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Número 421-422

Serie XLII

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J. H. H. Weler: Una Europa cristiana. Ensayo exploratorio

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género arrojase un resultado similar. Tal es la falta de autocñtica
(pese a que
el slogan resulte estomagante a cuenta de su abusiva
utilización
por el progresismo postconciliar) y la propensión al
wtshful thinking del "clericalismo" (en el sentido de Augusto del
Noce, esto es, el del pensamiento católico a remolque de la "mo­
dernidad",
y acomplejado ante la misma).patrio. Por eso resulta lla­
mativo que, incluso
en este conjunto, destaquen por el rigor del
juicio los dos españoles encuestados, esto es, los profesores Miguel
Ayuso
y Rafael Gambra. Para concluir: libro en verdad interesante
para retener una panorámica
en clave del mundo latino de las
grandes cuestiones que determinan la actual crisis de la Iglesia
católica.
Quizá hubiera sido útil extender la convocatoria a algu­
nos clérigos e intelectuales del mundo anglosajón (europeo
y ame­
ricano) y germánico, así como del hispánico de ultramar.
JUAN CAYóN
J. H. H. WeHer: UNA EUROPA CRISTIANA.
ENSAYO EXPLORATORIO<')
El titular de las cátedras Jean Monet en Harvard y en Nueva
York, el profesor
y jurista norteamericano J. H. H. WEILER, es el
autor de este libro publicado hace
un año en USA y traducido
inmediatamente a los idiomas europeos; al español
por José
Miguel Oriol,
que lo hace de la versión italiana, con un prólogo
del profesor Rubio Llorente. Resalta éste la personalidad de Weiler
como la de
"uno de los grandes expertos de la integración euro­
pea (. .. ), que ha tenido la lucidez necesaria para percibir la
carencia teórica de tal integración y
la audacia bastante para
denunciarla e intentar remediarla, adentrándose
en la que no es
sólo
terra incógnita, sino campo minado.".
Dieciocho libros y quince monografias sobre Europa y su cir­
cunstancia, avalan la afirmación
de ser Weiler uno de los juristas
más calificados para mostrarnos sus ideas respecto
al proceso de
("') Ediciones Encuentro, Madrid, 2003, 212 págs.
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integración;. el cual, paradójicamente, se está llevando a cabo sin
una "idea de Europa"
en la cual apoyar su delimitación respecto dfl
resto de la humanidad. Así es, en efecto, toda vez que los numero­
sos trabajos sobre los fines y medios de la integración tienen como
objeto una organización; primero
la de las Commúdades Europeas,
y ahora de la Unión Europea, cuya relación con Europa es tan sólo
extrinseca Oa integración puede traducirse en otros lugares, MER­
cosUR, NAFTA, etc.), de modo que el nombre de Europa vuelve a ser
una denominación geográfica sin significado espiritual, y no, como
sucedía
en la "cristiandad" medieval, pleno de contenido.
Pues bien, Weiler, judío practicante, sostiene que es
no ya
conveniente sino necesario fundamentar en el cristianismo la
"comunidad ética" europea. Sin tal basamento Europa será otra
cosa. El autor nos dice: "Quisiera demostrar que no es sólo cons­
titucionalmente aceptable una referencia a Dios o al cristianismo,
sino indispensable". Tal demostración la realiza Weiler brillante­
mente
en los sugerentes y convincentes capítulos de la primera y
segunda parte del libro, respecto a
la identidad y normatividad
europea, lejanas al planteamiento "giscardiano"
en el proyecto de
Constitución europea, y cercanas a lo expuesto, con firmeza
admirable, por Juan Pablo II en la Redemptoris Mtssto y, casi con
simultaneidad a la publicación del libro recensionado,
en la
"Exhortación Apostólica
Ecdesia in Europa" (29-VI-2003).
En la tercera parte de
su obra, acerca de la espiritualidad
europea, Weiler señala la evidente sintonía entre el magisterio de
la
Centesimus Annus y los compromisos éticos de la Unión
Europea tanto
en la oposición a estatalizar los medios de pro­
ducción, como
en la aplicación de los principios de solidaridad y
subsidiariedad.
Es, pues, un planteamiento ético común, aunque
en los proyectos políticos para Europa, el pragmatismo vence cla­
ramente a la ideología, y la ternócracia industrial y económica
parece ser la vía única de una democracia a la cual legitima.
Manifestación tragicó1nica de esta realidad se encuentra
en la cita
puesta como epigrafe
en la nueva Constitución europea: "Nues­
tra Constitución ... se llama democracia
porque el poder no está
en manos de unos pocos, sino de la mayoria".
Pero estas
son las palabras que Tucidides (II, 37) hace pro­
nunciar a Pericles, y éste no fue ciertamente µn demócrata. Por
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eso, hubieran sido más apropiadas para el epígrafe constitucional
las palabras
de Sócrates en el discurso que Platón le hace pro­
nunciar en el Menexenos: ¡¡Algunos la lla1nan democracia, otros
de la manera que les gusta, pero en realidad es una aristocracia
con aprobación de la masa".
Y
la pregunta tras la esclarecedora cita pudiera ser ésta, ¿Se
está hablando de Atenas o de la Unión Europea de hoy?
En
un Apéndice, Weiler transcribe párrafos seleccionados de
los preámbulos de algunas constituciones europeas en materia de
religión a los que se refiere en el ensayo, así como el preámbu­
lo de la Carta de los derechos fundamentales de la UE y del
Tratado institucional de
una Constitución para Europa. Si en unas
se menciona a Dios y a los valores cristianos sin que haya obstá­
culo alguno antidemocrático para ello,
en los otros, para la UE,
predomina un laicismo o, con palabra dura pero descriptiva, una
"cristofobia" sectaria e ilógica.
El ensayo de Weiler finaliza con una llamada a la esperanza
al igual que la
de Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica
Ecclesia
in Europa, afirmándose ambos en la convicción de que
la Europa de la Unión (no exactamente igual a la UE) "constitu­
ya
un espacio especialmente propicio para la esperanza humana"
("Preámbulo de
la Constitución europea"), toda vez que "la ins­
piración cristiana puede transformar la inspiración política, cultu­
ral y económica en una convivencia en la cual todos los euro­
peos se sientan en su propia casa y formen una familia de nacio­
nes, en la que otras regiones del mundo puedan inspirarse con
provecho'' (Exhortación Ecdesia in Europa, núm. 121).
El libro concluye con un curioso "Epílogo dialogado" entre
el autor, Weiler, y el prologuista Rubio Llorente; curioso
porque
el profesor Rubio se muestra arrepentido de lo que afirmó en
su Prólogo, y en el Epílogo, al contradecir a Weiler en varias de
las ideas expuestas en el ensayo, se contradice a sí mismo. En
sus respuestas, Weiler, se defiende muy bien con ironía univer­
sitaria, paciencia comprensiva, sentido común jurfdico y lógica
evidente.
JAVIER NAGORE Y ÁRNOZ
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