia de la muerte de Galo. Me impresionó pro­
fundamente. Hemos sido compañeros de juventud y de madurez.
Fraternos amigos. ¿Qué ha pasado? Yo soy en verdad un sobrevi­
viente dispuesto a hacer el viaje definitivo cuando Dios quiera.
Siempre pido, sin embargo,
que me de plazo para acabar las
obras que tengo en el telar.
No habla pasado mes y medio cuando don Claudia volvió a
escribirme y esta vez por razón de un problema científico. Le
habla dado yo noticia de la publicación en España del libro de
E.A. Thompson Los godos en España, traducción del original
inglés
lhe Goths in Spain. En mi carta le deáa que, a mi juicio,
la obra
no careáa de mérito pero que consideraba lamentable el
desconocimiento
que parec!a tener el autor de la importante
bibliografía existente
en España sobre este capitulo de nuestra
historia y a la que apenas se
hacia referencia. Sánchez. Albornoz
me respondió el 29 de octubre siguiente con un encargo que era
prácticamente un mandato: escribir una adecuada critica al libro
de Thompson y enviársela cuanto antes.
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JOSÉ ORLANDIS
No me asombra -escribía-lo que me cuenta Vd. de
Thompson. En general los investigadores ingleses nos ignoran. Le
ruego me envíe la nota bibliográfica del libro para adquirirlo y le
pido que haga una extensa y dura crítica de la obra con cierta
rapidez para publicarla en los "CUademos de Historia de España",
si usted quiere en la sección de misceláneas. Póngame unas lí­
neis aceptando.
Le envié la critica del libro de Thompson y don Claudio escri­
bia otra vez, el 7
de abril de 1970, dando noticia de los trabajos
que llevaba entre manos
y pidiendo noticias mías:
Aquí n1e tiene otea vez trabajando en mi Historia del reino
de Asturias, que no se acaba nunca. Temo que termine el año sin
que yo termine el libro. Van a ser tres tomazas. Déme noticias de
su vida y milagros; sabe cuán viva es mi amistad por Vd. y cuán­
to estimo sus trabajos.
En el año 1971 Sánchez Albornoz se sentía gratamente sor­
prendido
al saber que, coincidiendo con su jubilación como pro­
fesor
de la Universidad de Buenos Aires, en Madrid el Anuario
de Historia del Derecho le dedicaba como homenaje, por su con­
dición de "fundador" del Anuario, el tomo
XLI. Y con fecha 23
de julio me escribia:
Ante todo muchas gracias por su colaboración al homenaje
que me prepara el Anuario. Ha constituido para mí una sorpre­
sa la decisión de García Gallo. Me emociona pensar que tantos
amigos
van a dedicarme un recuerdo.
La satisfacción de don Claudio ante el homenaje español con­
trastaba
en cambio con su preocupación por las dificultades que
encontraba para la publicación de los Cuadernos de España:
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Desde hace algunos años -se quejaba-nos obligaron a
imprimir los Cuadernos en la imprenta de la Universidad. No fun­
ciona
tan bien como las demás imprentas pues está a cargo de
un personal pagado tan mal ----1=omo todo el personal universita­
rio-y el resultado es que no hay tipógrafos para sacar adelante
la empresa.
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MI RELACIÓN EPISTOLAR CON SÁNCHEZ ALBORNOZ
Un mes más tarde -el 31 de agosto-insistía en la protesta:
Estoy desesperado por el estancamiento de mis Cuadernos
en la imprenta de la Universidad ... No saben Vds. en España,
donde gozan de tantas facilidades las publicaciones universita­
rias,
el esfuerzo que me ha costado durante estos treinta años
sacar a flote los Cuadernos. ¡Dios me ayude!
Las dificultades para publicar y enviar los Cuadernos persis­
tían
en 1973:
Ha salido hace algunos días el tomo 53-54 de los Cuadernos.
No lo hemos podido enviar porque hace un mes que está en
huelga el personal docente de la Universidad y porque la facul­
tad no tiene plata para sellos
En otra carta de este mismo año, la fechada el 4 de diciem­
bre de 1973,
don Claudio hace por primera vez referencia a una
decadencia de sus fuerzas:
Estoy terminando el tomo 111 de mi Historia del reino de
Asturias. Lamento no tener el ímpetu de antaño.
A este tema, que estaría cada vez más presente en su corres­
pondencia, volvía a aludir el 5 de diciembre de 1974:
Se acercan mis 82 años y no tengo la fibra de mi maestro
Menéndez Pidal.
En el otoño de 1975 Sánchez Albornoz estuvo gravemente
enfermo
y a esa enfermedad hacia referencia en su carta de 19
de noviembre. Se trata de una carta particularmente significativa
y ello por varias razones: porque no escribía a máquina sino a
mano -una práctica que en adelante nunca abandonarla-y
además por el momento en que la escribía, cuando llegaba a su
término la larga
agotúa de Francisco Franco, la víspera misma de
su muerte. Mi corresponsal tetúa muy presente esta circunstancia:
He pasado una mala temporada ---decía-. Caí a fines de
septiembre con una fiebres muy altas, que me produjeron hemo-
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JOSE ORLANDIS
rragias. Salí de milagro con vida. Me repongo muy lentamente ...
No sé lo que Dios me permitirá aún durar. Soy de la quinta de
Franco. Pido a Dios que nuestra España encuentre una senda de
paz en libertad.
3. Año 1978
Al llegar a este punto el epistolario de Sánchez Albornoz se
interrumpe durante más
de dos años. Fue la época en que don
Clauclio visitó España y cuando tuve ocasión de conocerle per­
sonalmente.
La correspondencia se reanudó en 1978 y las cartas
de este año y de los cuatro siguientes -hasta 1982-son, sin
duda, las más íntimas y expresivas. El viejo maestro, consciente
ya
de haber llegado a la recta final de su existencia terrena, habla
menos
de la obra científica y más de su persona, de sus senti­
mientos y
de España. Las cartas de aquel verano contienen una
firme profesión de fe y dan a conocer su talante religioso:
Debo al Altísimo -escribía el 3 de julio-haber conservado
la fe que recibí de labios de mi santa madre y de todos los míos.
Como hombre he sido pecador. Todos los días recito las frases
cl~icas: "Non intres in iudicio cwn servo tuo, Domine, quia
nullus apud te justificabitur horno" (Salmo 142,2). Y todos los
días le pido una buena y santa muerte. Ayúdeme a conseguirla
con sus oraciones. Ya me dice que me encomienda al Señor. Siga
haciéndolo.
El mismo tono en que estaba escrita la carta anterior perdu­
ra en las que se sucedieron a lo largo del año 1978:
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Yo ya estoy muy viejo -insistía el 30 de julio-. Pido a Dios
a diario que no me olvide; que me lleve a Él cuando quiera.
Y otra vez el 27 de agosto:
Siempre he conservado la fe. Pero ahora en V1Speras de la
muerte se ha agudizado mi sensibilidad religiosa, cosa natural,
pero.que agradezco al Altísimo. Pídale a Dios·(volVia a escribir el
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MI RELACIÓN EPISTOLAR CON SÁNCHEZ ALBORNOZ
13 de octubre) -a mí no puede escucharme porque he ~ido un
pecador-que me dé una santa y buena muerte. Tengo dis­
puesto que me lleven a enterrar a Ávila con los míos.
Pero el esplritu de viejo luchador de don Claudia resurge en
toda su fuerza cuando una cuestión científica le hiere en lo vivo
y
en una nueva carta del 26 de noviembre escrib!a:
Perdone que haya tardado en contestarle. He estado entrete­
nido redactando dos réplicas. A X el arabista que se complace en
criticarme acerbamente y que había criticado violentamente mi
España musulmana. Y a X y X que se han aventurado a decla­
rarme plagiario
de Dopsch y a criticar mi Despobladón y repo­
bladón del Valle del Duero y que, como marxistas, desbarran
sobre lo que es el feudalismo.
En esta misma carta don Claudia alude a un problema per­
sonal del
que me había informado cuando nuestra entrevista en
Madrid. Tras su llegada a Argentina en 1940, siendo ya viudo de
su primera 1nujer, contrajo segundo 1natrimonio con una señora
de aquel pals. "Y no me advirtieron -se lamentaba-de que
había estado internada en un sanatorio para enfermos mentales".
Tras la
boda reapareció la enfermedad y fue preciso volver a
recluirla. De tiempo
en tiempo, cuando pasaba temporadas mejo­
res, iba a vivir a casa de una hermana para retomar pronto al
sanatorio. Don Claudia vivía siempre solo pero le repugnaba
abandonar definitivamente a
su mujer, instalándose en España y
poniendo el
océano de por medio. A este tema, que para él era
una ruestión de conciencia, hacía referencia la segunda parte de
la carta.
Sigo envejeciendo deprisa --escribía-, cosa archinatural, y
continúo resistiendo las batallas de mis .hijos para que vuelva a
España. Cristianamente
me siento atado a Buenos Aires por la
enfermedad de mi pobre mujer. Y no sé si, ya casi moribundo,
me decidiré a viajar a Madrid, para emprender desde allá el viaje
definitivo.
La carta terminaba con una breve posdata: "Esta tarde llega­
rán los reyes".
El viejo prohombre de la II República no olvidaba
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JOSJ! DRLANDIS
la cordial acogida que le dispensaron don Juan Carlos y doña
Sofia cuando le recibieronn en audiencia durante su estancia en
Madrid.
4. Año 1979
La situación de don Claudia pasó por momentos especial­
mente penosos a comienzos de 1979. Una carta
de 30 de enero
as! lo refleja.
Estoy muy fatigado. Me asaetean con inyecciones para sacar­
me a flote. Pero me faltan las fuerzas. Me falla incluso la voz. Los
años pesan. Y Dios que creo se dispone a llamarme a juicio. Me
paso la vida de la cama a un sillón y del sillón a la cama. Me pesa
la soledad. Además sin servicio. Muchos días he comido porque
mi discípula Hilda Grassetti ftliahnente me ha traído de comer.
Nunca
como ahora necesito de sus oraciones ... Ya he cümplido
mi misión en el mundo.
El problema de su posible retomo a Madrid volvfa a plan­
tearse.
Las hijas tiraban de él para que volviera a España. Pero
don Claudia busca excusas y argumentos para no regresar: ade­
más de la cuestión
de su mujer, su propia salud deteriorada, la
dificultad
de trasladar su biblioteca y el largo hábito contraído de
vivir solo en Buenos Aires.
Mi médico --escribía-no me deja viajar a España. Por dos
veces me he dicho que no estoy en condiciones de volar a
Madrid.
Le Confieso además que me costaría mucho esfuerZo
dejar este rincón en que he vivido 35 años y en el que los ami­
gos han ido nutriendo mi biblioteca. Dios ha querido dar a mi
vida los lineamientos que ha tenido. Es tarde par cambiarla. Aquí
además hago vida de enfermo. En Madrid me fatigarían visitas y
trabajos. No sé qué hacer (carta de 7 de marzo).
La carta del 3 de abril insistía en la prohibición médica de
volar a Madrid,
pero en otra fechada el 10 de mayo exponía más
por menudo sus preocupaciones:
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MI RELACIÓN EPISTOLAR CON SÁNCHEZ ALBORNOZ
Sentado en un sillón todavía tengo humor y cabeza para
la charla más o menos amena. . . Pero la procesión anda por
dentro como suele decirse. Y no puedo casi andar, me arrastro
más que ando. Me cuesta un gran esfuerzo comer. Y no puedo
concentrarme en el trabajo científico, que ha sido como sabe el
eje
de mi vida. El libro que le envié fue trabajado por mí hace
dos años (se trataba de El régimen de la tierra en el reino astur­
Jeonés
hace mil años, Buenos Aires, 1978). He declinado depri­
sa. En fin de cuentas, Dios dirá. No tengo fuerzas para levantar
esta casa y poner otra en Madrid, comprando muebles, instalan­
do mis libros, buscando quien me asista .. , Si me viera andar y
vivir me da.ria la razón. La Providencia me castigó a soledad vita­
licia. Quizá quiso apartarme de perder el tiempo en andanzas
políticas.
La carta termina con una posdata que introduce al lector en
un nuevo campo de preocupaciones que -más allá de las de
índole personal o familiar-inquietaban vivamente a Sánchez
Albornoz: el futuro de España.
Después de toda dictadura -observaba-los pueblos han
padecido crueles revoluciones. Nos hemos librado de ellas. Dios
sea loado y nos ayude. Si algo vale mi palabra en España, puedo
decirla desde aquí.
La carta de 1 de julio incidía de nuevo sobre el tema:
Hace mucho tiempo que no tengo noticias suyas. ¿Qué le
ocurre? Supongo que su silencio se deberá a mucho trabajo o a
muchas preocupaciones por las cosas de España y especiahnen­
te el problema vasco. También sigo yo con angustia las dificulta­
des porque atraviesa nuestra patria. ¿Pero qué puedo hacer yo
para ·ayudar a vencerlas?
Y proseguía:
Me he sobrevivido a nú mismo y las gentes jóvenes -mar­
xistas--no han esperado a mi muerte para combatirme. Todo me
da igual. Cada día pongo rodilla en tierra para pedir a Dios una
buena y santa muerte y que sea generoso con España y con los
míos.
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]OSE OKLANDIS
Mes y medio más tarde -el 19 de agosto-don Claudia vol­
vía a referirse
con más detalle a los problemas de España.
Hablé mucho con X -decía-de las cosas de España. Igno­
raba muchos detalles de la triste situación porque pasa la vida
económica de nuestra patria. Pidamos a Dios que nos ayude; falta
nos hace. Sabe que adoro a nuestra patria y que daría mi vida
por su marcha hacia adelante.
Creo insoslayable la
concesión de las autononúas. Pero temo
que eso contribuya a la ruina total de Castilla, como ocurrió en
los siglos XVI y XVII ... ¿Qué van a hacer los navarros? ¿Se unirán a
Euzcadi?
[sic] ¿Qué cabría hacer para que no se sometan? Temo
que la amplirud del Estatuto les atraiga. ¿La frontera de Euzcadi
en el Ebro, si se unen navarros y vascongados?
5. Año 1980
La preocupación por el futuro de España sigue muy viva a lo
largo del año 1980:
· Estoy muy inquieto por las cosas de España. Especialmente
por el problema de los asesinos de ETA. Dios nos ayude. Hay
que hacer posible la vida de nuestra patria. Claro que el terroris­
mo e.s fuerte, nruy generalizado en Occidente.. ¡Áspero talante
el
de los españoles desde la prehistoria!
Desde varios años antes Sánchez Albornoz babia comenzado
a publicar algunos libros
de divulgación histórica destinados a un
público amplio de lectores. "¿Ha visto V d. -me preguntaba en
agosto de 1974-mis libritos últimos? ¿Los que yo llamo mis bas­
tardos?". Ahora anunciaba el envío de
uno nuevo y la prepara­
ción
de otro más.
Con X le he enviado mi último bastardo. Un librejo compi­
latorio
que he titulado Del ayer y del hoy de España ... En otoño
publicarán los navarros una soflama mía en defeiisa de su tierra.
El 15 de octubre siguiente el viejo maestro acusaba recibo de
un artículo mío acerca de su obra histórica y aprovechaba la oca-
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MI RELACIÓN EPISTOLAR CON SÁNCHEZ ALBORNOZ
sión para hacer una apasionada apología de su devoción a Espa­
ña. Era lógico
en el autor de la amplísima monograña en varios
tomos
Orígenes de la Nación Española y del inmenso ensayo
España, un enigma histórico, nacido en el calor de la polémica
con Américo Castro.
Se le ha ido la mano en el elogio -protestaba-. En e??pero
verdad mi adoración -así adoración-por España. Siempre me
ha ganado, desde la niñez, una férvida devoción por nuestra
patria. Los cuarenta y cuatro años que llevo fuera de ésta han
centt}plicado mi pasión por ella. ¡CUántas estulticias se han escri­
to contra ella en estos años! En los diarios de España y de la
Argentina
he roto muchas lanzas por ella. Y seguiré rompiéndo­
las. Me imagino en la lista negra de los asesinos de la ETA. No
me importaría sino que me enorgullecería dar la vida por España.
6. Año 1981
Mas el tiempo avanzaba de modo inexorable y el deterioro
de la salud vuelve a ser teina principal, aunque no exclusivo, de
las cartas de don Claudia en los últimos años del epistolario.
· "Hace algunas semanas -escribía el 9 de enero de 1981-apa­
reció mi obra
El reina asturleanés (712-1073). Sadedad, econo­
mía, gobierna, cultura
y vida. Constituye el t. VII de la H.' M.
Pida!. Supongo que Espasa se lo habrá enviado ya", y así era
efectivamente. Pero la carta volvía sobre la cuestión de sus cre­
cientes achaques.
Estoy muy cansado y sin fuerzas al acercarme a los 88 años.
Mis ojos, mi esófago, mi voz están muy mal. Paciencia. Nada he
heredado de mi madre .-es largo hablar de ello-sino esta
enfermedad. Mi presión y mi corazón están bien. Me va a costar
trabajo morirme, y lo lamento, pues temo arrastrar años muy
ingratos. Pídale a Dios que me dé lUla buena y santa muerte. Ya
no tengo nada que hacer aquí.
Es llamativo el sentimiento de la posible proximidad de la
muerte
que tenía don Claudio por esta época. En febrero de 1981
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JOSÉ ORLANDIS
le escribí .con el fin de ofrecerle un trabajo para los Cuadernos, y
recibí esta respuesta:
Acepto complacidisimo su oferta de enviarme algo para los
Cuadernos. No dilate demasiado el envío porque ya sabe que me
acerco deprisa a los 88 años. Y añadía esta posdata: Si yo pasa­
ra a mejor vida antes de que V. enviase el original para los CHE,
remítalo a Hilda Grassotti.
El tema del retorno a España seguía abierto y sin resolver a
finales
de 1981:
Ivlis hijas -escribía el 15 de noviembre-tiran de mí para
que vuelva a España. Es tarde. Me atan muchos vínculos a esta
tierra. El primero el de la enfermedad de mi pobre mujer. Llevo
además en esta casa 38 años. Compré el departamento baratísi­
mo va a hacer 30 y en Madrid tendría que empezar una vida
nueva. ¿Quién lleva, además, mis libros y mis papeles? ¿Cómo
instalarme en Madrid? Es tarde. Esperemos aquí la llamada del
Señ,or.
7. Año 1982
El epistolario de Sánchez Albornoz termina en el año 1982.
Sentía don Claudia el creciente aislamiento científico, consecuen­
cia de la lentitud que experimentaba ahora en correo no aéreo.
"No
hay casi barcos en el mar -se lamentaba-y eso retrasa
enormemente la remisión
de nuestras publicaciones" (28 de sep­
tiembre
de 1982). El hecho le preocupaba desde hacía tiempo y
a él aludía ya en una carta de 1978:
No hay barcos en el mar, caso típico de nuestra era: se acaba
la civilización del caballo y de la navegación (13 de diciembre de
1978).
Pese a ello seguía atentamente los acontecimientos de Espa­
ña y le iriquietaban algunas exageraciones del nacionalismo an­
daluz:
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MI RELACIÓN EPISTOLAR CON SÁNCHEZ ALBORNOZ
He pergeftado -anunciaba-unos ocho ensayos contra las
veleidades islamiZantes de los andaluces. Voy a .reunirlos en un
pequeño volumen.
Pero en mayo de 1982 estallaba una crisis que le afecta muy
de cerca y se sobreponía a todas las demás preocupaciones: el
conflicto de las Malvinas.
Ahora me tiene inquietisimo el problema argentino. Era lógi­
co que Inglaterra respondiera a la ocupación de las Malvinas,
pero está actuando con extrema violencia. Lo injustificable es la
actitud de los Estados Unidos aliándose con El Reino Unido. He
enviado a EFE un artículo: "Ingleses contra españoles. Otra vez".
Porque los Estado Unidos, al aliarse con Inglaterra, han enfrenta­
do a toda la América ibérica. Nos esperan tiempos dificiles aquí.
España debería volcarse al lado de Argentina y de toda Hispano­
américa.
Tres meses más tarde todo había terminado y Sánchez Albor­
noz escribía una carta con acentos
de elegía por las desgracias de
Argentina, su tierra de adopción:
La visita del Papa fue acogida con extrema devoción. La
gente se emocionaba a su paso. Yo no pude verlo porque nor­
malmente no puedo salir de casa. Pero a los pocos días ocurrió
la rendición del ejército argentino y el país ha sido sacudido por
una <;::risis institucional, social, económica ... que ha hundido a la
Argentina en una situación nunca previsible. Las fuerzas armadas
divididas. La clase obrera alborotada. La vida archidificil. La in­
flación brutal ¡¡un dólar 50.000 pesos!! Y la vida naturalmente por
las nubes. Llevo en Argentina casi 42 años. La he visto decaer sin
límites ... Y el país es rico. Los sucesivos gobernantes han lleva­
do al país a tal estado. Quiero al país que me ha dado asilo casi
42
años y me angustia su mañana. Yo no lo veré, estoy muy sin
fuerzas. Le pido a Dios que me dé una buena muerte. Que me
oiga y no me invalide:
La carta, fechada el 18 de agosto, termina en la noticia de una
desgracia familiar que le había afectado vivamente:
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]OSE ORLANDIS
A mis maland[an]zas de salud y de vida difícil se ha unido en
las semanas pasadas la muerte de mi yerno el general Máximo
Cabeza, jefe
del Cuerpo de Intendencia. Lo he sentido doble­
mente por él y por mi hija a la que había hecho feliz. Estuvo V.
en su casa.
La vida es dura, amigo mío. Dios ha sido conmigo generoso
y cruel. Insisto en pedirle una santa muerte.
La última carta que recibí de Sánchez Albornoz esta fechada
el 28
de septiembre de 1982 y tenia cierto acento testamentario
de despedida:
Estoy archiviejo al acercarse mis 90 años -escribí.a-. He
vivido, he trabajado, he esperado un mañana placentero que no
ha llegado. Y he deseado con toda el alma que España encuen­
tre su camino. En nuestra patria, en verdad ni pincho ni corto,
como se decía en mis días lejanos. Claro que nadie es profeta en
su tierra. Y no veo a España en el camino de hallar una vida pla­
centera. Claro que el mtl(ldo todo vive hoy horas de inseguridad
y de angustia.
Pídale a
Dios que me dé una buena muerte. Ya va sindo hora
de ir a rendirle cuentas de mi vida. Confi:O en su misericordia.
Un abrazo de su viejísimo amigo, Claudio Sánchez Albornoz.
Don Claudio regresó, o mejor lo trajeron, a España en una
camilla. Vivió sus últimos días en su Avila natal. Murió el 8 de
julio de 1984 y fue enterrado en el claustro de la catedral.
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